‘No podré enseñar si me muero’: los profesores temen brotes de COVID-19 con la reapertura de los campus universitarios
Cuando los estudiantes con mascarillas regresen al laboratorio de la Universidad del Norte de Arizona, a fines de mes, Tad Theimer los enfrentará detrás de un protector facial de plexiglás y los recibirá con un termómetro infrarrojo apuntado hacia sus frentes. Mientras examinen cráneos de murciélagos bajo microscopios, el profesor de biología abrirá ventanas y puertas, con la esperanza de expulsar las partículas de exhalación que podrían propagar el coronavirus.
Pero como uno de los cientos de profesores que estarán de regreso en el campus, junto con 20.000 estudiantes en uno de los estados más afectados por la pandemia, Theimer también tiene sentimientos ambivalentes respecto a volver a las aulas. “Quiero enseñar, y es mejor hacerlo en persona”, reconoció el docente de 62 años, quien ha sido profesor en el campus de Flagstaff durante dos décadas. “Quiero que los negocios, que necesitan de nuestros alumnos, sobrevivan en la ciudad. Pero si veo que hay personas que no siguen los protocolos de salud en la universidad, me iré sin pedir ningún permiso. Pueden despedirme si no les gusta”.
Los campus están adoptando una serie de normativas de seguridad y cambiando los planes de reapertura este mes, a medida que millones de estudiantes regresan a los colegios y universidades. Algunos, como la Universidad del Norte de Arizona, ya abrieron para una prueba de clases en línea antes de que los alumnos se presenten en persona. Otros, como la Universidad Johns Hopkins, en Maryland, y Princeton, en Nueva Jersey, rechazaron en el último minuto los planes de reapertura para optar por semestres de otoño totalmente en línea. Muchas facultades y universidades de California estarán disponibles solo en línea, con salas de conferencias en gran parte vacías, mientras que la mayoría de las escuelas del país planean ofrecer una combinación de opciones.
En ausencia de una guía federal, muchas de las decisiones son el resultado de la creciente presión de profesores como Theimer, quien recientemente hizo pública una carta al presidente de su universidad exigiendo que los estudiantes sean retirados del campus. En varias universidades, incluidas las grandes escuelas públicas de Texas, Florida y Carolina del Norte, los maestros se han resistido a las administraciones que presionan para llenar las aulas y los dormitorios, que generan ingresos por matrícula y vivienda. Muchos se opusieron a través de sindicatos o asociaciones de profesores.
Los estudiantes también se han unido, como las decenas en Atlanta en la Universidad de Georgia que se sumaron a los profesores para organizar una manifestación con la puesta en escena de una “muerte” frente a la oficina del presidente, esta semana, con letreros que decían “R.I.P. la seguridad del campus” y “No podré enseñar si muero”. El campus exige que los alumnos de primer año estén en sus dormitorios para el inicio del semestre de otoño, del 20 de agosto, que se llevará a cabo parcialmente en el campus.
Fue una historia similar en City Colleges of Chicago, donde los profesores siguieron la reapertura de la semana pasada amenazando con hacer huelga si no ven mejoras en la seguridad. “Esta situación no tiene precedentes”, remarcó Irene Mulvey, maestra de matemáticas en la Universidad de Fairfield, en Connecticut, y presidenta de la Asociación Estadounidense de Profesores Universitarios, un sindicato docente con cientos de sedes universitarias. “Los maestros son quienes mejor saben lo que está sucediendo en el campus y, en muchos casos, están presionando para que se les tenga en cuenta. Entre ciertas administraciones universitarias parece haber una especie de pensamiento mágico de que la gente se comportará perfectamente bien, siguiendo todas las medidas y precauciones de salud durante las reaperturas de clases”.
Las universidades han tratado de tranquilizar a profesores y estudiantes al escalonar las fechas de mudanza a los dormitorios, pintaron flechas y puntos de distanciamiento social en los pasillos, limitaron el tamaño de las clases, exigen el uso de mascarillas faciales e instalaron estaciones de desinfección de manos en los campus. También designaron alojamientos para cuarentena y algunas, como UC Berkeley, hacen que el número limitado de alumnos que residen en el campus se sometan a una prueba de coronavirus dentro del primer día de su llegada, además de las pruebas programadas regularmente cada mes.
Pero dado que un campus estadounidense promedio tiene más de 6.000 universitarios, muchos profesores consideran que las precauciones de seguridad serán demasiado difíciles de hacer cumplir, especialmente en las escuelas donde la mayoría de los alumnos viven en dormitorios y apartamentos fuera del campus.
En la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, docenas de maestros titulares publicaron recientemente una carta en el Charlotte Observer pidiendo a los estudiantes que se quedaran en casa este otoño.
“Queremos estar en las aulas, enseñándoles”, decía. “Sin embargo, no podemos desempeñar ese papel con tranquilidad en el campus este semestre”.
Las clases comenzaron el lunes en el campus de Chapel Hill. Los dormitorios estarán ocupados en su mayor parte, pero muchos estudiantes vivirán en el campus sin entrar en las aulas. Los administradores esperan que solo un tercio de los 19.000 universitarios habituales asistan a la instrucción en persona.
La universidad, que mantiene un sitio web con datos sobre el coronavirus, detectó que 10 estudiantes y un empleado en el campus estaban infectados en la semana que terminó el 9 de agosto.
Michael Palm, un profesor de comunicaciones que firmó la carta, cree que la situación solo empeorará. “Está muy claro que es imposible abrir un campus universitario del tamaño de UNC-Chapel Hill con apariencia de seguridad”, afirmó el docente, quien se alojó con su familia en Chicago desde que comenzó la pandemia y planea dar sus dos seminarios de posgrado en línea.
Incluso con los patios abiertos, el semestre de otoño resultará inquietantemente tranquilo en muchas de las universidades más grandes, donde faltarán las multitudes y los millones de dólares generados por los populares equipos deportivos y las tarifas residenciales, ya que los fanáticos y los estudiantes se mantendrán alejados.
La Conferencia Big Ten, que incluye a la Universidad de Michigan y la Universidad de Wisconsin-Madison, junto con otros 12 equipos importantes de fútbol americano, anunció el martes la cancelación de su temporada de otoño. La Conferencia Pac-12 también mantiene cancelados sus planes para este año, uniéndose así a las conferencias Mountain West y Mid-American.
En la Universidad de Texas en Austin, el campus insignia del estado, solo alrededor del 5% de los casi 52.000 estudiantes han optado por tomar clases totalmente en persona.
La Asociación de Profesores de Texas envió una carta al gobernador Greg Abbott -republicano- a principios de este mes, instándolo a retrasar las clases en persona hasta septiembre para dar a los colegios y universidades, tanto públicas como privadas, más tiempo para reabrir de manera segura. “Lo que escucho es una amplia gama de planes. Algunos permiten que el profesorado decida: ¿Quieren enseñar de forma presencial, remota, o una mezcla de ambas? Otros afirman que los docentes no pueden decidir, que fueron contratados para enseñar en persona”, comentó Patricia Heintzelman, presidenta de la asociación e instructora en la Universidad Lamar en Beaumont, una institución pública con una matrícula de más de 14.000 estudiantes, que tiene previsto abrir el próximo martes. La asociación, que concentra a alrededor de 500 maestros en todo el estado, también pidió al gobernador que obligue a las universidades de Texas a hacer cumplir los requisitos de las mascarillas faciales. De lo contrario, destacó la funcionaria: “¿Cómo vamos a lograr que [los alumnos] sigan las pautas?”.
Heintzelman, de 66 años, vive con una hija que tiene un tumor cerebral, y se considera “una de las afortunadas” porque se le permite enseñar de forma remota. La mujer relató que un compañero de trabajo le dijo la semana pasada que se jubilará antes de tiempo en lugar de volver a dar clases en persona.
En Texas A&M University-San Antonio, el Senado de la Facultad votó a fines del mes pasado que cuando las clases se reanuden, el próximo jueves, deberán impartirse en línea, por la seguridad de los profesores, los estudiantes y de la comunidad circundante, que es principalmente latina, de bajos ingresos y tiene más riesgos ante el COVID-19. A principios de este año, dos estudiantes de la institución, que tiene un total de 6.500, murieron a causa del virus.
“Me encanta estar en el aula, lo extraño desesperadamente, pero tenemos que reconocer que se trata de una crisis de salud pública”, consideró por su parte James Finley, profesor adjunto de inglés y miembro del Senado de la Facultad. “El sistema nos está presionando para que tengamos clases presenciales”, añadió Finley, quien señaló que es difícil para él y para otros maestros jóvenes negarse a ello, ya que tienen menos seguridad laboral que los titulares.
No todos los docentes se resisten al pedido de volver.
En la Universidad de Whitworth, una pequeña institución de artes liberales en Spokane, Washington, el profesor de inglés Fred Johnson se siente cómodo con los planes de enseñar en persona y ofrecer algunas sesiones especiales en línea. A los 45 años, goza de buena salud, y los estudiantes de sus dos cursos, con un límite de 15 personas cada uno, deberán usar cubrebocas.
Una entidad cristiana privada, ubicada cerca de la frontera del estado de Idaho, cuenta con 3.000 estudiantes y espera que la mayoría de los 1.200 alumnos habituales de la universidad que residen en el campus vivan allí este año académico.
Los administradores afirman que pasaron meses diseñando sistemas para permitir la vida en los dormitorios y la instrucción en las aulas, llegando incluso a establecer un equipo de rastreo de contactos interno para indagar las fuentes de infección. Como es la política en muchos campus de todo el país, se espera que los estudiantes socialicen solo con sus compañeros de cuarto, residentes de los pisos donde viven y pequeños grupos de amigos identificados al comienzo del semestre.
Sin embargo, será más sencillo hacer cumplir las reglas de seguridad dentro del aula. Los estudiantes de algunos cursos alternarán entre asistencia presencial y en línea. Mirarán hacia adelante en asientos asignados a distancia y se tomará asistencia. La universidad designó viviendas para cuarentena y aislamiento. Whitworth contrató a un laboratorio que garantiza los resultados de las pruebas en 48 horas para cualquier persona que experimente síntomas potenciales de coronavirus.
Esas son algunas de las razones por las que Johnson siente que es seguro regresar. Entre los profesores en general, dijo, “hay diferentes niveles de comodidad” con la instrucción en persona. Los docentes con mayor riesgo, debido a la edad o las condiciones de salud subyacentes, están optando por enseñar en línea, comentó.
Randy Michaelis, el decano interino de Whitworth para estudios continuos y admisión de posgrado, dijo que la mayoría de los profesores pueden estar ansiosos por la instrucción en persona durante la pandemia, pero que por ello tendrían que “estár dispuestos a arremangarse y probarlo”.
Aún así, con el aumento reciente de casos en el condado de Spokane, Michaelis admitió que eran posibles los brotes en el campus. Esta semana, el principal director de salud del condado destacó que era “muy probable” un brote en las escuelas K-12 y presionó para que todas las instituciones educativas cerraran sus puertas. En Whitworth, la universidad preparó un plan detallado para el aprendizaje en línea en caso de un incremento repentino.
Siete horas al suroeste, en la ciudad de Eugene, la Universidad de Oregón también avanza con cautela.
La casa de estudios estatal, de 19.000 estudiantes, prevé cursos presenciales y en línea para este semestre. Pero los administradores están monitoreando de cerca un aumento en los casos de COVID-19 en Oregón y podrían terminar recortando la instrucción en las aulas.
“Quieren ofrecer clases en persona para el otoño porque sabemos muy claramente que los estudiantes desean instrucción presencial”, dijo Melissa Graboyes, profesora de historia africana y médica. Pero la docente se opone a la reapertura del campus y ha pedido enseñar en línea.
En una encuesta que realizó a principios de este verano, entre 2.300 estudiantes, profesores y personal, el 65% de los alumnos señaló que regresar al campus para las clases era la decisión correcta, mientras que solo el 34% de los miembros del profesorado lo consideró prudente.
El profesor de periodismo Peter Laufer expuso que el debate entre los docentes es constante con la proximidad del trimestre de otoño, el 29 de septiembre. Prevé que para entonces un aumento de casos a nivel nacional obligará a la Universidad de Oregón y muchas otras a retroceder drásticamente en sus decisiones. “En vista de las cifras espantosas que estamos viendo en este país”, dijo, “es difícil para mí imaginar que las universidades seguirán adelante con un programa de enseñanza presencial”.
Kaleem informó desde Los Ángeles; Hennessy-Fiske desde Houston y Read desde Seattle.
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