México — A 134 se ha elevado la cifra de fallecidos por la explosión de una toma clandestina en un oleoducto en Tlahuelilpan el pasado 18 de enero, informó el gobierno del estado mexicano de Hidalgo, en el centro del país.
Una persona que resultó herida falleció este día a raíz de las heridas sufridas en la explosión, indicó el gobierno de Hidalgo en un comunicado.
Las autoridades del estado confirmaron que todavía se encuentran nueve personas bajo atención médica en los hospitales, una en estado de extrema gravedad, dos en condición grave, tres con reporte delicado y tres más estables.
En el sitio de la explosión en Tlahuelilpan, perdieron la vida 68 personas, y el resto de los fallecimientos ha ocurrido en los hospitales a donde fueron trasladados, incluidos tres menores que fueron llevados a Galveston (Texas, EE.UU).
Sólo cinco de los heridos que fueron hospitalizados por la explosión han recibido el alta médica.
Las autoridades judiciales de Hidalgo mantienen abiertas un total de 69 investigaciones en relación las personas que no han sido identificadas o que fueron declaradas desaparecidas por sus familiares tras haberlas visto en el lugar de la explosión.
Se han practicado pruebas de ADN a alrededor de 150 personas con fines de identificación de los fallecidos.
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Soldados observan resguardan la zona del incendio. Una toma clandestina en un ducto de la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) explotó en Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, a unos 100 kilómetros (62 millas) al norte de Ciudad de México; decenas de personas murieron calcinadas.
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Una bola de fuego envolvió a los lugareños que robaban la gasolina que escapaba del ducto en cubetas, botes de basura y cuanto recipiente tenían a la mano.
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Para el sábado por la noche la cifra de muertos era de 76, según autoridades. Al menos otras 74 personas continuaban heridas y decenas más estaban desaparecidas; 54 cadáveres no habían sido identificados.
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Diversos videos y fotos muestran el incendio que alcanza gran altura en la noche, mientras gente gritaba y huía corriendo de la explosión, algunas envueltas en llamas y agitando los brazos.
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Apenas controlado el incendio, decenas de personas buscaban en el campo chamuscado los restos de familiares y amigos.
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Los expertos forenses continuaban separando y contando los cadáveres carbonizados que estaban encimados mientras los parientes y amigos de quienes se creen que han muerto se reunían alrededor del lugar donde ocurrió la tragedia.
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A pocos metros de donde el ducto de gasolina pasaba por un campo de alfalfa, muchos cadáveres quedaron encima de otros, quizá porque las víctimas, antes de morir, tropezaron unas con otras o intentaron ayudarse cuando se incendió el géiser de gasolina.
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Cerca del lugar de la explosión, los trabajadores forenses marcaban con números montículos de cenizas.
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Pocos cadáveres estaban juntos como si estuvieran unidos en un abrazo de muerte. Zapatos sueltos estaban diseminados en una superficie del tamaño de una cancha de fútbol, así como recipientes de plástico fundidos que las víctimas habían llevado para recoger la gasolina que salía del oleoducto.
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Varias personas esperan noticias de los cuerpos rescatados tras el incendio...
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Varios de los fallecidos quedaron boca arriba, con los brazos extendidos, indicio de su agonía. Algunas víctimas al parecer se cubrieron el pecho en un último intento para protegerse de la explosión.
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Personas buscan a sus familiares en el área del incendio. Antes de la explosión, centenares de personas se habían reunido en el campo donde un ducto fue perforado por ladrones de combustible. La escena tenía ambiente de fiesta y el chorro de gasolina alcanzaba los seis metros de altura.
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La tragedia ocurrió apenas tres semanas después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzara una ofensiva contra grupos delictivos que roban combustible y que han efectuado peligrosas perforaciones en ductos de combustible para instalar tomas clandestinas.
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Los ladrones especializados en combustible que perforan las tuberías por lo general se llevan su botín en camiones. Pero en los últimos días, debido a las acciones del gobierno contra las redes del robo de combustible, los grupos delictivos perforan los ductos e invitan a los lugareños a que les ayuden a llevarse el combustible.
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El secretario de Defensa de México, Luis Cresencio, dijo que 25 militares llegaron a la escena antes de que una gigantesca bola de fuego estallara en un ducto perforado ilegalmente. Al menos 600 civiles llegaron al ducto para robar combustible y no hicieron caso a las advertencias. Los soldados no intervinieron porque eran superados en número.
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Expertos forenses continúan peinando el área en busca de restos, muchos de los cuales quedaron reducidos a cenizas.
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Los soldados tienen órdenes de no involucrarse con ladrones de combustible por temor a que una escalada pueda dar como resultado civiles heridos por disparos o soldados golpeados por una multitud.
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Un testigo de la explosión relató que los civiles ignoraron las advertencias de los soldados para mantenerse alejados de un géiser de gasolina que luego explotó y calcinó a decenas de personas: “Somos necios”, dijo Gerardo Pérez Gutiérrez.
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Tlahuelilpan, de 20,000 habitantes, se ubica 14,5 kilómetros de la refinería de Tula que pertenece a Pemex. El director general de Pemex, Octavio romero, dijo que el ducto fue perforado cuando se desplazaban en él unos 10,000 barriles de gasolina Premium con una presión de 20 kilogramos.
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El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador informó que la Procuraduría General de la República investigará la perforación ilegal de un gasoducto cuya explosión causó la muerte de decenas de personas.
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Tras la tragedia, es probable que ahora se intensifiquen aún más los esfuerzos para acabar con la extracción ilegal de combustible, calculada en 3,000 millones de dólares anuales.
(ALFREDO ESTRELLA / AFP/Getty Images) El pasado 18 de enero, un grupo de pobladores de Tlahuelilpan reventó un oleoducto de hidrocarburo y comenzó a sacarlo, de una forma muy rudimentaria, en botes y otros recipientes.
Al cabo de dos horas, y pese a la presencia del Ejército, que poco pudo hacer para controlar a los centenares de personas que se acercaron a recoger gasolina, se registró una fuerte explosión.
La explosión se dio en el marco de la estrategia lanzada el 21 de diciembre pasado por el gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador contra el robo de hidrocarburos a la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex).
El gobierno mexicano calcula que este robo de combustibles le costó al país 65.000 millones de pesos (unos 3.400 millones de dólares) tan solo en 2018.
Las autoridades reforzaron la vigilancia de oleoductos con miles de agentes de seguridad, modificaron el método de transporte de gasolina para usar camiones cisterna, lo que generó en los primeros días una crisis de abastecimiento en diez estados del país.