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La amenaza terrorista contra el LAUSD en 2015, creo confusión y caos en la cadena de mando

El entonces superintendente de las escuelas de Los Ángeles Ramón Cortines, con gorra y en el centro de la imagen, con Jim McDonnell, sheriff del condado de Los Ángeles, a la derecha; Charlie Beck, jefe de la policía de Los Ángeles, en el fondo, y el presidente de la Junta Escolar, Steve Zimmer, durante el cierre total del LAUSD por 24 horas, el 14 de diciembre de 2015.

El entonces superintendente de las escuelas de Los Ángeles Ramón Cortines, con gorra y en el centro de la imagen, con Jim McDonnell, sheriff del condado de Los Ángeles, a la derecha; Charlie Beck, jefe de la policía de Los Ángeles, en el fondo, y el presidente de la Junta Escolar, Steve Zimmer, durante el cierre total del LAUSD por 24 horas, el 14 de diciembre de 2015.

(Luis Sinco / Los Angeles Times)
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Un informe interno sobre el cierre total sin precedentes llevado a cabo en las escuelas de Los Ángeles debido a una amenaza terrorista revela una confusa cadena de mando entre el distrito escolar y los funcionarios municipales, la cual dificultó la capacidad para evaluar el riesgo con rapidez y decisión.

Finalmente, los funcionarios del distrito tomaron una decisión prudente con respecto a la amenaza, que, como se sospechó desde el principio, resultó ser falsa. En Nueva York, las escuelas de la ciudad recibieron la misma amenaza por correo electrónico y permanecieron abiertas.

Una vez que se tomó la decisión de cerrar las escuelas de Los Ángeles, el proceso de cierre total (lockdown) del segundo sistema escolar más grande del país, que afectó las rutinas diarias de más de un millón de personas, se desarrolló con notable fluidez y calma: los autobuses escolares regresaron o nunca salieron del garaje; los empleados se fueron a casa o se quedaron en sus hogares; los estudiantes y los padres de familia hicieron planes de contingencia; los medios de comunicación y los funcionarios difundieron la información. Los oficiales examinaron casi 1,000 escuelas.

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Pero parte de este éxito se debió a que no existió ninguna emergencia real. El informe reconoce serios problemas logísticos fuera de la vista del público que podrían haber importado en una crisis real.

El reporte, publicado en respuesta a una solicitud de registros públicos de Los Angeles Times, afirma que los funcionarios del distrito y los agentes de la policía actuaron rápidamente para enfrentar la amenaza, implementando recursos impresionantes para afrontar la situación. Pero los organismos policiales se hicieron a un lado sobre la cuestión de cerrar las escuelas y dejaron la decisión a los funcionarios escolares, que carecían de formación para evaluar el peligro.

El distrito también se encontraba en medio de una transición de liderazgo, lo cual dificultó la toma de decisiones. El superintendente de Los Ángeles, Ramón Cortines, estaba a punto de jubilarse y había cedido el control diario a su segundo, Michelle King (quien, aproximadamente un mes más tarde, sería nombrada su sucesora). Esta situación inestable afectó de forma crucial la manera en cómo se desarrollaron los hechos.

Cortines ni siquiera fue notificado de la amenaza hasta las 4:55 a.m., casi siete horas después de que fuera conocida inicialmente, momento en el cual tuvo que hacer una llamada instantánea, justo antes del inicio de la jornada escolar.

“Visto en retrospectiva, hubiera sido prudente informar a otros miembros del personal ejecutivo clave del distrito y al superintendente escolar en las primeras etapas de la investigación, para permitir mejores consideraciones administrativas y operativas”, concluye el informe.

El estudio no especifica cuándo fue notificada King por primera vez, ni señala cuántos intentos, si es que los hubo, se hicieron para contactarla. El lenguaje del informe se basa repetidamente en la voz pasiva, lo cual hace imposible determinar con exactitud quiénes tomaron decisiones importantes dentro del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD). El Times incorporó información adicional a través de entrevistas con los protagonistas principales.

El drama comenzó a las 10:01 p.m. del lunes 14 de diciembre, cuando Steve Zimmer, presidente de la Junta Escolar, recibió la amenaza por correo electrónico. En ese momento él estaba utilizando su computadora y no sabía que la amenaza también había sido enviada a otros miembros actuales y anteriores de la Junta, y al sistema escolar de la ciudad de Nueva York.

“Le envío un correo electrónico para informarle de los acontecimientos del martes, 12/15/15”, comienza el email. “Algo grande va a suceder. Algo muy grande. Llegará a los titulares nacionales. Tal vez incluso a los internacionales”.

El correo electrónico entonces hablaba de un deseo de vengar el acoso sufrido por ser musulmán. El emisor se comprometió a detonar bombas hechas con ollas de presión escondidas en mochilas, liberar gas neurotóxico en la hora del almuerzo y desplegar ataques con más de 30 personas armadas con “fusiles Kalashnikov, pistolas ametralladoras Glock 18 y varias granadas de mano”.

A las 10:17 p.m. Zimmer avisó al jefe de la policía escolar, Steven K. Zipperman. Once minutos después, Zipperman notificó al Departamento de Policía de Los Ángeles. Para las 10:41 p.m., la Unidad de Crímenes Mayores del LAPD y el FBI estaban involucrados.

Desde el principio, “el objetivo era identificar al remitente y la fuente antes del comienzo de la jornada escolar”, indica el informe. “Mientras que la amenaza ‘en general’ parecía improbable, partes de ésta eran inquietantes”. Más allá de ello, había temor de que hubiera un “lobo solitario” ahí afuera, con la intención de causar daño días después del ataque terrorista que había matado a 14 personas en San Bernardino.

Para las 2:30 a.m., los técnicos en informática y los investigadores policiales determinaron que la amenaza provenía de un servidor internacional, al parecer en Alemania, aunque podría haber sido canalizado ahí por alguien en los Estados Unidos que trataba de encubrir sus huellas. Si ese caso la estrategia al parecer funcionó, ya que el FBI no ha efectuado ningún arresto.

A pesar de que el informe evita el tema, está claro, en base a las entrevistas, que Zimmer y Zipperman desempeñaron papeles fundamentales, incluida la demora en la notificación a Cortines. “Para mí, la urgencia era conseguir que llegara a las manos de la policía y, por supuesto, estar allí para trasmitir mi urgencia y preocupación”, Zimmer le dijo a The Times. “Hasta que su determinación fue que teníamos que tomar una decisión sobre el cierre de todas las escuelas, no pensé que debíamos despertar al superintendente en mitad de la noche”.

Zimmer también reconoció sus limitaciones en la evaluación de la situación: “No tenía capacidad para evaluar este tipo de amenaza. No tenía conocimiento alguno que ofrecer y ninguna capacidad para realmente tomar la decisión de despertar al superintendente.”

King aparece por primera vez en la línea de tiempo del distrito como parte de una conferencia telefónica realizada a las 4:41 a.m. con Zipperman y Zimmer, aunque es probable que ya hubiera sido notificada. Después de ello, King se negó a ser entrevistada sobre el incidente, y un representante del distrito afirmó el viernes pasado que la superintendente actual no estaba disponible para comentar.

“En base a la conferencia telefónica, se decidió considerando el mejor interés para la seguridad de los estudiantes y el personal del LAUSD que todos los planteles escolares debían ser revisados antes de que ingresara cualquier estudiantes o personal”, afirma el informe. “Debido al alcance y la magnitud de la recomendación final para verificar y comprobar todas las escuelas, un cierre total del distrito era la única opción”.

En este punto, los organismos policiales no estaban dispuestos a desacreditar completamente la amenaza o decirle al distrito qué hacer. Zimmer afirmó que comenzó a darse cuenta, junto con King y Zipperman, que la decisión iba a caer en manos del distrito. King tenía la autoridad para cancelar las clases, pero el triunvirato decidió concederle la autoridad a Cortines.

La situación se desarrolló de forma diferente en la ciudad de Nueva York, donde la máxima autoridad recaía en el alcalde, quien obligó a William J. Bratton, comisionado de policía, a tomar una decisión en base a sus conocimientos. Bratton decidió que no era necesario cerrar ninguna escuela.

En Los Ángeles, Cortines despertó y llamó a una conferencia telefónica que incluyó a Zimmer, King, Zipperman y Earl Paysinger, jefe adjunto del LAPD, de acuerdo a las entrevistas.

Paysinger no proporcionó ningún asesoramiento sobre qué hacer, dijo Cortines. Su papel, al parecer, era simplemente ofrecer apoyo para lo que decidiera Cortines. “Hablaron sobre la participación del FBI”, afirmó. “Y dijeron: ‘Esto todavía está bajo investigación’. Estas son las palabras que utilizaron conmigo”.

“El tiempo estaba en mi contra”, prosiguió Cortines. “La partida de los autobuses estaba en mi contra. Si iba a hacer algo, sabía que lo tenía que hacer rápidamente”.

También había peligro en la cautela excesiva. Un esfuerzo torpe para cerrar las escuelas sería vergonzoso, y el distrito corría el riesgo de perder $30 millones de dólares por el día perdido de asistencia de los estudiantes (más tarde, el estado retiró esa penalización).

Durante el transcurso del día, el usualmente elegante Cortines, en zapatillas y una gorra de color amarilla, se convirtió en el rostro del liderazgo constante, respaldado literal y figurativamente por una falange de funcionarios municipales y agentes policiales.

Pero las cosas no estaban tan bien como aparentaban. Aunque el LAUSD ha sido elogiado por sus respuestas rápidas a las crisis, no estaba completamente preparado para cerrar todo el sistema. “La [policía escolar] carecía de un adecuado plan de respuesta permanente”, indica el informe.

Los problemas técnicos también limitaron el alcance de los mensajes automáticos que fueron emitidos. El personal de cafeterías se presentó a sus funciones. El distrito no pudo rastrear la ubicación de sus 1,300 autobuses escolares.

En el centro de emergencia, “el personal de respuesta experimentó dificultades para entrar a varios sistemas del distrito”, los cuales eran lentos y sufrían de “conexiones perdidas intermitentemente”, indica el informe. Demasiadas personas deseosas de ayudar inundaron el centro de comando.

“Algunos equipos fallaron, algunos ordenadores funcionaban lentamente, la conferencia telefónica no funcionaba y sólo un tercio de las personas” en el centro de emergencia tenían acceso a las computadoras, señala el informe.

El personal del distrito ha abordado algunos de los problemas y está intentando obtener financiación para otras reparaciones, según el informe parcialmente corregido, con fecha 4 de octubre del corriente año y elaborado por Zipperman y el superintendente adjunto Earl R. Perkins.

Cuando se anunció que había pasado el peligro y que el centro de emergencia se había cerrado, surgió un problema más al final de la tarde: no se habían llevado a cabo las entregas de leche y pan del día siguiente para las cafeterías (por razones de seguridad, estas entregas generalmente se realizan en horas diurnas). Un agotado cuerpo policial se volvió a reagrupar y escoltó a los camiones de comida a sus destinos. A la mañana siguiente, cuando los estudiantes regresaron a la escuela, su desayuno los estaba esperando.

Traducción: Diana Cervantes

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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