Un día después de la tragedia, San Bernardino vive en aparente calma
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SAN BERNARDINO — Patricia Preciado no pudo trabajar ayer luego de conocer la tragedia en San Bernardino, aunque hoy se incorporó a sus labores como traductora, todavía tiene un sabor agridulce, al tomar conciencia que ella pudo haber sido una víctima.
Desde hace 12 años, cuando su hija mayor tenía nueve meses, comenzó a recibir asistencia en el Centro Regional Inland, entidad que le brinda tratamiento a su pequeña, con una lesión cerebral severa, así como a otros menores con discapacidad.
“Lo que más me impactó es que haya ocurrido en ese lugar”, indicó a HOY con la voz entrecortada. “¿Y si hubiera estado ahí?”, reflexionó sobre el hecho que al menos cuatro veces al año visita las oficinas de este centro, ubicado a 14 millas de su hogar.
Al conocer la noticia, levantó el teléfono y llamó a su trabajadora social. Los intentos fueron en vano. No obstante, para su tranquilidad, en la televisión se dio cuenta que el tiroteo no alcanzó a los empleados del centro, con quienes ella trata.
“Al llegar a mi casa lo primero que hice fue abrazar a mis hijos”, manifestó emocionada. Ahora su día fue diferente. Tiene a su familia a su lado, pero la tragedia sigue flotando en su mente. “Lo que nos queda es apoyar a las familias afectadas”.
El tiroteo, cuyo saldo fue de 14 muertos y 21 heridos, conmocionó a Estados Unidos. La ciudad de San Bernardino se convirtió en el epicentro de las noticias en el mundo, por la amenaza latente de ataques terroristas luego de los atentados en Francia.
Esta mañana, algunas entidades gubernamentales permanecieron cerradas, en las que existían vigilancia policial; sin embargo, la comunidad volvió a las actividades cotidianas, Josué Pérez como de costumbre recorrió las principales avenidas.
“Qué voy a cambiar de ruta, por donde quiera que uno vaya hay peligro, uno anda por donde lo lleva el aire”, indicó el comerciante de plátanos, chicharrones y paletas. “Lo único que hago es encomendarme a Dios, es el único que lo cuida a uno”.
Cerca del Centro Regional, a una distancia aproximada de 800 metros, se observaba este mediodía un par de veladoras, junto a dos ramos de flores y un par de globos. Era un altar en memoria de las víctimas.
“Es una grave tragedia, traje estos globos y flores para las familias que han sufrido pérdidas”, dijo una mujer afroamericana que prefirió el anonimato, mientras las llamas de las veladoras irradiaban su luz en la imagen de Jesucristo.
A juicio de la congresista Loretta Sánchez las investigaciones determinarán los móviles del hecho, ahora lo que importa es que la comunidad tenga confianza en el trabajo que realizan las agencias de la ley para evitar mayores amenazas.
“Nuestros policías están poniendo la paz en la ciudad, estábamos tratando de ver qué es lo que pasó y si tenían en sus mentes otros ataques, [en este momento] el peligro ha parado”, advirtió Sánchez. “La normalidad es lo que necesitamos, especialmente para nuestros hijos”.
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