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Fito… Y vino a ofrecer su corazón

El cantante argentino se presentó en el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato antes de llegar con su show sinfónico a Los Ángeles

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GUANAJUATO.- Si algo quedó claro desde un principio fue que Fito Páez estaba de buen humor.

Risueño salió a pasos agigantados al escenario de la Alhóndiga de Granaditas parándose, como los buenos toreros, al centro, frente al micrófono de pedestal.

Agradeció los ruidosos aplausos de los asistentes en este lugar histórico repleto a tope. Un escenario majestuoso. A sus espaldas la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato. A su lado, su banda.

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No había nada que pedir, solo que comenzara este magno concierto que era parte del Festival Internacional Cervantino en la histórica ciudad de Guanajuato.

Y Fito no los hizo esperar. Se dirigió a su piano de cola y comenzaron los acordes de lo que sería un viaje por su carrera musical.

‘Dar es dar’, ‘Giros’, ‘El amor después del amor’ y tantas otras emocionaron a los asistentes que no perdían la oportunidad de corear su nombre, rindiéndole un merecido tributo.

Fito, una especie de heredero de la gloria de los grandes rockeros argentinos como Charly García, Los Abuelos de la Nada o Luis Alberto Spinetta se ha abierto paso en las últimas décadas construyendo su propia leyenda. Y este concierto fue una muestra de ello.

Una de las cosas que más sorprendió fue su conexión inmediata con el público. Fito se veía y transmitía que estaba ‘a sus anchas’. No solo contento, sino viviendo un extásis que transmitió a su público por igual.

‘¡Qué maravilloso! ¡Excelente!’, eran solo unas de las frases que repetía a cada momento. Fito no solamente interpretaba sus canciones, sino que las vivía. En su voz, en el movimiento de su cuerpo, en sus facciones, en las señales que hacia a su banda o a los miembros de la orquesta. Era un dios omnipresente. Hacia contácto visual con los espectadores de las primeras filas y hasta con los que se colocaban en los balcones afuera de este espacio al aire libre.

En el pasado algunos lo criticaban por parecer arrogante y pedante. De eso, nadie, me atrevo a decir, podría tan siquiera sugerirlo en estos momentos.

El cantante rosarino ‘pecó’ de humilde, repetía a cada momento lo maravilloso que era la ciudad de Guanajuato, lo espectacular del recinto de la Alhóndiga -y vaya que estamos hablando de un artista que se ha presentado en los mejores escenarios del mundo- y confesaba a los espectadores que “lo iban a matar de amor”.

Uno de los momentos culminantes fue cuando interpretó a capela ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’. Fito pidió el mayor de los silencios, se quitó los anteojos y, a través de las pantallas, mostraba esos ojos conmocionados que en cualquier momento podrían haber explotado en un llanto.

Recordó en ‘Dar es dar’ que por lo viejita de la composición podría sonar un poco desafinado pero advirtió… “a estas alturas a quién no le han desfinado su corazón”.

Terminó la noche con la emblemática Mariposa Technicolor, la cual, fue acompañada por el coro de los miles de asistentes. Nadie se quería mover, querían más. Fito hubiera seguido de no ser por las normas del espectáculo. Afirmó que había sido una noche maravillosa, digna de tomarse unos tragos antes de irse a dormir, para seguir soñando.

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