Cuando los cruceros llegan a Bahamas con algo más que turistas
Alta mar — Unos bailan, otros beben y todos disfrutan. Son los típicos turistas de un crucero, pero en esta ocasión este barco tiene una misión superior: llevar comida, agua y suministros al archipiélago de Bahamas, arrasado esta semana por el terrible huracán Dorian.
Mientras en una de las cubiertas inferiores del Mariner of the Seas un centenar de empleados de la compañía de cruceros Royal Caribbean prepara miles de comidas para entregar a la Agencia Nacional de Manejo de Emergencias (NEMA) de Bahamas, el barco vive su gran momento de fiesta en plena medianoche.
La música disco y caribeña resuena en buena parte del buque. Unos aprenden a bailar salsa y otros dan paseos románticos sobre la cubierta superior, disfrutando de un día tal y como habían planeado semanas o meses atrás.
Aunque Dorian casi estropea su salida en crucero cuando permaneció desde el domingo hasta el martes pasado sobre las islas del norte de Bahamas, dejando un saldo de al menos 43 muertos y cientos, si no miles, de desaparecidos.
Sobre un mar calmo, lejos de las olas de metros que levantaban los vientos de hasta 295 kilómetros con los que llegó Dorian a Bahamas hace unos pocos días, los pasajeros llenan este buque con capacidad para más de 4.000 turistas y viven ajenos a la acción solidaria de la tripulación.
Todos ellos saben eso sí que se trata de una salida especial.
La naviera les informó de que el daño que dejó Dorian fue “realmente devastador” y que su visita a Nassau, capital de Bahamas, será más corta de lo habitual pues harán una parada técnica en Freeport, principal ciudad de la isla de Grand Bahama, una de las más castigadas por el ciclón junto con las Abaco.
Royal Caribbean informa a los pasajeros de que esperan evacuar desde Freeport a Nassau niños, ancianos y personas con necesidades médicas vitales (un total de 261), y pide a los pasajeros que los traten lo mejor posible y les reciban con los “brazos abiertos”.
Pero pocos se enterarán de que a primera hora del día, cuando muchos todavía duerman, el barco descargará en la segunda ciudad más importante del turístico archipiélago cerca de 20.000 comidas, 47.000 botellas de agua, 362 generadores, 250 carpas y unos 2.400 metros cuadrados de madera contrachapada, entre otros suministros.
Pero para llegar ahí representó horas de trabajo la noche previa.
“Ay, no hay que llorar / Que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando / Oh oh oh”. El clásico de Celia Cruz se oye en el exterior del gran comedor del barco, donde desplegados sobre grandes mesas cientos de pequeñas cajas de cartón poco a poco se van llenando.
Dentro, un centenar de personas se empeña en colocar un pedazo de pavo asado, un sandwich, una barrita energética, una naranja y patatas fritas.
Mientras unos llenan los contenedores y los meten en cajas más grandes otros inmediatamente ocupan el espacio vacío. Hay trabajo por hacer, pues el objetivo es cerrar 10.000 de esas cajas.
Para lograrlo en pocas horas, miembros de la tripulación, administrativos, personal de cocina, camareros e integrantes del equipo de animación ayudan en esta misión, que se completa en la cocina con cajas similares con pollo o pavo acompañado de arroz y frijoles.
Una de las animadoras es la bailarina australiana Cassidy Richardson, que, mientras trata de cerrar una de sus cajas, explica a Efe que en cuanto supo de la iniciativa se presentó voluntaria “al momento” y que es “increíble” que probablemente esta será la primera comida en varios días que vayan a tener los que la reciban.
“Desearía poder ver sus caras” al abrir las cajas, dice Richardson, que anticipa la “felicidad” que, seguro, sentirán estas víctimas de Dorian al poder alimentarse, motivo que por sí solo justifica el esfuerzo de todos ellos.
La comida fue embarcada y se comenzó a preparar pocas horas antes, dice el chef ejecutivo del buque Peter Howell, y todo mientras mantenían su servicio de almuerzo y cena habituales para los pasajeros.
Howell coincide con la bailarina en que ésta es una “buena oportunidad de hacer algo” por los demás y que por eso el personal del crucero se unió para, en sus horas de descanso, preparar unos alimentos que esperan en una isla donde el agua y la comida comienza a escasear después de días de desastre.
Este esfuerzo forma parte de una iniciativa de Royal Caribbean para ayudar a un archipiélago que figura en buena parte de sus cruceros por el Caribe y donde tienen una isla privada para llevar a sus turistas.
La ayuda será distribuida mayoritariamente entre las iglesias de Gran Bahama y se suma a la que entregó un día antes su barco Empress of the Seas.
En los próximos días está prevista la llegada de otros tres de sus cruceros, llenos de una carga tan diferente como necesaria para las islas en los primeros días de recuperación: turistas y ayuda humanitaria.
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