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Por qué la respuesta de Trump ante la muerte de cuatro soldados fue un error

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El presidente Trump guardó silencio durante casi dos semanas acerca de las muertes de cuatro soldados estadounidenses, mientras encontró tiempo para tuitear sobre “noticias falsas” y la recaudación de fondos de los republicanos, atacar a los puertorriqueños y a un senador republicano, entre otras cuestiones, además mantener sus quejas contra los jugadores profesionales de fútbol americano.

Cuando finalmente habló, el lunes, sobre el incidente de combate más mortífero en lo que va de su presidencia -y sólo como respuesta a la pregunta de un reportero- Trump inició un escándalo que envolvió a su jefe de gabinete, a sus predecesores de ambos partidos, a una congresista de Florida y ahora a una de las familias dolientes a quienes se les pidió honrar.

La lenta y descuidada respuesta de Trump a la muerte de los soldados emboscados el 4 de octubre pasado en Níger, en el norte de África, ilustró los peligros de su estilo de gobierno intempestivo, la desorganización dentro de la Casa Blanca y su negativa a retractarse ante las críticas. “Es exactamente la forma incorrecta de manejar este tipo de situación”, aseguró Leon E. Panetta, quien se desempeñó como secretario de Defensa durante el gobierno del expresidente Obama y fue jefe de Gabinete para el presidente Clinton.

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El miércoles, el primer mandatario estuvo envuelto en una batalla pública con una congresista demócrata de Florida y la madre del soldado caído, sargento del Ejército La David T. Johnson, por la presunta insensibilidad de su pésame, efectuado el día anterior.

Las acciones del presidente trasladaron las funciones -normalmente privadas y sombrías- de un comandante en jefe que consuela a las familias militares afligidas, hacia una arena política muy pública. La disputa con los Johnson y con la congresista, la representante Frederica Wilson, de Florida, siguió a sus declaraciones efectuadas el lunes y el martes, en las cuales sugirió que sus predecesores no habían hecho llamadas similares de forma regular y cuestionó si Obama había llamado al general retirado John F. Kelly, jefe de Gabinete de Trump, cuando éste perdió a un hijo en Afganistán, en 2010.

La secretaria de Prensa, Sarah Huckabee Sanders, culpó a la oficina de protocolo militar de la Casa Blanca por la demora en contactar a las cuatro familias, a los medios por sensacionalizar el tema, y a la congresista -que estaba con la esposa de Johnson, Myeshia, cuando ésta recibió la llamada de Trump- por politizar el tema. Pero otros, tanto del círculo del primer mandatario como externos, lo responsabilizaron directamente a él y sus asesores.

“Este es un fracaso del personal presidencial”, aseveró Sam Nunberg, un exasesor político. “El mandatario haría estas llamadas si el tema llegara a su escritorio. Irónicamente, su nuevo jefe de Gabinete, John Kelly, quien hace hincapié en que controla todo el flujo de información que recibe el presidente, le ha fallado en esta situación”.

Un exfuncionario de la administración que pidió hablar en condición de anonimato criticó a Wilson, pero también sugirió que ésta era otra de las frecuentes heridas autoinfligidas de Trump. “Hay algunas cuestiones obvias acerca de qué hacer y qué no”, destacó la fuente.

Un funcionario de la Casa Blanca confirmó que un asesor de seguridad nacional redactó una declaración sobre las muertes un día después de la emboscada, pero que Trump nunca la emitió públicamente; sus asistentes decidieron que Sanders, en cambio, lea un comunicado en su sesión informativa diaria.

Para Kelly, verse involucrado en la controversia es particularmente conmovedor, dada su propia pérdida de un hijo y su conocida renuencia a hablar de ello. Sanders no manifestó si Trump había conversado con el jefe de Gabinete antes de invocar el fallecimiento del teniente segundo Robert Kelly para implicar una crítica a Obama, pero sí expresó que el funcionario estaba “disgustado por la forma en que la cuestión ha sido politizada”.

Los cuatro soldados murieron mientras patrullaban con cerca de 20 tropas nigerianas. Los decesos de tres de ellos -el sargento de escuadra Bryan C. Black, de 35 años; el sargento de escuadra Jeremiah W. Johnson, de 39; y el sargento de escuadra Dustin M. Wright, de 29, se anunciaron poco después del ataque.

El Pentágono inicialmente no divulgó información sobre la emboscada, o el hecho de que había un cuarto soldado desaparecido. Los sobrevivientes notaron su ausencia después de que se retiraron de la región fronteriza de Níger, cerca de Mali, conocida por el contrabando de drogas, la trata de personas y varias milicias extremistas, incluidas algunas aliadas de Al Qaeda y Estado Islámico. El cuerpo de Johnson fue hallado dos días después por los locales, luego de que se lanzara una búsqueda exhaustiva.

Sanders mencionó a los tres primeros soldados -aunque no por su nombre- en una rueda de prensa al día siguiente, y al cuarto un día después, y aseguró a los periodistas que Kelly había actualizado a Trump “constantemente en esta situación a medida que evolucionaba”.

Pero Trump no habló ni tuiteó sobre el tema durante 12 días, hasta que se le preguntó durante una conferencia con medios, el lunes último, por qué no había mencionado nada. En lugar de responder directamente a la pregunta, el primer mandatario intentó desviar la culpa a sus predecesores, y resaltó que otros presidentes no habían hecho una práctica de llamar regularmente a las familias de las víctimas, al tiempo que insistió en que él si lo había hecho.

“El punto de foco no debería estar en el presidente, ni tampoco en los mandatarios anteriores”, observó Panetta.

Exempleados de Obama, George W. Bush y Clinton se enfurecieron y dieron testimonio público de los contactos de sus antiguos jefes con las familias dolientes. Los asistentes de Trump fueron sorprendidos con la guardia baja; el exfuncionario de la administración que pidió no ser mencionado en este artículo lo denominó un “momento de incomodidad”.

El historiador presidencial Douglas Brinkley resaltó que el nivel de atención de los mandatarios a las familias de los soldados caídos dependía en parte de la magnitud de las bajas y la tecnología de cada época. Era imposible que los presidentes, durante las grandes guerras, consolaran personalmente a decenas de miles de familiares, consideró; mientras que líderes modernos, como Clinton, Bush, Obama y Trump -ninguno de los cuales sirvieron en combate- soportan una carga mayor con las condolencias, tanto a nivel público como privado.

El presidente Carter, dijo, trató de contactar incluso a los parientes lejanos de los rehenes de Irán; y Dwight D. Eisenhower, mientras era comandante supremo de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, ponía música clásica los domingos mientras escribía cartas para los parientes de los fallecidos.

Hasta la era Trump, estos contactos generalmente se hacían discretamente. El actual mandatario “abarató el proceso al permanecer en silencio y luego hablar al respecto”, expuso Brinkley.

Por su parte, Sanders afirmó que Trump se sintió conmovido por la pérdida de vidas. “Nunca será suficiente lo que un presidente pueda hacer por las familias de aquellos que mueren en acción”, dijo.

Desde que Trump asumió el cargo, 19 personas han sido asesinadas en acción en seis países: Irak, Afganistán, Siria, Yemen, Somalia y Níger. La patrulla emboscada en Níger tenía la intención de reunirse con líderes locales para discutir sobre la seguridad, cuando fue atacada por unos 50 militantes que, según se cree, están afiliados a las fuerzas de Estado Islámico. Estos dispararon ametralladoras y arrojaron granadas propulsadas por cohetes desde camiones y motocicletas.

Los soldados, muchos de ellos de las Fuerzas Especiales del Ejército, pidieron apoyo de helicópteros y aviones de combate franceses, puesto que las aeronaves de ataque estadounidenses no estaban en la región. Cuatro soldados nigerinos también fueron asesinados y otros ocho resultaron heridos.

Dos soldados estadounidenses sufrieron lesiones. Todas las bajas pertenecían al Tercer Grupo de Fuerzas Especiales, con sede em Ft. Bragg, Carolina del Norte.

El ataque mortal llamó la atención sobre la poco conocida presencia militar de Estados Unidos en Níger, un país desértico empobrecido. Alrededor de 800 soldados de los Estados Unidos están desplegados allí. Las bajas fueron un duro golpe para la comunidad de operaciones especiales insulares, que soporta cada vez más la carga de las operaciones antiterroristas del país en el extranjero.

En total, hay equipos de operaciones especiales de los EE.UU. desplegados en 124 países con el fin de capacitar, asesorar y ayudar a fuerzas amigas, aunque la mayoría se concentra en África y Medio Oriente. Trump ha adoptado operaciones especiales y otorgado a los comandantes militares mayor autoridad para lanzar ataques en Yemen y Somalia.

A fines de enero, el jefe sénior de los Navy SEAL William “Ryan” Owens, fue asesinado en una misión nocturna en Yemen que salió mal. Los ataques aéreos de los EE.UU. dirigidos a militantes mataron a más de una docena de civiles, incluidas mujeres y niños, y un avión estadounidense valuado en $70 millones de dólares fue destruido.

Trump autorizó la emboscada menos de una semana después de asumir el cargo, y la administración ha dicho repetidamente que ésta fue un éxito porque los Estados Unidos recuperaron una valiosa inteligencia. El padre de Owens criticó públicamente la redada, pero su viuda aceptó una invitación para asistir al primer discurso del mandatario en el Congreso, días después.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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