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Poner fin a DACA acabaría con los sueños de una generación de inmigrantes sin resolver ningún tema de fondo

The Trump administration is leaving the Deferred Action for Childhood Arrivals program in place. (June 16, 2017) (Sign up for our free video newsletter here http://bit.ly/2n6VKPR)

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Sería desalmado que el presidente Trump ponga fin a la política creada durante el gobierno de Obama, de no deportar a los inmigrantes que fueron traídos al país sin autorización cuando eran niños.

Sí, la inmigración indocumentada es un problema; sí, los Estados Unidos tienen el derecho de controlar quién entra y sale del país; sí, hay gente que debería ser deportada. Pero decirle a aquellos que fueron educados y criados aquí (gracias a las decisiones tomadas por sus mayores), y cuyos sueños están aquí, que ya no son bienvenidos, sería un acto inhumano. Estas personas, muchas de ellas ya adultas, no deberían verse obligadas a pagar el precio por las elecciones de sus padres.

El programa de Acción Diferida para Llegadas Durante la Niñez (DACA, por sus siglas en inglés), que Trump considera eliminar, fue diseñado para dar estabilidad a aquellos cuyo estatus de indocumentado no es su culpa. Algunos llegaron al país cuando eran recién nacidos o niños pequeños, y en muchos casos ni siquiera se enteraron de su estatus no autorizado hasta que necesitaron un número de Seguro Social para un trabajo, o documentación para probar su elegibilidad para su primera licencia de conducir. Otros lo supieron desde pequeños y aprendieron a vivir como cuasi fugitivos, temerosos de ser interrogados por la policía o, peor aún, por agentes de Inmigración y Aduanas (ICE).

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Desde que Obama creó el programa mediante un decreto, en agosto de 2012, cerca de 750,000 personas han recibido prórrogas que les permiten vivir y trabajar en los Estados Unidos sin temor a la deportación (estos aplazamientos no conceden la ciudadanía o residencia). ¿Según qué cálculo es positivo para el país eliminar estas prórrogas y convertirlos en sujetos elegibles para su deportación?

Pese a las afirmaciones de muchos de los partidarios de Trump, DACA no es un programa de Amnistía (porque no ofrece un alivio permanente), sino que permite un cierto espacio de aliento a las personas atrapadas en circunstancias que no crearon hasta que el Congreso pueda crear una nueva versión humana del disfuncional sistema de inmigración del país.

Para recibir protección de DACA, los solicitantes deben estar matriculados o haberse graduado de la preparatoria o la universidad, o haber sido dados de alta honorablemente de las fuerzas armadas. Deben también haber sido menores de 31 años al 15 de junio de 2012, haber llegado a los EE.UU. antes de los 16 años de edad, no tener ninguna condena penal significativa y no ser miembro de ninguna pandilla, entre otros criterios. Esas son salvaguardias razonables que garantizan que las prórrogas no alcanzarán a personas que amenazan la seguridad pública o nacional.

Trump, quien ha vacilado sobre el tema, todavía tiene una opción. Puede mostrar compasión por los merecedores de las prórrogas, quienes en muchos casos han pasado toda su vida entre nosotros; o puede seguir los impulsos más oscuros de algunos de sus partidarios y romper los sueños de cientos de miles de individuos que no han hecho daño alguno, y que podrían en cambio hacernos mucho bien.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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