California sopesa un polémico plan para salvar los bosques tropicales, y el resto del mundo la está observando
El humo se sigue elevando desde el Amazonas, mientras el fuego se extiende en la selva tropical más grande del mundo. Las llamas provocaron una ola de indignación mundial ante la pérdida de árboles preciosos. Pero California tiene un plan para mantener en pie los bosques tropicales.
Esta semana, los funcionarios estatales considerarán una propuesta para proteger estos bosques redirigiendo miles de millones de dólares a países como Brasil. El dinero financiaría los esfuerzos del gobierno para combatir la deforestación y promover industrias sostenibles que no impliquen talar y quemar árboles. Y vendría de compañías que compensan sus propias emisiones mediante la compra de créditos de carbono a través de mercados como el programa de derechos de emisión (en inglés cap-and-trade) de California.
Si se eliminan demasiados árboles en Brasil, el clima de la Tierra podría perder un amortiguador crítico.
Corrección:
6:13 a.m. sept. 17, 2019A previous version of this story said Louis Verchot was affiliated with the Center for International Forestry Research. He is at the International Center for Tropical Agriculture.
Preservar las selvas tropicales es esencial para combatir el cambio climático: en todo el mundo, aproximadamente un tercio de los gases de efecto invernadero liberados cada año provienen de la tala de bosques. Para los promotores, este plan es la mejor manera de canalizar el efectivo tan necesario para esa tarea crucial.
Otros están de acuerdo en la urgente necesidad de detener la deforestación, pero sostienen que el plan de California es una forma peligrosa y equivocada de hacerlo. En su opinión, simplemente permitiría a quienes contaminan seguir haciéndolo sin actuar sobre los verdaderos impulsores de la pérdida de bosques: la creciente demanda de productos como la carne de res, la soja y el aceite de palma.
En la eliminación del dióxido de carbono del aire, los árboles son uno de nuestros aliados más fuertes en la lucha contra el cambio climático.
El tema ha dividido a científicos, grupos ambientalistas y líderes indígenas, que sostienen que el Estándar de Bosques Tropicales (TFS, por sus siglas en inglés) tiene ramificaciones mucho más allá del Estado Dorado. California es líder en cambio climático, y aprobar el TFS podría inspirar a otros estados, países y compañías a adoptar un enfoque similar.
“Este es un momento crítico”, aseveró la ecologista Christina McCain, quien encabeza las iniciativas climáticas del Fondo de Defensa Ambiental en América Latina. “El mundo nos está mirando”.
El TFS no sería el primer intento de financiar la protección forestal a través de las compensaciones de carbono. Varios programas internacionales los han empleado como una forma de preservar y restaurar los bosques, al tiempo que minimizan el costo de reducir las emisiones en los países ricos y financian el desarrollo sostenible en los más pobres.
Algunos de estos proyectos tuvieron éxito, pero otros nunca llegaron a buen término, dejando en un limbo el destino del carbono que prometieron almacenar. Muchos también significaron un desastre para las personas que viven en el bosque.
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Los grupos indígenas fueron víctimas de “vaqueros del carbono” sin escrúpulos, que utilizaron métodos cuestionables para ganar derechos sobre las tierras nativas y su carbono potencialmente lucrativo. Las personas fueron expulsadas de sus territorios por los gobiernos, ansiosos por lanzar proyectos de conservación sin interferencia local.
En cualquier caso, los programas nunca atrajeron suficiente dinero para alcanzar la escala prevista, remarcó Louis Verchot, del Centro Internacional de Agricultura Tropical, que ha estudiado iniciativas anteriores. “No era lo que uno llamaría un entorno propicio real”, dijo. “Así están estancadas las cosas en este momento”.
¿Puede el TFS funcionar mejor? Sus patrocinadores ciertamente piensan que sí. Han pasado la última década tratando de aprender de los errores del pasado.
El TFS establece los criterios para certificar a gobiernos estatales, provinciales o nacionales que desean vender compensaciones forestales, sin dejar espacio a los vaqueros de carbono. Los gobiernos participantes deben comprometerse a reducir la deforestación, y sólo recibirán crédito por el bosque que salvan, más allá de su objetivo de referencia.
Los planes deben publicarse y el progreso debe ser monitoreado de cerca y verificado independientemente.
“Habrá un montón de ojos en ello”, adelantó Jason Gray, jefe del programa de derechos de emisión de California.
Los gobiernos también tienen que demostrar que las partes interesadas locales -especialmente los grupos indígenas-, tienen voz en el programa y pueden beneficiarse de él. El estado brasileño de Acre, que ha pasado años desarrollando asociaciones con tribus, a menudo es citado como modelo. “Los pueblos indígenas están muy bien informados y preparados para no permitir que se violen sus derechos”, explicó Francisca Oliveira de Lima, miembro de Shawadawa People, que trabaja en el Instituto de Cambio Climático estatal de Acre. “Estamos a favor de este programa de California”.
El TFS trata de abordar otros problemas, como las fugas, que ocurren cuando la supresión de la deforestación en un lugar simplemente la traslada a otro. Ello sería difícil en un estado que es parte del programa, afirmó Steve Schwartzman, director sénior de política de bosques tropicales de EDF, uno de los principales defensores del TFS.
Además, el TFS exige que los estados y las provincias participantes otorguen créditos adicionales como seguro, en caso de que incendios u otros desastres naturales liberen accidentalmente carbono almacenado para compensaciones.
Con estas salvaguardas establecidas, los defensores argumentan que el TFS finalmente podría permitir que fluya dinero real para combatir la deforestación. Hoy, menos del 1.5% de los fondos para combatir el cambio climático se destina a la protección de los bosques, según un nuevo análisis realizado por una coalición de organizaciones científicas y grupos ambientalistas.
Eso ha generado frustración en países como Brasil, donde el gobierno había reducido la deforestación al aumentar la aplicación de las áreas protegidas, pero los bajos niveles de inversión no han podido crear nuevas oportunidades económicas para los agricultores, madereros y mineros que obedecieron las reglas, expuso Dan Nepstad, director ejecutivo del Earth Innovation Institute.
Con el TFS, el dinero compensado podría financiar centros comunitarios, estanques de peces para acuicultura y programas gubernamentales que apoyen prácticas agrícolas sostenibles.
Para California, la recompensa es la oportunidad de impulsar las reducciones de gases de efecto invernadero mucho más allá de lo que el estado podría lograr en su país, consideró Nepstad. “El TFS establece el marco para aumentar esa multiplicación por diez”, detalló.
Los críticos del TFS se oponen a casi todo sobre él, comenzando con la idea misma de las compensaciones.
“Es lo que llamamos la negación de la ciencia climática”, afirmó Gary Hughes, monitor de políticas de California para la organización sin fines de lucro Biofuelwatch. “Si permite que continúen las emisiones de combustibles fósiles, no hace nada sobre el clima”.
Él y otros opositores aducen que el programa de cap-and-trade de California ya depende demasiado de las compensaciones (los contaminadores pueden usarlas para cancelar hasta el 8% de sus emisiones en el estado) y argumentan que el TFS llevaría las cosas aún más en la dirección equivocada.
La principal de sus preocupaciones es la legitimidad de los créditos de bosques tropicales. Bárbara Haya, quien estudia programas de compensación en UC Berkeley, teme que las fugas sigan siendo un problema, ya que las actividades excluidas de un estado participante aún pueden trasladarse a otros estados o países.
También es difícil asegurarse de que el programa reparta créditos sólo por ahorros de carbono que no habrían sucedido de todos modos. Haya examinó datos de dos décadas y descubrió que una cuarta parte de los socios potenciales habrían podido generar compensaciones según las reglas del TFS debido a la disminución de las tasas de deforestación, a pesar de que el progreso claramente no se debió al programa (que aún no existía).
También existe el temor de que, a pesar de la provisión de seguro de TFS, el carbono que supuestamente compensaría las emisiones de un contaminante termine en la atmósfera eventualmente, ya sea en una mala temporada de incendios o después de que un cambio en el liderazgo político revierta las políticas de deforestación de un país, como sucedió recientemente en Brasil.
Otros sostienen que el TFS se basa en un razonamiento económico imperfecto. Hasta ahora, el precio de las compensaciones de carbono en los mercados de intercambio es demasiado bajo para competir contra las fuerzas del comercio global, que hacen que la tierra sea más valiosa que los árboles, explicó Tracey Osborne, geógrafa de la Universidad de Arizona.
Y aunque los defensores de las comunidades indígenas aplauden las salvaguardas sociales del TFS, algunos de ellos dicen que será casi imposible garantizar que se les honre desde lejos.
Los gobiernos de muchos países tropicales tienen una larga historia de corrupción, señaló Alberto Saldamando, asesor de la Red Ambiental Indígena. Le preocupa que el TFS sólo aumente el incentivo para obligar o amenazar a los grupos indígenas a participar en programas que no siempre sirven a sus intereses. “El carbono, en lugar de ser un veneno, es un valor, y esa perspectiva conduce a todo tipo de abusos”, señaló.
Los opositores plantearon todos estos problemas el otoño pasado, cuando la Junta de Recursos del Aire de California (CARB, por sus siglas en inglés) se reunió por primera vez para considerar el estándar. La entidad optó por retrasar la votación y pidió a los legisladores que recabaran sus aportes de ambas partes.
Si la junta respalda el estándar cuando se reúna, el jueves, ello no significará que los créditos generados bajo el TFS se utilizarán de inmediato en el mercado del estado; los gobiernos que quieran participar primero tendrían que calificar, y luego CARB tendría que decidir si aceptar compensaciones tropicales, indicó Gray. La motivación para proponer el estándar ahora es “poner el listón muy alto” para los programas de compensación forestal en general, afirmó.
Independientemente de si California alguna vez usa el TFS en su propio programa de cap-and-trade, la aprobación de CARB sería un respaldo poderoso de las compensaciones forestales y un revés para los esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, expusieron los opositores.
Los críticos prefieren que el estado se centre en otras estrategias para preservar los bosques, como empoderar a los grupos indígenas para proteger sus tierras y presionar a las empresas para que eliminen sus cadenas de suministro de bienes asociados con la deforestación (los legisladores de California están considerando un proyecto que le exigiría eso a los contratistas del gobierno).
Haya y más de otros 100 investigadores expusieron sus objeciones al TFS y los presentaron a CARB. El mes pasado, el senador Bob Wieckowski (D-Fremont) lanzó su propia carta implorando a la junta que la rechazara.
Pero los partidarios también están alzando la voz.
En junio, cuatro miembros de la Asamblea alentaron a CARB a aprobar el estándar siempre y cuando se comprometa a un “monitoreo enérgico y proactivo” de cualquier gobierno que lo use. Más de 100 científicos también escribieron una carta abierta que respalda el TFS.
Aunque las compensaciones forestales conllevan riesgos, eso no significa que deban abandonarse, consideró Verchot, uno de los firmantes. “No digo que sea fácil hacer esto. Pero tampoco es imposible”, expresó. “Y creo que los riesgos de no hacerlo son mayores”.
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