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Los supremacistas blancos ganan visibilidad en la era Trump

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“Ku Klux Klan” (KKK), “neonazis”, “nacionalistas blancos” o su marca más joven, “derecha alternativa”. Los supremacistas de EEUU se agrupan bajo diferentes nombres pero convergen en una idea que gana terreno en la era de Donald Trump: el país les pertenece.

Centenares de estos extremistas marcharon con antorchas y cánticos nazis en Charlottesville (Virginia) el pasado viernes, en la víspera de una protesta convocada por Jason Kessler, nueva figura del nacionalismo blanco, contra la retirada de una estatua del general confederado Robert E. Lee.

“La principal razón de la protesta es la estatua. Se trata de genocidio blanco. Del reemplazo de nuestra gente, cultural y étnicamente”, decía Kessler en las redes sociales horas antes del encuentro, atizando el miedo con el que atraen a nuevos seguidores: la diversidad creciente del país amenaza la cultura blanca cristiana.

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Defender los monumentos a la Confederación, al menos 700 en 31 estados, se ha convertido en caballo de batalla común de los grupos supremacistas, que han hecho de estas estatuas y fuentes el epicentro de sus convocatorias.

“Creen que estos monumentos son parte de la herencia blanca y sureña y quieren preservarla. Mientras que los que piden retirarlos creen que son un símbolo de la opresión a los afroamericanos”, explica a Efe Marilyn Mayo, investigadora del extremismo en la Liga Antidifamación, ONG histórica en la lucha contra el antisemitismo.

La otra razón por la que han hecho suyo el movimiento contra la retirada de la simbología confederada es porque saben que estar en esas protestas les garantiza una cobertura mediática que, de otra manera, no tendrían.

“La mayoría de la gente no busca en internet grupos extremistas, pero el interés en ellos crece si salen en las noticias. Su objetivo es aparecer en los medios y que potenciales simpatizantes los busquen en la red. Participar en estas protestas les da la oportunidad de ser vistos y reclutar a nuevos miembros”, indica a Efe Andrew Selepak, profesor en la Universidad de Florida y experto en el uso de Internet por parte del KKK.

En esta ocasión, la polémica de ya cinco días sobre la ambigüedad del presidente Donald Trump hacia estos grupos les ha dado una exposición mediática constante: sus nombres y símbolos las 24 horas del día en televisión, radio, prensa y digitales.

“Estoy convencido de que cuanta más prensa les das, mejor les va. No importa si es buena o mala prensa. Cada vez que Trump habla del tema se abre otro ciclo de noticias, otro día entero de publicidad gratuita”, comenta a Efe William Fulton, experto en terrorismo doméstico de ultraderecha.

El presidente, a diferencia del fiscal general Jeff Sessions, ha evitado calificar de “terrorismo doméstico” el ataque del sábado, cuando un joven blanco neonazi mató con su coche a una joven e hirió a 20 personas que protestaban contra la concentración supremacista.

Sus sorprendentes palabras de ayer, equiparando a los que participaban en esa marcha con los que acudieron a rechazar su racismo, fueron ampliamente celebradas en las redes sociales por los supremacistas, que de nuevo acapararon titulares cuando su figura quizás más conocida, el exlíder del KKK David Duke, agradeció a Trump su condena “a los terroristas de izquierda”.

El número de grupos supremacistas blancos ha crecido en EEUU desde el cambio de siglo ante las proyecciones demográficas que indican que los blancos dejarán de ser mayoría en el país en el 2040, según un informe del Southern Poverty Law Center (SPLC), la ONG que estudia con más detalle el extremismo en la nación.

Ese aumento se aceleró en 2009, cuando el primer presidente negro, Barack Obama, llegó a la Casa Blanca y ha vuelto a repuntar en los dos últimos años “en parte por una campaña presidencial que coqueteó mucho con ideas extremistas”, indica el documento.

“El repunte está vinculado a la victoria de Trump. Estos grupos creen que comparte sus ideas sobre frenar la inmigración no blanca y detener el globalismo. Creen que este es el momento de que se oiga su mensaje”, señala Mayo.

Fulton cree que los números no han cambiado tanto como la visibilidad de estos grupos, en el centro del debate político nacional tras medio siglo relegados a la marginalidad.

“Lo que estamos viendo es un aumento en la publicidad. Y que muchos grupos que antes no se asociaban se unen ahora en las causas que consideran comunes por su visión compartida del momento que representa para ellos la Administración Trump”, explica.

Sus nuevos lemas confirman esa voluntad: “Unir a la derecha” era el nombre de la protesta de Charlottesville, una demostración de fuerza del supremacismo blanco cuyas imágenes evocan los momentos más oscuros del racismo en Estados Unidos.

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