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Llegarán vacunas COVID-19 para niños y adolescentes, dicen expertos

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Mientras que los adultos en Estados Unidos continúan haciendo fila para recibir sus vacunas contra COVID-19, los niños y adolescentes se han mantenido en gran medida fuera de ella. Eso podría cambiar pronto.

El principal experto en enfermedades infecciosas del país dice que para el otoño espera tener datos que demuestren que los niños y adolescentes de 12 a 17 años pueden comenzar a arremangarse para recibir las inyecciones contra el COVID-19. Los niños más pequeños podrían seguir en el primer trimestre de 2022.

“Proyectamos que es muy probable que los estudiantes de preparatoria puedan ser vacunados para las clases de otoño, tal vez no el primer día, pero ciertamente en la primera parte del otoño para ese trimestre educativo”, señaló el Dr. Anthony Fauci el domingo en el programa televisivo “Face the Nation” de CBS.

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Los niños parecen haberse librado en gran medida de los peores estragos del COVID-19, ya que a menudo sufren síntomas leves o mínimos. Y el antígeno para los estudiantes no es necesario para reabrir escuelas seguras, dicen los expertos. Aún así, una vacunación a gran escala de los niños y adolescentes de Estados Unidos podría ofrecer algo de tranquilidad a las familias y brindaría una ayuda bienvenida en el esfuerzo por lograr la inmunidad colectiva contra el coronavirus.

“Cuando se inocula a la inmensa mayoría de la población, el nivel de virus en la comunidad es tan bajo que el riesgo de infección será minúsculo”, señaló Fauci esta semana durante un evento virtual realizado por la Universidad de Tufts.

Actualmente, ninguna vacuna contra COVID-19 está autorizada para su uso en niños menores de 16 años. Pero varios fabricantes ya están probando sus antígenos en adolescentes más jóvenes y algunos preadolescentes, igualmente, otros se han comprometido a hacerlo pronto.

Todo es parte de un esfuerzo para proteger a la mayor cantidad posible de estadounidenses contra el virus. Y no puede llegar lo suficientemente rápido para muchos médicos.

La Academia Estadounidense de Pediatría emitió un llamado a fines del año pasado para que los fabricantes incluyan a los niños en sus ensayos clínicos, porque no hay otra forma de juzgar si las vacunas son seguras y efectivas para ellos.

“Si no agregamos niños a estos ensayos de investigación muy pronto, habrá un retraso significativo en el momento en que los menores puedan acceder a vacunas que potencialmente pueden salvar vidas. Esto es inconcebible”, señaló la Dra. Sara “Sally” H. Goza, presidenta de la academia en ese momento, en un comunicado a fines del año pasado.

Es cierto que los niños parecen verse mucho menos afectados que los adultos, especialmente los ancianos. A pesar de ser el 22% de la población de Estados Unidos al 9 de marzo, los menores de 18 años representaban el 11.6% de casi 22 millones de casos, y menos del 0.2% de casi 383.000 decesos por COVID-19, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. (Estados Unidos tiene más de 29 millones de casos y más de 527.000 muertes, según datos actuales de la Universidad Johns Hopkins).

Pero eso todavía equivale a una gran cantidad de sufrimiento y tragedia innecesarios, indicó el Dr. Robert Frenck, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas del Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati. Los datos de los CDC muestran que 428.502 niños menores de 4 años se han enfermado con COVID-19 desde el inicio de la pandemia, y 94 de ellos han muerto. Otros 2’078,245 niños de entre 5 y 17 años han tenido coronavirus y 194 han fallecido.

“Estos son niños sanos que deberían haber tenido una vida normal por delante y el COVID cambió eso”, explicó Frenck.

En un artículo de la revista Clinical Infectious Diseases (Enfermedades Infecciosas Clínicas), varios médicos argumentaron que vacunar a los niños era un paso fundamental en la lucha contra la pandemia, sin mencionar que era crucial para proteger a los jóvenes contra el sufrimiento innecesario y el riesgo de muerte.

“El impacto directo del COVID-19 en los niños es mayor que el observado en una serie de otros patógenos para los que ahora tenemos vacunas pediátricas eficaces”, escribieron. “Además, el papel de los niños en la transmisión del SARS-CoV-2 ha sido claramente subestimado”.

Los investigadores señalaron varios estudios que sugieren que los niños pueden ser transmisores eficaces del virus. Entre ellos: una serie de investigaciones que comparan los niveles de virus en el tracto respiratorio de los niños con los de los adultos; y uno de los CDC sobre un campamento de verano de Georgia, donde el 44% de los 597 asistentes, aprendices y empleados estaban infectados.

Frenck fue uno de los autores de ese artículo. Señaló que hay aproximadamente 75 millones de personas menores de 18 años y que tendremos dificultades para lograr la inmunidad colectiva sin ellos.

“Si no se vacuna a ese grupo, una gran parte de la población no estará inoculada”, indicó en una entrevista.

Los fabricantes de vacunas no tendrán que iniciar desde cero cuando prueben sus productos en niños, porque tendrán la seguridad y eficacia demostradas de los antígenos en adultos como punto de partida.

Para empezar, las empresas iniciarán con los adolescentes, cuyas respuestas a la vacuna se espera que sean las más parecidas a las que se han observado en los adultos jóvenes. Luego, se abrirán camino hacia multitudes cada vez menores, hasta llegar a los bebés, señaló la Dra. Yvonne Maldonado, una vacunóloga pediátrica de enfermedades infecciosas en la Universidad de Stanford.

Pfizer, que incluyó a jóvenes de 16 y 17 años en su ensayo clínico de fase 3, ahora ha inscrito completamente su ensayo para jóvenes de 12 a 15 años. Les seguirían grupos de edades más jóvenes.

Fauci señaló en una sesión informativa el mes pasado que los ensayos de los antígenos para niños de 12 años, hasta niños de 5 a 6 años, probablemente comenzarían alrededor de abril, aunque es posible que los resultados tarden un año en llegar.

“Así es como hacemos todos los ensayos de vacunas”, explicó Maldonado. “Siempre comenzamos con los adultos y luego trabajamos con los niños”.

Si bien los investigadores no esperan grandes sorpresas en lo que respecta a la seguridad y eficacia del antígeno en los niños, es necesario recopilar los datos.

“A veces, los niños responden de la misma manera que los adultos, pero a veces no”, indicó Maldonado. “Es muy diferente para cada organismo, cada tipo de enfermedad, cada vacuna, por lo que no hay una sola respuesta a esa pregunta y es por eso que tienes que hacer una prueba cada vez”.

Los antígenos contra COVID-19 de Moderna y Johnson & Johnson solo se probaron en adultos; como tal, solo están autorizados para su uso en mayores de 18 años. Al igual que Pfizer, Moderna ha comenzado a probar su vacuna en menores, mientras que Johnson & Johnson se ha comprometido a hacerlo en la primera mitad de 2021 (también lo ha hecho AstraZeneca, aunque su antígeno aún no ha sido autorizado para su uso en ningún grupo de edad en Estados Unidos).

El Dr. Richard Malley, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas del Boston Children’s Hospital, dijo que los ensayos en menores analizarán si las vacunas pueden inducir una respuesta inmunitaria. Los investigadores inocularán a la mitad de su grupo de menores y le darán a la otra mitad un placebo y, semanas después, analizarán su sangre para detectar la presencia de anticuerpos contra el coronavirus. Estos resultados se compararán con la respuesta inmunológica observada en adultos.

Eso es un poco diferente de la forma en que se realizan los ensayos clínicos en adultos, donde a decenas de miles de participantes se les administraron vacunas o placebos y los investigadores simplemente observaron y esperaron para ver cuántos casos de COVID-19 surgieron en cada grupo. (Los antígenos se consideraron efectivos porque las personas que las recibieron tenían muchas menos probabilidades de enfermarse, en comparación con quienes obtuvieron los placebos).

Pero tomaría mucho tiempo reclutar bastantes niños para ese tipo de ensayo y luego esperar suficientes casos de COVID-19 para sacar conclusiones sobre su eficacia, comentó Malley. Los llamados ensayos de inmunogenicidad son mucho más eficientes con el tiempo, en parte porque se basan en la idea de que, si los niños inoculados producen anticuerpos aproximadamente al mismo nivel que se observa en la sangre de adultos vacunados, es razonable suponer que ellos tendrían aproximadamente el mismo nivel de protección.

“Eso es un acto de fe”, señaló Malley, “pero es razonable”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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