‘Va a ser una guerra’: los votantes miran los resultados de las elecciones con una mezcla de odio y temor
Muchos partidarios de Biden y Trump temen que la violencia se produzca en noviembre. Cada lado culpa al otro.
Cuando Jim Jackson mira hacia noviembre, se avergüenza de lo que ve: un presidente derrotado, Trump, que se niega a dejar la Casa Blanca y a sus partidarios librando una guerra para mantenerlo allí.
“Las milicias y los supremacistas blancos... van a hacer un llamado a las armas”, expresó Jackson, de 73 años, quien vive en los suburbios de Milwaukee, tiene tendencia conservadora y votó por los republicanos durante 52 años, pero no por Trump. “Esa es mi peor pesadilla”.
Jeanine Davis comparte su preocupación, aunque por diferentes motivos.
Sentada cerca del muelle de Huntington Beach, con una gorra roja con la leyenda “Keep America Great” (Hagamos que EE.UU siga siendo grande), esta partidaria de Trump sugirió que los demócratas harán lo que sea necesario para elegir a Joe Biden, y se amotinarán si ello no resulta así. “Va a ser una guerra entre ciudadanos”, comentó Davis, una reclutadora ejecutiva, de unos 50 años.
Los candidatos a menudo afirman que una contienda presidencial es la más importante de la historia, y les dicen a los votantes que actúen como si su existencia dependiera de ello y el futuro del país estuviera en juego. Docenas de conversaciones con votantes de todo el país, desde la costa oeste hasta el medio oeste superior y el este, sugieren que, esta vez, mucha gente realmente lo siente así.
Castigado por una pandemia, abrumado por las dificultades económicas y dividido por un partidismo implacable, Estados Unidos se enfrenta a unas elecciones como ninguna en los tiempos modernos, un voto ensombrecido por la amenaza y la paranoia, en gran parte alimentada por el ocupante de la Oficina Oval, que actúa incesantemente para socavar la confianza en el resultado.
“Básicamente, él está tratando de dar un golpe”, expuso Frank Dudek, un jubilado de 70 años, después de emitir su sufragio en un centro de votación anticipada, en Arlington, Virginia, a las afueras de la capital del país.
Algunos votantes se preocupan por el desgaste de sus lazos familiares. Otros observan cómo todo el país se desmorona. Un número significativo considera que las amenazas y la violencia son una forma razonable de resolver las diferencias partidistas.
“Tenemos todas estas cosas: la pandemia, las protestas, las contraprotestas, los negros contra los blancos, la derecha contra la izquierda”, detalló Allison Trammell, de 60 años, una trabajadora social de Atlanta que apoya a Biden. “Es como si todo estuviera allí al mismo tiempo y no hubiese equilibrio. No hay término medio”.
Es más, muchos actúan por miedo y se anticipan a todo tipo de caos, incluyendo una potencial insurrección armada. Una gran cantidad acude en masa a las armerías y campos de tiro; almacenan municiones y aprovisionan para una situación de distopía postelectoral.
Ashley Avis, una enfermera de 36 años, salió recientemente con su padre y su hijo de dos años en Pinellas Park, Florida, y compró madera contrachapada para tapar sus ventanas en caso de disturbios civiles. También planea asegurar un suministro de agua alternativo, por temor a que los servicios públicos alrededor de la Bahía de Tampa queden fuera de servicio. “Esperamos lo mejor”, afirmó la partidaria de Trump. “Pero nos preparamos en caso de que ocurra lo peor”.
Del otro lado del país, en un vecindario de clase trabajadora en el lado este de Las Vegas, Michael Martínez también planea guardar más comida y agua “en caso de que haya una interrupción en nuestros sistemas de entrega de alimentos y demás”.
“No lo dudaría de ciertas personas” si Trump pierde, dijo Martínez, de 69 años, un carpintero sindical jubilado y partidario de Biden. “Esa es la manera en que intentarán alterar la economía, la forma en que vivimos ahora”.
No obstante, no todo el mundo considera el día de las elecciones como el amanecer de un apocalipsis.
Dave Gorrasi, propietario de Blue Hook Aquatics, en las afueras de Cincinnati, cree que el discurso sobre el caos generalizado es un dispositivo que ambas partes utilizan para obtener apoyo. “Creo que habrá menos problemas una vez que pasen las elecciones, porque entonces podremos volver a la normalidad”, destacó el votante independiente de 41 años, que aún está indeciso.
Jackie Dodd, una oficial de préstamos financieros de Mableton, Georgia, sugirió que la gente siempre se agita durante la época de elecciones y no piensa que el clima político empeorará después del 3 de noviembre. “Tenemos violencia ahora”, dijo la partidaria de Trump, de 60 años, durante una pausa para fumar en el exterior de su oficina, en Atlanta. La mujer señaló hacia el Centennial Olympic Park cerrado, donde los manifestantes -en su mayoría pacíficos- se reunieron durante el verano después de que George Floyd fuera asesinado por la policía de Minneapolis.
Meses después de que la sede de CNN fuera vandalizada y los patrulleros de la policía incendiados, algunos escaparates del centro de la ciudad todavía están tapiados por motivos de preocupación. “Mire lo que pasó hace cuatro años”, reflexionó Dodd. “No es diferente. En cualquier elección, alguien estará en desacuerdo”.
Pese a lo crudamente dividido que está el país, una encuesta para el Democracy Fund Voter Study Group, un grupo de expertos de todo el espectro político, encontró que la abrumadora mayoría de estadounidenses cree que no hay lugar para la violencia en el sistema político nacional. La tranquilidad de las últimas décadas es un fenómeno relativamente reciente. La violencia en torno a las elecciones no era infrecuente en el siglo XIX, y los linchamientos, para mantener a los votantes negros alejados de las urnas, continuaron hasta bien entrado el siglo XX, señaló el académico de Bowdoin College, Jeffrey Selinger.
Aún así, el 16% de los encuestados a fines de 2019 destacó que el uso de la violencia para promover objetivos políticos estaría “levemente” justificado. El número, esencialmente igual entre demócratas y republicanos, creció al 21% cuando se les pidió a los sondeados que consideraran la posibilidad de perder las elecciones de 2020. Eso equivale a millones de estadounidenses que condonarían el uso de la fuerza, incluso si no actúan de forma personal.
Dada la atmósfera de invernadero del país, algunos que renuncian a la violencia se preocupan por quienes no lo hacen.
“Si Trump es reelegido o si gana Biden, ¿quién puede decir qué pasará?”, expuso Shad DeLacy, de 43 años, un votante independiente que dirige una boutique de ropa masculina en la principal franja comercial de Kenosha, Wisconsin. El hombre hizo un gesto hacia los edificios del otro lado de la calle, tapiados como precaución después de días de disturbios en agosto pasado tras el tiroteo a Jacob Blake, un hombre negro, por un policía blanco.
“Esto me sorprendió. Eso no es lo que somos en Kenosha”, remarcó DeLacy. “Así que ni siquiera puedo imaginar cómo será si se elige a la persona equivocada. No puedo poner mi fe en la humanidad en este momento”.
Agregó, además, que no tiene intención de votar en noviembre.
Muchos de los que planean sufragar se preocupan por la integridad de las elecciones y la imparcialidad del proceso, algo que socava su fe en el resultado. Los partidarios de ambos lados encuentran motivos para cuestionar la integridad del otro.
Mary Copps, de 74 años, terapeuta ocupacional jubilada que planea votar por Trump, recibió varias solicitudes para votar a distancia en su casa, en Mequon, un suburbio predominantemente blanco al norte de Milwaukee. Wisconsin verifica que las boletas se envíen solo a los votantes registrados, pero Copps aún así tiene dudas y se hizo eco de los ataques del presidente a la legitimidad del voto por correo. “Supongo que podría completarlas con... quién sabe”, dijo. “¿Varios nombres?”.
Sarah McCabe, una quincuagenaria, cree desde hace mucho tiempo que las elecciones presidenciales son injustas porque son decididas por el colegio electoral y no por el voto popular, lo cual otorga un peso desproporcionado a los estados más conservadores y menos poblados. Pero esta partidaria de Biden está particularmente preocupada ante esta elección, en el marco de la pandemia de COVID-19, que hace que muchos demócratas prefieran sufragar a distancia. “Me preocupa la ralentización del correo y el potencial de desafiar las boletas de voto en ausencia”, señaló McCabe, mientras esperaba en el exterior de un salón de belleza en el centro de Holland, Michigan, en el momento en que su hija se cortaba el cabello. “Estoy especialmente asombrada de que tengamos que preocuparnos por nuestra oficina de correos. Se llevaron nuestras máquinas clasificadoras de correo en Grand Rapids. Por supuesto, esto se está haciendo en beneficio del presidente”.
Algunos van más allá de la mera preocupación.
En un nuevo artículo de investigación, los economistas de UC Riverside Bree Lang y Matthew Lang detectaron que hubo un récord de 3.9 millones de verificaciones de antecedentes por armas de fuego después de que las protestas azotaron el país, luego del asesinato de Floyd a manos de la policía. No hubo diferencia estadística en el incremento entre los estados de tendencia republicana y aquellos demócratas.
Otro estudio de un grupo comercial halló que el mayor alza en las ventas de armas se produjo entre los afroamericanos; casi un 60% durante los primeros seis meses del año.
Aldrin Eusebio, de 30 años, un propietario de armas que esperaba en la fila en el exterior de Turner’s Outdoorsman, en Pasadena, afirmó que desea protegerse a sí mismo y a su familia, “ante los disturbios y todo lo que ha estado sucediendo. Ya están diciendo que si Trump gana, no lo van a aceptar”.
“Han pasado tres años y medio de lidiar con esta historia falsa de ‘la conspiración con Rusia’, y tres años y medio de noticias ficticias”, destacó el técnico médico, que planea votar por la reelección de Trump en noviembre. “Así que me preocupa lo que pasará si vuelve a ganar. Se les ocurrirá alguna […] excusa” para tratar de expulsarlo de la Casa Blanca, comentó.
Incluso algunos que no tienen miedo a la violencia se preocupan de cómo podrá unirse el país después de haber sido tan ferozmente destrozado. En ciertos casos, el tema es muy personal.
McCabe, empleada administrativa en el consultorio de un médico, proviene de “una familia híbrida”, tal como lo describió. Una de sus hermanas, al igual que ella, apoya a Biden. La otra hermana respalda a Trump. McCabe le tiene terror al Día de Acción de Gracias.
Barabak reportó desde Las Vegas, y Jarvie desde Atlanta. Los redactores de planta Tyrone Beason en Kenosha, Wisconsin; Brian Contreras en Arlington, Virginia; Michael Finnegan en Pinellas Park, Florida; Melissa Gómez en Huntington Beach; Arit John en Santa Clarita, Melanie Mason en Waukesha, Wisconsin; Seema Mehta en Holland, Michigan, y James Rainey, en Cincinnati, contribuyeron con este artículo.
Para leer esta nota en inglés, la-na-pol-anxious-voters14.JPG
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