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Seguidores en Estados Unidos del presidente Nayib Bukele de El Salvador, rechazan críticas en su contra

Elementos de las fuerzas especiales del ejército salvadoreño, siguiendo órdenes del presidente Nayib Bukele, entraron al Congreso tras la llegada de legisladores en San Salvador, El Salvador.
(AP)
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El ingreso de militares armados al Congreso salvadoreño dio la vuelta al mundo, fue una acción con un alto costo político a nivel internacional para el presidente Nayib Bukele; sin embargo, sus bases en Estados Unidos siguen en pie de lucha y no dan validez a los cuestionamientos de diferentes sectores.

Las imágenes de soldados con cascos, chalecos antibalas y fusiles de alto calibre en mano que circularon el domingo, 9 de febrero, evocaron la época del conflicto civil. Han pasado 28 años desde que se firmaran los Acuerdos de Paz, pero la irritación entre el Ejecutivo y Legislativo va en ascenso a raíz de esta incursión en el Parlamento.

“Absolutamente el país y la región se han quedado asombrados de que el carismático político de repente tiene tendencias de dictador, abriendo la imaginación a lo que en verdad puede venir después”, valoró Luis Alvarado, estratega político, en entrevista con Los Angeles Times en Español.

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A juicio del analista mostrar elementos de autoritarismo “no es lo que va a elevar al país o a los salvadoreños”.

Los expertos vieron la movilización y el uso de las fuerzas de seguridad como un intento de golpe de Estado, siendo el último que se registró en esta nación en octubre de 1979, cuando un movimiento militar derrocó al presidente en turno, el general Carlos Humberto Romero.

A nivel latinoamericano, el más reciente sucedió en Perú. En octubre de 2019, el presidente Martín Vizcarra disolvió el Congreso y Alberto Fujimori, el 5 de abril de 1992, hizo lo mismo en esta nación cuando dio un “autogolpe” al Parlamento peruano con el apoyo de la Fuerza Armada.

Miguel Tinker Salas, profesor de Estudios Latinoamericanos en Pomona College, observa que lo ocurrido en El Salvador el fin de semana demuestra la fragilidad de las instituciones democráticas y la facilidad con la que un presidente trata de manipular el proceso político arropado por los militares.

El choque entre el Ejecutivo y Legislativo tendrá su máxima expresión este domingo cuando se dé una medición de fuerza

“Me hace recordar lo que hizo Alberto Fujimori cuando lanzó su propio autogolpe”, dijo el académico. “El señor Bukele buscaba algo parecido, era una especie de prueba”.

Tinker Salas es un experto en la política de Venezuela y México. En los últimos años ha venido siguiendo el desempeño del mandatario “milenio” de El Salvador, quien a pocas semanas de llegar al poder, en junio de 2019, se autodefinió como “el presidente más guapo y cool del mundo”.

La simpatía y las esperanzas que había generado, sostiene el académico, han sufrido un quiebre con los recientes acontecimientos.

“Creo que lamentablemente las esperanzas que levantó al ser una alternativa se desmoronaron rápidamente, porque es claro que no tiene propuestas y regresamos al autoritarismo tradicional de los políticos demagogos de América Latina”, apuntó Tinker Salas.

Hasta antes de este despliegue político-militar, Bukele era visto como un ícono. En la reciente toma de posesión del presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, ocurrida el 14 de enero anterior, fue recibido como una celebridad. En la ceremonia y entre los periodistas fue uno de los más solicitados.

Casi en esos mismos días, en un sondeo de opinión, divulgado por CID Gallup, el mandatario salvadoreño recibió una aprobación del 91%, algo que en su momento el encuestador Luis Haug dijo que era “la mejor evaluación presidencial de todas las encuestas que hemos hecho a nivel mundial”.

Los simpatizantes y seguidores de Bukele, sin embargo, todavía le siguen dando su respaldo en Estados Unidos.

“Todos con Bukele. El mejor presidente del mundo”, escribió Haydeé Hernández, en un foro de opinión en Facebook.

“Los pantalones bien puestos los trae nuestro presidente”, comentó Lupe Rivas.

Los inmigrantes salvadoreños parece que han enfocado su mirada principalmente en los problemas que enfrenta su país de origen. Y el mandatario, por su parte, ha tomado como punta de lanza el tema de la seguridad y cada vez que puede deja en evidencia a los políticos tradicionales.

En ese sentido, Bukele ha conectado con el “odio histórico” que viene externando la población en contra de los diputados, debido a los escándalos de corrupción y las investigaciones vigentes de diputados, alcaldes y exfuncionarios de gobierno de supuestas negociaciones con pandillas.

Desde antes que asumiera el poder, el presidente ha venido atacando a los diputados y partidos tradicionales con frases que utilizó en la campaña como “los mismos de siempre” y “devuelvan lo robado”.

Al llegar a la Presidencia, Bukele ha implementado el Plan Control Territorial, con el cual viene combatiendo a las pandillas. En noviembre de 2019, para desarrollar la fase tres solicitó un préstamo de $109 millones, los que según el presidente se utilizarán para apoyar a las fuerzas de seguridad en el combate a las pandillas.

Este préstamo, serviría para comprar e instalar cámaras de vigilancia, drones, centros de monitoreo, ambulancias, unidades de transporte y un buque, entre otros equipos.

Ante la negativa del Congreso, Bukele se amparó en la Constitución y a través del Consejo de Ministros convocaron a los diputados a una sesión extraordinaria para el domingo 9 de febrero a las 3 p.m.

En una publicación en las redes sociales, del jueves 6 de febrero, el presidente escribió: “Los diputados tendrán que determinar si están a favor o en contra del pueblo”. Luego agregó que se había ordenado a la Asamblea Legislativa reunirse “para definir, de una vez, su voto sobre el financiamiento”.

Un día después, el viernes, el mandatario convocó al pueblo a que se presentara al recinto legislativo para presionar a los diputados.

No obstante, el sábado trascendió que la Asamblea Legislativa estaba militarizada. Al llegar el día de la convocatoria, de los 84 parlamentarios se informó que sólo se hicieron presente 31 de ellos.

Antes y después de ingresar al recinto parlamentario, en donde iba escoltado por los militares, el mandatario habló a sus seguidores. Según la prensa fueron unos 5.000 y la versión del presidente es que acudieron alrededor de 50.000.

“El pueblo salvadoreño completo sabe, nuestros adversarios saben, la comunidad internacional lo sabe, nuestra Fuerza Armada lo sabe, nuestra policía lo sabe, todos los poderes fácticos del país estaban claros de que si quisiéramos apretar el botón, sólo apretamos el botón”, manifestó Bukele a la muchedumbre.

La intención del presidente era disolver el Congreso, pero Bukele dijo que Dios le había pedido “paciencia” en la oración que hizo al estar en el recinto legislativo.

El diario digital El Faro en un editorial titulado “Maneras de dictador”, condenaron el procedimiento del Jefe de Estado, porque trajo al presente “estampas dictatoriales” que ya se consideraban cosa del pasado, pero que ahora son “vergonzosas y no se olvidarán fácilmente”.

“Su acto de matonería populista es un ataque muy grave a toda la institucionalidad democrática que tanto ha costado levantar en El Salvador. Si el presidente no lo sabe es un incapaz”, apuntaron.

“Bukele estuvo a punto de incendiar todo. Y probablemente lo hubiese hecho de no intervenir gobiernos extranjeros, gremiales y organizaciones nacionales e internacionales que le hicieron saber que ponía a El Salvador al borde del precipicio”, subrayaron en El Faro.

El mandatario le ha dado una semana a los diputados para que aprueben ese crédito en discordia, pero ahora la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) le ha prohibido que use a la Fuerza Armada y a la policía “en actividades contrarias a los fines constitucionales”.

Asimismo, quedó sin efecto la sesión extraordinaria convocada por Bukele para aprobar el préstamo, según la resolución de la CSJ.

Al analizar lo ocurrido el fin de semana, Javier Durán, un afiliado al partido Nuevas Ideas en Los Ángeles, manifiesta que no se puede tener un “diálogo honesto” con los diputados y que Bukele sólo está siguiendo lo que le está diciendo el pueblo.

“Había gente ahí que quería entrar a la Asamblea y poner nuevos diputados”, indicó el activista que ayudó desde California para que más personas llegaran a la concentración del domingo.

De igual forma, sostiene que el presidente no tiene un comportamiento de dictador. “El presidente lo que está haciendo es representar al pueblo, el que lo está moviendo es el pueblo”, dijo Durán.

Los seguidores del presidente están usando el mismo lenguaje de Bukele.

En su primera entrevista, después de esta demostración de fuerza, el mandatario se deslindó de ese calificativo de “dictador”.

“Si yo fuera un dictador o alguien que no respeta la democracia, ahora hubiera tomado el control de todo”, dijo Bukele en un artículo del diario español El País.

En esa entrevista, el presidente manifestó que centrarse en las imágenes de los militares dentro del salón legislativo es algo “superficial”, porque dijo que nadie fue agredido ni hubo disparos.

“Son las familias salvadoreñas las que entierran a sus muertos y no la comunidad internacional. Yo no voy a tener otro cargo, ni me presento a una reelección, así que mi único deseo es dejar un legado y bajar al mínimo la criminalidad en El Salvador”, subrayó el mandatario a El País.

Este miércoles, apareció un exdiputado cercano a Bukele incitando a la población a que se de cita al Congreso el próximo domingo. No obstante, la Fiscalía ya dijo que tomará acciones legales a quienes inciten a la violencia en contra de los parlamentarios.

Por otro lado, miembros de la Asamblea Legislativa se reunieron con representantes del cuerpo diplomático en El Salvador, a quienes les dieron a conocer los videos de la “invasión” del ejército al recinto legislativo.

Mario Ponce, presidente del Congreso, al mismo tiempo ha pedido ayuda a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Entre las iniciativas para reestablecer el diálogo, otros sectores están convocando a una vigilia para este sábado 15 de febrero en la que se clamará por la paz y la reconciliación. Esta actividad es impulsada por el Movimiento Social junto a las Iglesias Históricas de El Salvador (FECLAI).

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