Las restricciones de viaje han causado estragos en muchos de los 4 millones de mexicanos y méxicoamericanos que viven a lo largo de la frontera entre EE.UU y México.
Cuando Dulce Castañeda, de 28 años, se despertó, el 20 de marzo, en la casa de su familia en Playas de Tijuana, su madre estaba en pánico. “Vete. Tienes que cruzar... AHORA”, le dijo.
Se acababa de conocer la noticia de que Estados Unidos y México pronto cerrarían su frontera compartida a todos los viajes no esenciales, para frenar la propagación del coronavirus. Sin esperar a escuchar detalles sobre las restricciones, Castañeda, conductora de Greyhound, se despidió de su madre, una mujer de 52 años de edad, y se dirigió al cruce peatonal de San Ysidro, sin saber cuándo volverían a verse.
Cuatro meses después, familias como la de Castañeda, en Tijuana y en todo el mundo, permanecen separadas. Los países han cerrado o reducido significativamente los viajes con la esperanza de frenar la propagación del virus.
Eso ha causado estragos en muchos de los al menos cuatro millones de mexicanos y mexicoamericanos que viven a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, una zona de 1.954 millas. Aquellos a quienes se les permite cruzar diariamente enfrentan retrasos que promedian las tres horas en vehículo en el cruce del puerto de entrada de San Ysidro, pero a veces superan las seis horas. Las demoras para los peatones en la entrada PedEast suelen ser de unas dos horas, pero pueden tomar hasta cuatro.
Las restricciones de Estados Unidos sobre viajes no esenciales, que entraron en vigencia el 21 de marzo, invalidan efectivamente las visas a corto plazo que permiten cruces breves hacia ciudades fronterizas para visitar a familiares, recibir atención médica o realizar compras.
Los funcionarios de la administración Trump enfatizaron las razones de salud de las restricciones, pero también había un indicio de las políticas de la administración de “Estados Unidos primero”. El secretario interino de Seguridad Nacional, Chad Wolf, habló de disminuir “la presión sobre los sistemas de salud en nuestras comunidades fronterizas y quitarles recursos importantes, que salvan vidas a los ciudadanos estadounidenses”, cuando anunció las restricciones. Estas medidas fueron prolongadas el 20 de abril, el 19 de mayo, el 16 de junio y el 16 de julio.
Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU (CBP, por sus siglas en inglés) cerró los carriles y las instalaciones de procesamiento, y redujo el personal en ellos, utilizando la lógica de que los viajes transfronterizos debían reducirse significativamente, descartando los traslados no esenciales. Cuando las restricciones entraron en vigencia por primera vez, el tráfico fronterizo cayó un 70%, según CBP.
Los ciudadanos de Estados Unidos, los residentes legales permanentes, las personas que trabajan en EE.UU con visas laborales válidas y quienes viajan por estudio o por razones médicas comprobables, aún pueden cruzar la frontera con la documentación adecuada. Pero los funcionarios fronterizos reconocen que los viajeros pueden enfrentarse a mayores esperas en las operaciones comerciales y de pasajeros debido a la restricción de los cruces y los cierres temporales de carriles de procesamiento.
“Monitoreamos y hacemos ajustes operativos diariamente, dependiendo de la totalidad de la carga de trabajo que tenemos en cada puerto. Si bien las restricciones de viaje no esenciales están vigentes, estamos enfocados en mantener los tiempos de espera para quienes cruzan durante las horas pico de la mañana de los días entre semana, de forma similar a lo que eran antes de que las restricciones entraran en vigencia”, indicó la agencia en un comunicado.
La última extensión de las restricciones seguirá en vigor hasta el 21 de agosto, cuando los funcionarios federales reevaluarán su necesidad. Las tasas de casos en Baja California han disminuido significativamente, y los funcionarios allí están considerando aflojar las restricciones comerciales en todo el estado. Pero en el lado estadounidense, los casos en California siguen aumentando después de un proceso de reapertura al cual muchos calificaron como demasiado abrupto.
El gobernador y el secretario de Salud de Baja California esbozaron una reapertura mucho más gradual, pero los residentes se quejan de que la capacidad del estado mexicano para controlar el cumplimiento de las órdenes es insuficiente. Algunas empresas, como los clubes nocturnos en Rosarito, ya han reabierto al obtener exenciones locales del alcalde o porque ignoraron los decretos estatales por completo.
Las autoridades mexicanas también han reconocido que el número real de casos es ciertamente mucho mayor en todo el país, incluso en Baja California, debido a la falta de pruebas. “El Departamento de Seguridad Nacional está en contacto cercano con nuestras contrapartes canadienses y mexicanas con respecto a esta extensión, y también están de acuerdo en la necesidad de prolongar sus restricciones de viaje no esenciales”, comentó Wolf en un comunicado sobre la última ampliación de las medidas.
Para las familias que cruzan la frontera, los efectos han sido tanto psicológicos como financieros. Además de las preocupaciones de salud que muchos de ellos enfrentan en sus trabajos, la separación complica cosas como la educación y el cuidado de niños y ancianos. “Siento que tengo que elegir un bando, ya sea Estados Unidos o México”, comentó Castañeda, ciudadana estadounidense.
Con un futuro incierto para su empleo previo a la pandemia -conducir pasajeros de autobús a Oakland- Castañeda eligió pasar el encierro por el COVID-19 en su apartamento en la comunidad de Bonita, en el sur del condado de San Diego, donde los salarios estadounidenses generalmente son mucho más altos.
“La parte interesante de todo esto es que, a pesar de que estas restricciones fronterizas están dirigidas a la movilidad de los solicitantes de asilo o a los titulares de visas turísticas, los ciudadanos estadounidenses también se ven afectados y muchos de ellos dejaron de cruzar por completo”, comentó Estefanía Castañeda Pérez (sin vínculo con Estefanía Castañeda), estudiante de doctorado en UCLA, quien investiga temas de la frontera.
Sandra Rojel, de 27 años, tiene doble nacionalidad y vive en San Diego. Según las regulaciones, se le permite cruzar en ambas direcciones, pero dice que llevar medicamentos a su madre, en Tijuana, se ha vuelto casi imposible. “Antes de que las restricciones entraran en vigencia, venía al menos una o dos veces por semana. Las filas de espera eran muy cortas y muy rápidas. Pero ahora, cruzar toma todo el día”, afirmó el 17 de julio pasado, mientras aguardaba en un cruce de peatones al otro lado de la frontera desde San Ysidro.
Rojel únicamente puede cruzar una vez al mes como máximo, lo cual deja a su madre sin sus suministros de salud, principalmente medicamentos de venta libre que están disponibles solo en EE.UU. “Sin embargo, lo que me afecta aún más es que no he podido verla... Yo no puedo perder tanto tiempo esperando, porque también nos pone en mayor riesgo”, consideró Rojel, refiriéndose a las condiciones de hacinamiento en la línea fronteriza, donde los viajeros no observan la distancia física recomendada.
Castañeda Pérez contó que habló con una madre soltera para su investigación de tesis, que tuvo que elegir entre estar desempleada o dejar a sus dos hijas solas en casa en Tijuana, en plena noche, para cruzar por el puerto de entrada de Otay Mesa después de que los funcionarios fronterizos suspendieron temporalmente el procesamiento durante la noche y en la madrugada.
Cientos de trabajadores transfronterizos comenzaron a dormir en sus automóviles o en la acera, en mayo pasado, para poder cruzar a Estados Unidos y llegar a su trabajo a tiempo. “Tenía que hacer fila desde la medianoche para alcanzar a llegar a su empleo de tiempo completo al día siguiente”, comentó Castañeda Pérez. “Y entonces solo veía a sus hijas durante un par de horas, cuando llegaba a casa después de las 7 p.m., si quería dormir apenas un poco”.
La cuestión le recordó a Castañeda Pérez su propia infancia, cuando asistía a la escuela en el área de San Diego mientras vivía en Tijuana, antes de que millones de dólares de inversiones en infraestructura fronteriza hicieran el cruce mucho más eficiente y confiable, impulsando el comercio y los viajes transfronterizos. “Es surrealista estar de vuelta en ese momento ahora, porque fue muy traumático para todos nosotros”, reconoció.
Algunos países, incluido Canadá, comienzan este mes lentamente a permitir que los ciudadanos extranjeros se reúnan con sus familiares inmediatos bajo condiciones estrictas.
Sin embargo, las familias en la frontera de EE.UU y México siguen enfrentando largas esperas, pautas de viaje inciertas y restricciones estrictas en todos los viajes transfronterizos innecesarios, lo cual incluye visitar a los familiares del otro lado. “Se mantienen en contacto entre sí a través de Skype o Zoom”, comentó Castañeda Pérez. “Otros, en el lado de San Diego, ni siquiera pueden cuidar a sus parientes en Tijuana o llevarles medicamentos que son esenciales para su bienestar”.
A Castañeda Pérez, la ansiedad por propagar o contraer el coronavirus durante los viajes transfronterizos y el miedo a la frontera estadounidense cada vez más militarizada -un tema que precede a la crisis del coronavirus- también juega un papel en la decisión de no cruzar y visitar a la familia.
“Me recuerda cómo era cruzar después del 11 de Septiembre”, comentó, y describió que los agentes fronterizos suponen que las personas no pueden cruzar a menos que sean capaces de proporcionar documentación para demostrar lo contrario, lo cual ralentiza el procesamiento y aumenta las esperas.
Luis Mercado, de 23 años, esperó casi 10 horas en un punto para regresar a Estados Unidos en vehículo después de llevar alimentos y medicinas esenciales a su tío, que vive en Playas de Tijuana y está completamente confinado en su hogar debido a factores de riesgo para su salud.
Ahora, dijo, cruza por el lado peatonal para regresar, algo que también tiene inconvenientes. “Uno nunca sabe cuánto tiempo podría tomar”, comentó Mercado. “Un día puede ser normal o llevar una eternidad, y estamos todos juntos aquí, sin ningún distanciamiento social”.
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