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Si quiere ahorrar dinero en atención médica, enférmese en otro país

Los ciudadanos de casi todos los demás países desarrollados viven más tiempo que nosotros y pagan menos por la atención sanitaria. Eso solo dice que podríamos estar haciéndolo mucho mejor.

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Nunca deja de sorprendernos cuando algunos estadounidenses afirman que prefieren pagar los precios de atención médica más altos del mundo y que millones de personas no estén aseguradas, en lugar de adoptar enfoques aptos para una cobertura universal asequible, algo que existe en casi todos los demás países desarrollados.

Mi reciente columna acerca de una mujer de Valley Village a quien se le cobró $200 por un cabestrillo de tela para tratar su hombro dislocado -un costo cercano al 900% más caro que el de artículos similares encontrados en Amazon- conmovió a muchos lectores.

Junto con docenas de historias de otros sobreprecios médicos, recibí una anécdota reveladora de parte de Lisa Walker, residente de La Cañada Flintridge, quien regresó recientemente de una estadía de tres semanas en Sudáfrica, donde fue voluntaria en una reserva de animales.

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Walker, de 62 años, contrajo fiebre africana por la picadura de un garrapata mientras estaba en el extranjero. Se trata de una infección bacteriana, cuyos síntomas pueden incluir fiebre, dolor de cabeza y dolor muscular intenso, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). “Apenas podía caminar”, recordó Walker. “Mis piernas estaban completamente hinchadas”.

La mujer fue a una sala de emergencias en Johannesburgo, donde fue recibida, a los 10 minutos de su llegada, por una enfermera de clasificación de casos, y poco después fue derivada a un médico. Walker describió el hospital como “de primera categoría” y con un servicio “muy profesional”. “Sentí que la atención era equivalente a cualquiera que pudiera recibir en Estados Unidos”, comentó.

Después de ser tratada por su infección, se le cobró el equivalente a $35 dólares por la visita a la sala de emergencias. Los cinco medicamentos recetados, incluidos antibióticos y medicina contra las náuseas, costaron un total cercano a $22.

“Eso fue todo”, relató Walker. “Sin tarifas adicionales”.

Luego se planteó la pregunta que todos los estadounidenses deberían hacerse: “¿Cómo podemos estar tan dispares de Sudáfrica?”.

Más aún, de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá, Japón, o Australia, o la mayoría de nuestros pares económicos cuyos ciudadanos pagan la mitad de lo que se cobra en Estados Unidos por atención médica.

Lo que tienen estos países -pero nosotros no- son variaciones de los sistemas de seguro de pagador único, que cubren a todos. Tampoco son retraídos sobre la regulación de los costos médicos para evitar el aumento excesivo de precios.

No es mi intención decir que debemos reflejar el sistema de ningún otro país. Pero es difícil no pensar que nos beneficiaríamos de adaptar algo que funciona en el extranjero para satisfacer nuestras propias necesidades.

El sistema sudafricano es instructivo. La Constitución del país, de 1996, establece que todos tienen derecho a “tener acceso a los servicios de salud, incluida la salud reproductiva”.

Para cumplir con ese objetivo, Sudáfrica tiene instalaciones médicas públicas y privadas. Walker visitó un hospital privado, el Arwyp Medical Center.

El sistema está lejos de ser perfecto. La gran mayoría de los sudafricanos reciben tratamiento en hospitales y clínicas administrados por el gobierno. El 20% más rico de la población prefiere la atención privada, más cara.

Esta estructura crea una disparidad en la calidad del tratamiento. También genera desafíos de financiación para las instalaciones públicas, a las que se les niega la mayoría de los pacientes lucrativos.

Sin embargo, como descubrió Walker, el sistema de Sudáfrica cuenta de todas formas con fácil acceso al tratamiento y valores que realmente reflejan el costo de la atención, en lugar de cualquier cantidad establecida por los proveedores de atención médica que creen que pueden salirse con la suya.

El país ahora está implementando un programa de seguro nacional financiado por los contribuyentes, que brindará cobertura y atención equitativas a todos los ciudadanos. Se espera que esté completamente en funcionamiento para 2022.

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Nuevamente, no digo que el sistema sudafricano sea ideal para este país, pero Sudáfrica al menos está trazando un rumbo hacia la cobertura universal, un objetivo que tanto los demócratas como los republicanos dicen compartir.

A pesar de nuestras ventajas financieras, no estamos cerca de tal logro.

Según el Buró del Censo, aproximadamente 27.5 millones de estadounidenses, o el 8.5% de la población, carecían de seguro médico el año pasado. La cifra representa un aumento del 7.9% en comparación con 2017.

Un residente de La Mirada, Craig Mears, de 64 años, me contó sobre los años que pasó en Corea del Sur y Japón, como médico militar. Su hijo era propenso a dislocarse el hombro y no había instalaciones médicas de emergencia disponibles en la base por la noche. “Fuimos a una sala de emergencias en Corea del Sur y en Japón”, relató Mears. “La calidad de la atención era muy buena y los precios eran asequibles”. Cada visita al hospital, aseguró, no costaba más que “unos pocos cientos de dólares”.

Comparemos eso con mi columna reciente, en la que un par de visitas a un hospital de Burbank para tratar un hombro dislocado generó más de $6.000 en facturas médicas.

Corea del Sur ocupa el primer lugar entre las naciones desarrolladas en acceso a la atención médica, según la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica, y la calidad del tratamiento está considerada como una de las mejores del mundo.

La cobertura universal de Corea del Sur se provee a través de un sistema de seguro de pagador único. La mayoría de los hospitales son propiedad privada.

En Japón, las personas pueden recibir un seguro de salud de un empleador o del gobierno. Los hospitales deben funcionar como entidades sin fines de lucro y ser administrados por médicos.

Los japoneses disfrutan de la esperanza de vida promedio más larga que cualquier persona en el mundo (83.7 años). Corea del Sur ocupa el puesto 11 en la lista de esperanza de vida de la Organización Mundial de la Salud (OMS). EE.UU tiene un distante número 31.

Los ciudadanos de casi cualquier otro país desarrollado viven más que nosotros y pagan menos por la atención médica. Eso sólo indica que podríamos estar mucho mejor.

Walker ahora se encuentra completamente recuperada de su fiebre africana. De hecho, acaba de regresar la semana pasada de un campamento.

Le pregunté qué había aprendido de su percance médico en el extranjero. “Comprendí que a menos que uno haya tenido una experiencia con el sistema de salud de otro país, no sabe de qué está hablando”, respondió. “Todo lo que puedo decir es que me atendieron bien, no me costó mucho dinero y las personas que me rodeaban también parecían satisfechas con sus tratamientos”.

Suenan a puntos de referencia bastante buenos para una atención médica decente. Tal vez algún día seamos así de afortunados.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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