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Columna: WNBA, un lugar no reconocido

Las Vegas Aces center A'ja Wilson react
A’ja Wilson, pívot de Las Vegas Aces, encesta durante la primera parte de un partido de baloncesto de semifinales de la WNBA, el domingo 6 de octubre de 2024, en Las Vegas. (AP Photo/Ian Maule)
(Ian Maule / Associated Press)
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Todo comenzó con una fiesta de cumpleaños. Ese es el título del primer capítulo del libro Dear Black Girls, escrito por A’ja Wilson (dos veces campeona olímpica, tres veces nombrada MVP de la WNBA, y actual jugadora de Las Vegas Aces).

Este libro no es un libro de motivación personal, mucho menos un cuento de hadas (si eso es lo que estás buscando).

Este libro es un testimonio de invalidación, y también una partida que comenzó hace mucho tiempo y sigue sin ser reconocida.

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La bandera confederada aún ondeaba en lo alto de las calles de la ciudad de Hopkins, Carolina del Sur, cuando todo aquello comenzó.

Un día, en la escuela primaria, A’ja escuchó a sus amigas hablar de una pijamada en la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga.

Ella no había sido invitada aún, pero supuso que lo sería. A’ja y sus amigas esperaban con ansias el día.

De la nada, su mejor amiga y anfitriona le preguntó:

—¿Irás a mi fiesta? A’ja respondió emocionada:—¡No me lo perdería por nada del mundo!

Su amiga contestó:—Verás, es una pijamada, pero deberás dormir afuera. A’ja, inocente, replicó feliz:—¡Wow! ¡Será como acampar!—No, mi papá dice que tú deberás quedarte afuera.—¿Dormir afuera? —respondió aún sin comprender.—Sí, es que a mi papá no le gustan las personas negras, así que no podrás quedarte a dormir.

A’ja describe que no sabía siquiera qué significaba lo que su amiga acababa de decir. “¿No le gustan las personas como yo?”, continuaba preguntándose sin entender.

Esta fue la primera vez, pero no la última, en que se le negó un espacio, una habitación propia, literal y metafóricamente.

Hace algunos años, en mis días de universitaria en la clase de estudios de género, leímos uno de los ensayos que marcó una pauta en el enfoque que más tarde se convertiría en mi objeto de estudio más recurrente: Una habitación propia, escrito por Virginia Woolf. En él, la autora analiza cómo las mujeres, a lo largo de la historia, han carecido de espacios propios y adecuados.

Aunque Virginia tuvo acceso a diferentes formas de conocimiento a temprana edad, fue limitada por ser mujer. Su experiencia personal la llevó a escribir este ensayo, y muchos otros, en los que exploró temas como la depresión y la represión a través de una perspectiva feminista, ignorada tal como lo sigue siendo en nuestros días.

Virginia Woolf, en su libro A Room of One’s Own (por su título en inglés), dice que la mujer carece de un espacio individual. Woolf se preguntaba qué hubiese sido de la obra de Jane Austen de haber tenido una habitación propia para escribir sus obras, que, si bien se consideran clásicos de la literatura, fueron escritas bajo las restricciones sociales de la época. Esto se refleja en los temas de sus novelas, tales como Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad.

Estas fueron escritas en un cuarto oscuro bajo la luz tenue de una vela; Austen escondía sus escritos porque era mal visto que las mujeres lo hicieran.

No es casualidad que el ensayo de Woolf, Una habitación propia, se haya desarrollado de manera paralela a la situación de Austen. Esta paradoja sirve para explicar perfectamente la importancia de disponer de un lugar propio para la mujer. El ensayo de Woolf se convierte en una alegoría de la situación de Jane Austen, quien en sus libros hablaba de la importancia de la independencia económica de la mujer, el matrimonio restrictivo, y otros temas que también aborda Virginia Woolf.

“Solo queremos ser escuchadas cuando hablamos. Solo queremos ser respetadas cuando entramos a un cuarto. Solo queremos ser nosotras. ¿Es eso mucho pedir? No quiero tener que ser complaciente para que me escuchen. Quiero poder hablar de lo que sea, en cualquier espacio”

— A’ja Wilson, Dear Black Girls

En esta cita, A’ja clama por un lugar propio, en sentido literal y simbólico. Usa la palabra “cuarto” para referirse a esos espacios que han sido negados a todas las mujeres, y aún más a las mujeres de color.

Otro ejemplo de actos simbólicos sucedió cuando la leyenda y miembro del Salón de la Fama del baloncesto femenino, Sue Wicks, al no tener posibilidades de jugar profesionalmente en EE. UU.; vio que su única oportunidad era firmar con un equipo en el extranjero. Ella cuenta que uno de los equipos que intentó ficharla, al no tener un contrato formal a la mano, escribió el acuerdo en una servilleta. La ausencia de un lugar donde firmar y la falta de una línea bajo su nombre simbolizan el acto de no reconocimiento.

“Cuando yo era niña, no había mujeres visibles en la televisión practicando deporte. Nosotras creamos esa posibilidad”, dijo Sue Wicks, leyenda del baloncesto.

Aunque las cosas han progresado un poco, aún siguen existiendo espacios ausentes, por decirlo de forma suave.

Hasta hace poco, las campeonas consecutivas de la Asociación Nacional de Baloncesto Femenil, las Aces de Las Vegas, carecían de instalaciones adecuadas para entrenar.

Siendo campeonas de la liga, se pensaría que tienen todas las facilidades. Pero no solo económicas, sino también de infraestructura. Sus instalaciones fueron las primeras construidas para uso exclusivo de un equipo de la WNBA en más de 27 años.

El resto de los equipos no han corrido con “la misma suerte”. Hasta la fecha, son más los equipos que carecen de instalaciones adecuadas.

Un punto importante son los patrocinadores dispuestos a invertir en los equipos. Aún se considera algo “nuevo”, y por esa razón, el argumento se basa en la necesidad de saber si es un buen modelo de negocio.

En una conferencia de prensa, Nneka Ogwumike, ala-pívot de las Seattle Storm, fue cuestionada sobre qué más deberían hacer las jugadoras para conseguir patrocinadores y demostrar que vale la pena invertir en la liga. La jugadora respondió con otra pregunta al periodista:

—¿Qué crees tú que deberíamos hacer nosotras?

“Crecimos en un lugar donde se nos decía qué hacer, qué shorts usar: “Deberían usar faldas, deberían usar pantalones cortos”, etc. Yo solo pienso: estamos aquí para jugar baloncesto. A menos que quieras una línea de cinco puntos, realmente no sé qué más podamos hacer”.

La pregunta del reportero me recordó un término creado por Rebecca Solnit, escritora estadounidense que acuñó el término “mansplaining”, que se refiere a situaciones en que un hombre, de forma condescendiente, explica algún tema a una mujer que ya domina el asunto. En su libro Los hombres me explican cosas, cuenta una situación en la que un hombre, disfrutando de los privilegios de la masculinidad hegemónica blanca, le preguntó ufano qué pensaba de un libro que, sin saberlo, ella misma había escrito.


New York Liberty guard Sabrina Ion
La escolta de las New York Liberty Sabrina Ionescu sostiene el trofeo de campeonas después de que las Liberty derrotaran a las Minnesota Lynx en el quinto partido de la serie final de baloncesto de la WNBA, el domingo 20 de octubre de 2024, en Nueva York. (AP Photo/Pamela Smith)
(Pamela Smith / Associated Press)

Este año, la WNBA abrió la temporada con el mayor número de asistentes en 26 años, así como con los encuentros más vistos en la historia de la liga.

Este crecimiento sin precedentes no hubiera sido posible sin las jugadoras que construyeron los cimientos para las futuras generaciones.

“Ahora es importante para nosotras seguir llevando la antorcha para poder encender la de las otras”

— Lisa Leslie, leyenda de la WNBA

Después de los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, surgieron rumores: era posible que las jugadoras no tuvieran que ir al extranjero para jugar después de que el equipo estadounidense lograra la medalla de oro, demostrando al mundo que podían competir a un alto nivel. Fue entonces cuando la NBA decidió incluir la primera liga profesional femenina de baloncesto: la WNBA.

Si bien figuras como Caitlin Clark, Angel Reese, Cameron Brink y el resto de la clase de novatas de 2024 han contribuido significativamente a la visibilidad de la liga, así como al crecimiento de la audiencia, la asistencia y la venta de mercancía, este éxito no habría sido posible si la pelota de baloncesto no hubiera seguido botando gracias a sus precursoras.

“Supe que podíamos cambiar el baloncesto femenino, por mucho tiempo las jugadoras lo merecían. Ha habido tanto talento, jugadoras increíbles a las que crecí viendo, y ellas no tuvieron la atención que merecían”, dijo Reese. “Hay tantas mujeres con las que he jugado a lo largo de mi carrera que merecen un lugar en esta liga con instalaciones como esta. Cada mujer debería poder entrar, tener acceso a un vestuario y un espacio seguro”.

La historia de estas jugadoras habla de determinación, trabajo duro y dedicación, pero también de lucha constante, insatisfacción y decepción. Si estas jugadoras no son reconocidas, no tendrán lugar alguno.

Mientras pongo punto final a esta columna, recuerdo el deseo y la necesidad de expresar la impotente sensación de no sentirse escuchada dentro del bullicio de una sociedad caótica y difícil de complacer. Escribir se vuelve especialmente aterrador cuando lo haces dentro de espacios opresivos tales como las redes sociales. Respiro profundamente para calmar la ansiedad provocada por el ruido del lugar en el que me encuentro, ya que, como tantas otras, carezco de una habitación propia.

Wendy Arellano es periodista y expeleadora de artes marciales mixtas que ha escrito sobre deportes de combate, roles de género y sexualidad para múltiples publicaciones en su natal México.

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