Migrantes climáticos: Isleños de Alaska resisten a pie firme
SHISHMAREF, Alaska — Busque Shishmaref en la internet y encontrará fotos de un pequeño pueblo con casas muy cerca del océano. También noticias que dicen que esta comunidad nativa del oeste de Alaska corre peligro de desaparecer.
El cambio climático es responsable parcialmente de la crecida del mar, inundaciones, erosión y la pérdida de tierras y capas de hielo protectoras, factores que representan una amenaza para una comunidad de 600 indígenas iñupiat a pocos kilómetros del Círculo Ártico.
Los residentes de Shishmaref, no obstante, son gente determinada, con muchos recursos, según Rich Stasenko, quien llegó a Shishmaref para trabajar como maestro en la década de 1970 y nunca se fue. “Nadie se siente una víctima aquí”, afirmó.
Los residentes, no obstante, votaron dos veces a favor de trasladarse a otro sitio más seguro. Pero no se han ido. No hay suficiente dinero como para financiar la mudanza. Y tampoco hay nada que se compare con Shishmaref. Si se fuesen, se alejarían mucho de los sitios donde cazan, pescan y recogen frutos del bosque para sobrevivir. Se dispersarían y se desmantelaría una comunidad muy unida que se enorgullece de sus tradiciones y que pertenece a la iglesia luterana más al norte del mundo.
Los residentes no se lamentan por la crisis climática, según el reverendo Aaron Silco, pastor de la Iglesia Luterana de Shishmaref junto con su esposa Anna. “Hay mucha vida aquí”.
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Un domingo reciente celebraron una misa con unas dos docenas de feligreses. Anna Silco le pidió a un grupo de niños que se acercasen al altar y les dio semillas de mostaza para contarles una fábula acerca de cómo conservar la fe en medio de adversidades. “Una semilla puede llegar a ser un árbol bien grande”, les dijo. “Mi fe puede ser tan pequeña como una semilla de mostaza, pero con eso me basta” para salir adelante.
Ardith Weyiouanna y dos de sus nietos explicaron el fuerte vínculo que los une a Shishmaref.
“No me veo viviendo en otro sitio, dijo Weyiouanna, cuya familia llegó a Shishmaref en trineos tirados por perros en 1958.
“Mi casa representa un estilo de vida, que heredé de mis ancestros. Vivimos del océano, de la tierra, del aire... Es importante transmitirle todo esto a mis hijos, a mis nietos, para que mantengan este estilo de vida”, expresó.
Ese estilo de vida es vulnerable a los efectos del cambio climático. La temperatura promedio en Alaska subió 1,4 grados Celsius (2,5 Fahrenheit) desde 1992, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. El Ártico se ha estado calentando a un ritmo dos veces más rápido que el resto del mundo, aunque ahora lo hace a tres veces la velocidad de los demás en algunos años, de acuerdo con el Programa de Monitoreo y Evaluación del Ártico (Arctic Monitoring and Assessment Program).
NOTA DE REDACCIÓN:
Este despacho fue elaborado en una colaboración con el Pulitzer Center on Crisis Reporting. Es parte de una serie en la que se explora las vidas de personas de todo el mundo que han tenido que dejar sus casas por la crecida de los mares, sequías, altas temperaturas y otros factores causados o exacerbados por el cambio climático.
Shishmaref se encuentra en la pequeña isla de Sarichef. Solo la mitad de la isla es habitable y en las últimas décadas se perdieron varios metros en las zonas costeras. Un clima más cálido, por otro lado, derrite más rápido una capa protectora de hielo en el invierno y hace que la isla sea más susceptible a las tormentas.
En 1997, la erosión asociada con una tormenta se llevó más de nueve metros (30 pies) de tierra e hizo que 14 viviendas tuviesen que ser reubicadas, según el Departamento de Comercio de Alaska. Otras cinco viviendas fueron trasladadas en el 2002.
Hoy Shishmaref es uno de decenas de pueblos de indígenas que enfrentan serios desafíos asociados con el clima, señaló un informe de la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno estadounidense publicado en mayo, el cual dijo que “se espera que (el cambio climático) agrave” estas amenazas.
“Sospecho que, a la larga, tendremos que irnos”, afirmó Lloyd Kiyutelluk, presidente del consejo tribal local. “No quiero que se declare una emergencia. Pero, como van las cosas... Vemos tormentas mucho más fuertes que en el pasado”.
Antes de una fuerte tormenta de septiembre, las autoridades dijeron que partes de Alaska podrían registrar las peores inundaciones en 50 años. En Shishmaref, el temporal destruyó un camino que llevaba al vertedero de basura y a una laguna que recibe los desagües, creando un problema sanitario en una localidad donde no hay agua corriente. Molly Snell dijo que rezó, pidiendo un milagro que evitase que su pueblo se viese obligado a trasladarse.
“Una tormenta fuerte, con determinados vientos, podría acabar con nuestra isla”, dijo Snell, de 35 años y quien es gerenta general de la Shishmaref Native Corporation.
“Que algunos digan que el cambio climático no es real nos duelo un poco porque es algo que vemos de primera mano”, expresó.
Un día reciente, Snell preparó una cena con motivo de la llegada de su pareja, Tyler Weyouanna, que cumplía 31 años, tras un viaje de caza. Había pavo, una torta decorada con una foto de él junto al último oso que había cazado y akutuq, una especie de helado típico de la zona, hecho con frutos del bosque, aceite de foca y grasa de caribú y otros animales.
Otros cazadores regresaron el mismo día con numerosas focas, que despellejarán y curarán, un proceso tradicional que generalmente toma semanas y del que se encargan las mujeres. Junto a la pista de aterrizaje del pueblo se secaba al aire libre una piel de oso polar.
Los residentes cuentan con motos para la nieve y algunos vehículos todo terreno.
“Esta comunidad no produce emisiones de gases de efecto invernadero ni tiene una industrialización como la de Europa occidental o América del Norte”, declaró Elizabeth Marino, antropóloga y autora de “Fierce Climate, Sacred Ground: An ethnography of climate change in Shishmaref, Alaska” (Clima feroz, tierras sagradas: Una etnografía del cambio climático en Shishmaref, Alaska). Afirma que la isla padece una “injusticia climática”.
John Kokeok empezó a prestarle atención a los efectos del cambio climático tras una tragedia personal. Su hermano Norman, un avezado cazador, conocía los hielos de la zona y los senderos. Pero durante un viaje de caza en el 2007, su moto para la nieve se hundió al pasar por una capa de hielo que se estaba derritiendo antes de tiempo y falleció.
John atribuye su muerte al cambio climático. Pide que se tomen medidas para proteger Shishmaref y votó a favor de una reubicación del pueblo. Pero también quiere preservar las tradiciones. Ahora dice que solo se irá si lo obligan a evacuar.
“Sé que no somos los únicos afectados”, manifestó en su casa, junto a una foto de su hermano. “Estoy seguro de que le pasa lo mismo a todos los que viven en la costa. Pero esta es nuestra casa”.
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