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Las tiendas minoristas en el centro de los saqueos de Los Ángeles son “propiedad de inmigrantes, administradas por personas negras y latinas”

Los saqueadores huyen de una joyería cuando los oficiales de LAPD se acercan al centro de Los Ángeles el viernes por la noche.
(Wally Skalij/Los Angeles Times)

Un miembro del consejo de negocios dice que el saqueo durante las protestas en el centro de L.A. dañaría desproporcionadamente a la clase trabajadora y a la gente de color.

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Claudia Oliveira, miembro de la junta del Consejo Vecinal del Centro de Los Ángeles, se presentó en Broadway con más de una docena de voluntarios el sábado por la mañana para barrer vidrios rotos y derribar paredes.

Oliveira, una inmigrante brasileña, creció en Minneapolis. Dijo que entendía la ira y la indignación que se extendió el viernes por la noche, y agregó que la muerte de George Floyd a manos de un oficial de policía en su ciudad natal la hizo querer vomitar.

“Soy una inmigrante latina, negra e indocumentada”, expuso. “Me lastima. Me siento angustiada, enojada y frustrada. Vimos que le quitaron la vida a un hombre inocente”.

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Pero ella señaló que estaba frustrada porque el daño en el centro perjudicaría desproporcionadamente a la clase trabajadora y a las personas de color.

Numerosos negocios fueron dañados por los disturbios, que duraron horas en medio del centro histórico y a lo largo del corredor de Broadway.

Las protestas contra el asesinato de Floyd y la brutalidad policial se han desatado en todo el país en los últimos días, volviéndose violentas en varias ciudades. En el centro de Los Ángeles, la situación se convirtió en vandalismo y saqueos el viernes por la noche.

La mayoría de las tiendas que fueron destrozadas o saqueadas son tiendas familiares, “propiedad de inmigrantes, administradas por personas negras y marrones”, manifestó Oliveira.

Las cadenas de tiendas que sufrieron daños, incluidas Walgreens y Fallas Paredes, brindan trabajo, venden productos asequibles y sirven como salvavidas para los residentes pobres y sin hogar en el centro de la ciudad, dijo Oliveira.

Mientras Oliveira hablaba, una anciana con una máscara facial y un andador se acercó a Rite Aid en 5th Street y Broadway, que estaba cerrado sus puertas de metal. Le preguntó a un guardia de seguridad que estaba afuera cuando reabriría, diciendo: “Necesito surtir mis recetas”.

Un Starbucks en las calles 6th y Spring vio algunos de los peores daños, con ventanas rotas y daños en el interior de la tienda. El café está en el primer piso del Hotel Hayward, un hotel de ocupación para residentes de bajos ingresos, comentó Oliveira.

“No es que no entienda la lucha o la ira”, enfatizó. “Me estoy volviendo loca de furia. Pero, ¿quién querría dañar y robar a las empresas de propiedad de negros y latinos?

El dueño de Sally’s Snack Shop en la Calle 6 se encontraba en una escalera en la acera el sábado por la mañana, usando un martillo para intentar doblar la puerta de seguridad de metal de su tienda. Las multitudes la habían abollado y destrozado el cristal detrás de ella, dijo. Estaba luchando por entrar para evaluar el daño.

La tienda ha estado en el centro durante 65 años, y la ha tenido por 16 años, comentó el propietario, quien sólo daría su nombre, Roger. Dijo que entendía por qué la gente estaba enojada, pero que la destrucción de su negocio podría devastarlo financieramente. Su tienda se estaba preparando para reabrir después de estar cerrada durante dos meses tras la orden de coronavirus para quedarse en casa.

“¿Por qué yo?”, cuestionó él. “¿Por qué aquí?”

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Dentro de Discount Electronics, el propietario Bill Nabati se frotó el rostro y recibió varias llamadas de su compañía de alarmas de seguridad mientras inspeccionaba el vidrio roto y la mercancía esparcida por el piso.

“Saquearon mi tienda”, dijo Nabati, quien ha dirigido el pequeño negocio en Broadway desde 1983. “Después de dos meses del coronavirus, no necesitamos esto”.

Se habían llevado algunos dispositivos electrónicos, las ventanas estaban rotas y los estantes destrozados, reveló Nabati. Comentó que el daño tardaría tres semanas en repararse, pero que necesitaría realizar un inventario para evaluar cuánto había sido robado. La última vez que vio este tipo de daño fue en 1992, dijo.

Como entonces, manifestó Nabati, estaba frustrado porque la policía no había hecho más para proteger su pequeño negocio.

“Sabían que iba a suceder y me dijeron que tenía que prepararme”, subrayó Nabati. “Es poco lo que puedo hacer. Está fuera de mis manos. Si quieren venir a destruir mi negocio, entonces eso es lo que harán”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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