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El aliento pegado al cristal, la espera ante la embajada de Venezuela

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EFE

Hacen una especie de túnel con las manos, pegan su cara al cristal y tratan de distinguir si todavía hay alguien dentro de la embajada de Venezuela en Washington. Saben que Nicolás Maduro ha ordenado su cierre, pero unos pocos venezolanos esperan fuera con la esperanza de renovar su pasaporte.

A cuentagotas, uno detrás de otro, venezolanos de diferentes partes del país van llegando al edificio de Washington donde se encuentra la embajada y uno de los consultados.

Suben seis escalones de cemento gris y, en las puertas de cristal, se encuentran con un cartel blanco con un sello azul que, en inglés y en español, proclama: “Por medio de la presente, se informa de que no habrá Servicio Consular en esta sede hasta nuevo aviso. Gracias”.

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Hace frío y se frotan las manos para tratar de entrar en calor. El rumor entre los que esperan es que, esta mañana, alguien abrió la puerta y dejó pasar a otros que aguardaban.

De momento, la puerta continúa cerrada y los venezolanos culpan al par de periodistas que están husmeando fuera: creen que el personal de la embajada puede ver a la prensa a través de unas cámaras de seguridad pegadas a las paredes de la legación y, por eso, no les dejan entrar.

María Manríquez, de 29 años, accede a hablar con Efe, pero prefiere alejarse del edificio de ladrillo de la embajada por miedo a que los funcionarios venezolanos se nieguen a atender a su marido.

Al final de la calle, María explica que los dos han venido a Washington desde Carolina del Norte porque él está pendiente de que le den una “prórroga” para su pasaporte.

“El pasaporte se le vence -dice- y los funcionarios no te dan un pasaporte nuevo. Lo que te dan es una extensión del pasaporte, te pegan en el pasaporte vencido una estampita que vence en dos años. Es decir, que en dos años se puede ir a renovar el pasaporte, si es que todavía están renovando o qué sé yo”.

María y su marido han decidido hacer el viaje de cinco horas en coche desde Carolina del Norte hasta Washington D.C., porque el autoproclamado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, pidió a los funcionarios venezolanos en EE.UU. que sigan en sus puestos de trabajo y desconozcan la decisión de Maduro.

Este jueves, Maduro ordenó a los diplomáticos venezolanos que salgan del país y ordenó cerrar su embajada y consulados.

“El presidente interino dijo que el personal debe permanecer aquí para los venezolanos. Y nosotros, nos venimos a ver si alguien quería quedarse y hacer caso omiso de Maduro”, indica María.

Al ser preguntada sobre si apoya a Guaidó, la venezolana se aclara la voz y contesta: “Por supuesto, al cien por ciento. Es la única esperanza que nos queda para salir del socialismo”.

Hace dos años, María y su marido dejaron su ciudad natal de Valencia, en el estado Carabobo (centro-norte), debido a que la situación se volvió “insoportable”: sus padres que trabajaban en el sector petrolero se quedaron sin trabajo y la escasez les dejó sin comida ni medicamentos.

“Pero -destaca- la gota que colmó el vaso fue que vimos cómo mataban a una persona por un celular enfrente de nuestra casa. Eso fue lo que nos hizo salir, el miedo a perder nuestra vida”.

Todavía tienen familia en Venezuela. Los dos han conseguido trabajo en el país: él es ingeniero industrial y ella está empleada en una clínica dental, lo que les permite enviar dinero de vuelta al país y mantener así a una familia que fue “súper próspera” en otros tiempos, pero que ahora está “a la espera”, según María.

El pequeño grupo de venezolanos compuesto por el esposo de María, otro hombre y dos mujeres sigue aguardando.

Puede ser su última oportunidad en mucho tiempo para tramitar el pasaporte: Maduro ha roto relaciones con EE.UU., aunque el Gobierno de Donald Trump no reconoce esa orden y mantiene que el único presidente “legítimo” es Guaidó y que la toma de posesión de Maduro el 10 de enero no es valida al ser fruto de unas elecciones “fraudulentas”.

Por orden de Maduro, los diplomáticos venezolanos deben dejar el país antes del domingo.

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