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Columna: ¿Cómo podría una elección presidencial de Estados Unidos reducirse a un referéndum sobre cubrebocas?

Ken Dugan wears a mask while voting at the San Marcos Civic Center
Ken Dugan usa cubrebocas mientras vota en el Centro Cívico de San Marcos con su hijo de 5 meses, Jett, quien viaja en un portabebés sobre su pecho.
(Paul Sisson / The San Diego Union-Tribune)
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Caminábamos el uno hacia el otro en una banqueta estrecha en Boyle Heights la víspera de las elecciones, cuando la joven se detuvo, se apartó y esperó a que pasara.

Bueno, eso fue muy amable de su parte, pensé. Ella debe estar mostrando deferencia a un pensionista de barba gris en su camino a una cita médica.

Entonces me di cuenta de que era otra cosa. Ella usaba cubrebocas y yo había salido de mi auto con el mío en la mano, pero olvidé ponérmelo. Ella se alejó porque no quería ponerse en riesgo, lo que la coloca directamente en un lado de la división nacional.

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Considere el cubrebocas: una pieza de tela barata de construcción simple con orejeras.

¿Quién podría haber soñado que jugaría un papel en el resultado de una elección presidencial?

“Tienes que usar cubrebocas aquí o no te dejan entrar”, dijo Irma, una asistente médica que me sacó sangre, me hizo un electrocardiograma y me controló la presión arterial en el Centro Médico USC Keck.

Últimamente me he ocupado de las visitas médicas que se han retrasado durante mucho tiempo, tratando de controlar mi salud antes de que los hospitales y las clínicas se abrumen, como algunos predicen que lo estarán, por el aumento de casos de COVID-19.

Irma me dijo que les solicita a sus dos hijos que usen cubrebocas al aire libre y explicó que le molesta que algunas personas se resistan desafiantemente a utilizarlos, incluso si eso significa que los trabajadores médicos de primera línea, como ella, corren un mayor riesgo.

“Es una locura”, dijo Irma. “El mundo entero parece estar loco”.

La enfermera que apareció para revisar mi historia clínica no dudó cuando le pregunté por qué tanta gente se ha resistido a usar cubrebocas.

“Déficit de conocimiento”, dijo Sherry, una enfermera certificada, y lo hizo con total naturalidad.

Para ella, los beneficios de los cubrebocas son claros, y una prueba de que la gente no ha entendido ese mensaje es que muchos han asistido a grandes reuniones sin mascarilla —incluidos los mítines del presidente Trump— y luego se enfermaron o murieron. El presidente, quien no ha usado una cubierta facial incluso después de convertir la Casa Blanca en un punto de transmisión y ser hospitalizado con COVID-19, se ha referido a los expertos en salud pública como idiotas, y dijo que pronto podría despedir al Dr. Anthony Fauci.

“Estoy bastante segura de que el Dr. Fauci tiene más conocimientos sobre el virus que el presidente”, manifestó Sherry.

Sin duda, pero como dijo Irma, el mundo se ha vuelto loco, o al menos Estados Unidos. Hemos pasado de una superpotencia a un remanso, con los consejos médicos descartados y la investigación científica burlada, y eso es solo para empezar.

Enseñamos a nuestros jóvenes a no insultar a las personas, a no burlarse, a no ser egoístas y a no mentir. Y luego elegimos a un presidente que no solo es el prototipo de todas esas cosas y hace que los fanáticos se sientan bastante bien consigo mismos, sino que es admirado por aproximadamente la mitad de los votantes de la nación por eso. ¿Somos lo suficientemente idiotas como para volver a elegirlo? Mientras escribo el martes, eso no está claro, y puede que tampoco lo sea para cuando usted esté leyendo esto.

Nunca pensé que vería un electorado tan dividido, o un presidente tan militantemente provocativo, que estaríamos colocando tablas en las ventanas de distritos comerciales desde California hasta Washington, D.C., en la víspera de las elecciones. Trump prometió un muro más alto y mejor hace cuatro años y finalmente lo ha cumplido; simplemente no sabíamos que se construiría alrededor de la Casa Blanca.

La división existe hasta en la sólidamente demócrata California. Huntington Beach se convirtió en una de las primeras capitales de la nación en la resistencia a los cubrebocas y en las demandas de abrir las puertas del comercio, incluso cuando los cadáveres se amontonaban.

Y en Redding perdura la resistencia a los buenos consejos médicos, liderada por la Iglesia Bethel, cuyos pastores son fanáticos de Trump. Pero como informaron mis colegas Hailey Branson-Potts y Anita Chabria, la iglesia propagaba tanto virus que las empresas de la ciudad se vieron obligadas a reducir sus operaciones para detener el aumento de nuevas infecciones.

“En las últimas semanas”, dice la nota, “la iglesia y su Escuela de Ministerio Sobrenatural Bethel (o BSSM por sus siglas en inglés) han reportado más de 300 casos de COVID-19, una escuela no acreditada que se centra en profecías y milagros. Ha sido el grupo de casos más grande en el condado de Shasta”.

Los funcionarios de Shasta culparon del aumento a las “condiciones de vida de hacinamiento de los estudiantes y el liderazgo que cuestiona públicamente la efectividad de los cubrebocas”.

Si no puede comprender que no usar mascarilla en medio de una pandemia mortal podría enfermar o incluso matar a alguien, es posible que la profecía no sea el punto fuerte de su escuela.

Compro mis cubrebocas en cajas de 50, y cuestan tres por un dólar. Sé que no me ofrecen protección completa ni a mí ni a nadie a quien me acerque, pero podrían ayudar a proteger a otros, incluidos los trabajadores de la salud cuyas vidas están en juego, es un pequeño precio que pagar, y solo un diminuto inconveniente utilizarlos. Por supuesto, también realizo distanciamiento social y evito las reuniones.

Es alarmante para mí que la carrera entre Donald Trump y Joe Biden haya sido un suspenso hasta el final, pero no creo que hubiera estado tan cerca si Trump hubiera sido lo suficientemente grande como para renunciar a actuar como tipo duro un tiempo y comportarse como lo habría hecho cualquier líder competente y adulto decente.

Todo lo que tenía que hacer era decir que el virus era demasiado grave para tomarlo a la ligera, y que, si actuamos colectivamente para distanciarnos y usar mascarilla, probablemente podríamos acelerar una reapertura gradual y planificada de manera inteligente de escuelas y negocios. Se podría haber evitado tanto sufrimiento, y la economía no habría recibido una paliza. Trump probablemente hubiera sellado su victoria.

Si pierde, su fanfarronería y su terquedad finalmente lo habrán acabado. Me pregunto si se arrepentirá de no haber mostrado un poco de humildad. Pero eso probablemente requeriría un milagro de la Iglesia Bethel.

Si gana, que Dios nos ayude.

Steve.lopez@latimes.com

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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