Menos estrés, mejores calificaciones: Algunos niños prosperan con las escuelas cerradas
Esas molestas hinchazones debajo de los ojos de Natalie Álvarez, de octavo grado, comenzaron a desaparecer, además de los ataques de hambre a las 10 a.m. y los bostezos de media tarde, para deleite y sorpresa de la niña de Carson.
Al principio, Natalie, de 14 años, se había resistido al aprendizaje a distancia cuando las escuelas cerraron en medio de la emergencia del coronavirus.
“Estaba preocupada por las distracciones de estar en casa con mi madre y mi hermana al hacer las tareas adicionales”, dijo Natalie. “Pero luego las cosas cambiaron”.
También se modificaron para Marcos Adame, cuyas calificaciones mejoraron porque podía pasar más tiempo en temas complicados. Cambiaron para Sebastián Hernández, de 15 años, que tiene más energía, y para Jacob Lalin, de 10 años, quien descubrió que podía mezclar el trabajo escolar con los Legos.
En un momento en que muchos de sus compañeros luchan con el aislamiento, la enseñanza desigual en línea o la falta de acceso a las computadoras, una fracción de los estudiantes ha descubierto que el aprendizaje a distancia puede ofrecer un tipo único de alivio y han prosperado.
Los educadores y los psicólogos escolares enfatizan que el cierre de los campus y la suspensión del aprendizaje en clase han perjudicado a los niños, especialmente a aquellos que no son lo suficientemente afortunados como para tener un espacio de estudio tranquilo y cómodo o cuyas familias están lidiando con profundas dificultades y enfermedades causadas por la pandemia.
Natalie, Marcos y otros se han adaptado bien, en parte porque sus escuelas tenían experiencia con el aprendizaje en línea y contaban con apoyo en el hogar para ayudarlos.
Josephine Kim, profesora de la Universidad de Harvard y consejera de salud mental con licencia, dijo que los niños pueden ser sorprendentemente adaptables y resistentes.
“Hay características intrínsecas que pueden permitir que un niño prospere más en las circunstancias actuales”, enfatizó. A los que son introvertidos o aquellos que “procesan la información internamente y obtienen energía del tiempo y el espacio para la introspección” probablemente les irá bien.
El superintendente de Los Ángeles, Austin Beutner, estuvo de acuerdo en que algunos estudiantes, especialmente los adolescentes que asisten a la escuela preparatoria, han sobresalido en casa, lejos de las presiones de la escuela y de una rutina estricta. Elogió la escuela de Natalie, la Harry Bridges Span School en Wilmington, como un ejemplo de aquellos que hacen un “trabajo extraordinario” con el aprendizaje en línea.
“Hemos escuchado de varios alumnos de secundaria los cuales sentían que habían sido intimidados o tenían problemas sociales en la escuela intermedia que en realidad les gusta tener un poco de espacio y disfrutan estudiar más”, dijo Beutner. “Y hay algunos para quienes estar en ese entorno les ha beneficiado realmente. Hemos oído todo tipo de anécdotas”.
Natalie dijo que se sentía más relajada a pesar de lo que consideraba una mayor carga de trabajo. Come más sano, duerme más, se apresura menos. Pasa más tiempo en proyectos y se mantiene conectada con amigos a través de mensajes de texto.
Steve Skrumbis, director de Harry Bridges, dijo que su escuela tenía un componente en línea para la instrucción antes de la propagación de COVID-19, dando a su personal y estudiantes una ventaja cuando las escuelas cerraron a mediados de marzo.
Antes de eso, las mañanas de Natalie consistían en el sonido del despertador a las 6:30, batidos de desayuno a medio consumir, salir corriendo de la casa a las 7:55 y un viaje tenso a la escuela, preocupada de que llegaría tarde para la primera clase a las 8:15.
“Un par de veces llegué con el tiempo muy justo”, dijo. “En algunas ocasiones esas primeras clases fueron las más difíciles, porque solo estás tratando de despertar y concentrarte”.
Con el aprendizaje en línea, Natalie podía levantarse de la cama a las 9 a.m., lo que le daba tiempo suficiente para preparar un tazón de yogur griego y fruta antes de su primer clase en línea a las 9:30.
Ese sueño adicional, avalado por la Academia Estadounidense de Pediatría, pagó dividendos de múltiples maneras para Natalie y otros.
La mayoría de sus clases en línea eran asíncronas, lo que significa que los maestros dejarían tareas, planes de lecciones y videos con anticipación para los estudiantes a través de las plataformas de la escuela, como Schoology y Google Classroom.
Los instructores no requerían que los estudiantes encendieran las cámaras de sus computadoras, lo que significaba que Natalie y otros podían tomar notas, escuchar y hacer preguntas mientras comían, incluso en la comodidad de sus pijamas.
“Todos tenían sus cámaras apagadas”, dijo Natalie, “lo cual fue genial para mí. No necesitaba preocuparme por mi aspecto. Podía centrarme en la clase”.
¿Y sus notas? “Puras A”, aseguró ella.
Marcos, que asistirá a la Escuela Preparatoria Banning en agosto, a menudo había sido un estudiante de C, pero el semestre pasado obtuvo B y A. Dijo que se benefició de la capacidad de enviar por correo electrónico a sus maestros de octavo grado tantas preguntas como quisiera sin temor a la intimidación.
“Al principio no sabía qué pensar, pero parecía funcionar”, dijo Marcos, quien está considerando una carrera en arquitectura. “Tal vez es porque soy un introvertido natural”.
Natalie, que se considera una extrovertida, dijo que quiere regresar cuando se vuelvan a abrir los campus. Comenzará en la Academia de Matemáticas y Ciencias de California en Carson y se ha dado cuenta de la dificultad de hacer nuevos amigos “cuando no estás en la escuela”.
Sin embargo, la niña que sueña con convertirse en científica forense del FBI también comentó que los últimos tres meses del ciclo académico deberían servir como una llamada de atención a las escuelas.
“Si no están adoptando la tecnología no están ayudando a los estudiantes”, manifestó.
Al otro lado del condado de Los Ángeles, Sebastián, un estudiante de segundo año en Loyola High School de East L.A., dijo sentir que lo ha logrado por su cuenta mientras ha trabajado en solitario.
Solía tener mucha ansiedad, reveló Sebastián, preocupado por llegar tarde a la escuela, por tener un aspecto sarcástico cuando levantaba la mano en clase una y otra vez.
Sus clases, que incluían inglés, español y química, junto con la historia mundial de Advanced Placement, todavía eran desafiantes, señaló, pero más tranquilas. Sebastián también asiste a la Neighborhood Music School en Boyle Heights y dijo que no solo se ha acostumbrado a las lecciones de piano en casa, sino que ha disfrutado del ambiente libre de estrés de su sala de estar.
“Honestamente, es agradable estar en casa”, comentó el adolescente, que aspira a convertirse en ingeniero. “Es mucho menos estresante y más fácil de mantenerse al día con el trabajo. Además, con dos horas de sueño extra, tengo mucha más energía”.
Su hermano de 12 años, Benjamín, también prosperó en casa. Él y sus compañeros se unieron para verificar el trabajo de cada uno de ellos y completar las tareas de manera puntual, dejando así más tiempo para los videojuegos.
“Es una buena manera de mantener motivados a tus amigos, porque todos quieren jugar”, dijo.
Los sorprendentes logros han sido un alivio para los padres, ahora les provoca preocupación que esos avances se puedan perder cuando vuelvan a abrir los campus.
Margaret Hernández, la madre de Sebastián, dijo que volver a las rutinas pasadas será un desafío.
“Mis hijos extrañan estar con sus amigos, pero no sé si ellos también puedan volver a la normalidad”, expuso. “Han cambiado durante este tiempo”.
A su esposo, Alex Hernández, le preocupa que los niños se pierdan la interacción social. “Es genial que mis hijos y otros estén bien trabajando en línea, pero esta es una generación que tiene dificultades para comunicarse fuera de los dispositivos e Internet”, señaló.
Aún así, para algunos jóvenes, incluso los más pequeños, la escuela en casa funciona.
Jacob Lalin, un niño de cuarto grado de San Gabriel de 10 años, dijo que estaba “mucho más feliz” en casa. Jacob, que asiste a Washington Elementary School y Neighborhood Music School, descubrió que podía pasar más tiempo con las clases que ama: matemáticas y ciencias.
¿Y si se aburría? La solución era algo que en la escuela nunca podría hacer.
“Cuando me cansaba de las clases, me ponía a construir con mis Legos o salía a jugar”, dijo Jacob. “Tengo muchos descansos, y luego regreso a hacer tareas”.
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