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Judas Priest se une a Saxon para una poderosa velada de nostalgia guitarrera

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Nada está garantizado en estos días, y eso lo saben bien los amantes de agrupaciones rockeras que superaron supuestamente ya sus épocas doradas y que se han retirado o han sufrido la muerte de algunos de sus integrantes más solicitados. En el mejor de los casos, las bandas de “los viejos tiempos” que siguen adelante lo hacen casi siempre con adiciones recientes.

En lo que respecta a Judas Priest, que sigue convocando a sus seguidores debido a su reputación legendaria y al hecho de que no ofrece nunca conciertos malos, la situación empezó a volverse mucho más clara en los últimos meses con el anuncio del retiro de las giras de Glenn Tipton, uno de sus guitarristas más emblemáticos, lo que deja finalmente al combo en vivo sin ningún representante de la seis cuerdas que corresponda a su etapa más celebrada, ya que K.K. Downing salió de la formación en el 2011.

Hasta entonces, la situación había sido más que razonable para un grupo que vio la primera luz hace casi medio siglo, y que en medio de situaciones complicadas y de un cambio particularmente importante que se produjo a mediados de los ’90, tuvo una etapa notable de resurrección a partir del 2003, con su formación reconstituida y la aparición de una serie de álbumes bastante sólidos.

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Para ser claros, Tipton, que sufre del Mal de Parkinson, grabó el disco más reciente de JP, “Firepower”, que ha sido ampliamente celebrado; y en consonancia con lo que ha venido sucediendo en la primera parte de la actual gira, él mismo se presentó en la parte final del concierto del Microsoft Theatre de L.A. Live del que hablaremos aquí, aunque lo hizo para tocar tres temas que, sin ser menores, le exigen poco en términos de rapidez: “Metal Gods”, “Breaking the Law” y “Living After Midnight”.

Su intervención no anunciada fue un momento particularmente emocionante para los fans, claro; pero durante el resto del show, fue muy raro escuchar el ataque guitarrero ya tradicional de esta agrupación únicamente a cargo de Richie Faulkner, quien lleva siete años en el conjunto, y de Andy Sneap, un músico y productor que se acaba de sumar para la gira actual. Ninguno de los dos lo hizo mal, sobre todo en el caso de Faulkner, que es un gran músico; pero fue imposible evitar la sensación de que lo que estaban haciendo eran ‘covers’, pese a que el primero ha participado activamente en la composición de los dos álbumes más recientes.

Su intervención no anunciada fue un momento particularmente emocionante para los fans, claro; pero durante el resto del show, fue muy raro escuchar el ataque guitarrero ya tradicional de esta agrupación únicamente a cargo de Richie Faulkner, quien lleva siete años en el conjunto, y de Andy Sneap, un músico y productor que se acaba de sumar para la gira actual. Ninguno de los dos lo hizo mal, sobre todo en el caso de Faulkner, que es un gran músico; pero fue imposible evitar la sensación de que lo que estaban haciendo eran ‘covers’, pese a que el primero ha participado activamente en la composición de los dos álbumes más recientes.

No todo pueden ser quejas, por supuesto, porque además de que JP sigue presentándose con el bajista Glenn Tipton (presente desde 1974) y el baterista Scott Travis (miembro desde 1989), mantiene todavía al frente a Rob Halford, uno de los mejores vocalistas en la historia del heavy metal y, además, uno que ha logrado conservar su voz en estupendo estado a los 66 años de edad, lo que le permite cantar sin mayores alteraciones temas que se compusieron a veces hace cuarenta años y no dejar de lado una de sus composiciones más exigentes, “Painkiller”, grabada en 1990 para la placa del mismo nombre.

Por ese lado, el repertorio de la noche fue casi impecable, empezando por “Firepower”, una veloz y agresiva pieza del disco más reciente, y terminando con “Living After Midnight”. También circularon por ahí “Running Wild”, “Sinner”, “Ripper”, “Bloodstone”, “Freewheel Burning”, “Screaming for Vengeance” y “Electric Eye”, lo que nos permitió pasar por alto el ‘pecado’ de que se incluyera “Turbo Lover”, el surco titular de un disco de mediados de los ’80 que encontró a los rockeros en su modalidad más comercial.

Como si tener a estos titanes del rock duro no hubiera sido suficiente, el concierto contó también con la participación de Saxon, otra banda emblemática de la misma escuela británica que, por su lado, sonó de manera espectacular y puso particularmente en vitrina los talentos de su vocalista Biff Byford (de 67 años) y su guitarrista Paul Quinn (de 66), ambos fundadores de la formación original, aunque el que impresionó más con su poderío fue el veterano e incansable baterista Nigel Glockler.

Con cuatro décadas de carrera, Saxon tiene también mucho material sonoro al que recurrir; pero eso no lo llevó a despreciar su nuevo álbum, “Thunderbolt”, que se lanzó en febrero del 2018, y del que se tocaron hasta cuatro temas, incluyendo el que le da título a la placa, un dinamitazo de consideración.

Pero la atención estuvo centrada en los clásicos de antaño, como “Power and the Glory”, “Motorcycle Man”, “Princess of the Night”, “Wheels of Steel” y “Heavy Metal Thunder”. El repertorio entero fue interpretado con una potencia que remitía al estilo de la desaparecida banda Motörhead, a la que Byford aludió en cierto momento con incuestionable afecto.

El cartel se completó con Black Star Riders, un grupo que no debería decirle mucho a los seguidores de la vieja escuela porque se formó en el 2012, pero que tiene entre sus filas a Scott Gorham, uno de los dos guitarristas esenciales de la mítica banda Thin Lizzy, que se dio a conocer bajo el liderazgo del desaparecido bajista y cantante Phil Lynott.

Black Star Riders cuenta con buenas canciones y hace lo suyo de manera profesional, pero su atractivo principal es la interpretación de temas de Thin Lizzy. En ese sentido, fue interesante poder escuchar su versión de “Jailbreak”, aunque en este caso, la sensación de estar ante una ‘cover band’ fue más intensa que cualquier otro momento de la noche, sobre todo porque, incluso cuando se encarga de sus propios temas, el vocalista Ricky Warwick se empeña en imitar a Lynott, cuando cantaba de modo completamente distinto al encabezar la banda de hardrock comercial The Almighty.

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