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¿Se canceló su boda y está devastado? Los músicos que tocarían en ella también

Susie Garcia and Pepe Martinez Jr.
Susie García y su esposo, Pepe Martínez Jr., son líderes de renombrados grupos de mariachis y tocaron en innumerables bodas en Los Ángeles a lo largo de los años. Ahora no saben cuándo serán sus próximas presentaciones.
(Dania Maxwell / Los Angeles Times)
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Hasta hace unas pocas semanas, si alguien se casaba en Los Ángeles y contrataba a un grupo de mariachis, era muy probable que la familia de Susie García tocara mientras los novios marchaban hacia el altar.

La cantante ha liderado su propio grupo, el reconocido Mariachi Las Colibrí -integrado totalmente por mujeres- durante una década y fue testigo de generaciones de cumpleaños, bautizos, bodas y funerales de angelinos mexicoamericanos. Su esposo, Pepe Martínez Jr., dirige también su propio grupo, Mariachi Ángeles, inspirada en su padre, el exlíder del legendario Mariachi Vargas de Tecalitlán.

Casi todos los fines de semana de esta primavera, ambas agrupaciones tenían contrataciones para interpretar música tradicional en eventos culturales y agasajar a jóvenes parejas en bodas en todo el sur de California. Al menos, así fue hasta principios de marzo, cuando el COVID-19 cambió el futuro de todos.

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“Cancelamos unos 15 conciertos por semana”, indicó García. “Boda tras boda, los planificadores me llamaban devastados. ‘¿Qué hacemos?’, preguntaban”.

La respuesta, como pronto comprendieron todos los músicos y planificadores de eventos, fue ‘nada’. La vida quedaría en espera durante meses hasta que la enfermedad desapareciera.

Si bien el virus cambió el turismo, cerró lugares de música y obligó a los artistas a olvidarse de los conciertos en vivo para transmitir desde sus salas de estar, hay mucho más en la industria de la música en vivo que ese foco de atención. Las bandas de conciertos y los DJ, como los que trabajan en miles de bodas, bat mitzvahs y fiestas privadas en Los Ángeles, no tocan en eventos de recaudación de fondos de estrellas a nivel mundial, pero han sido diezmados de la misma manera. Sus medios de vida podrán regresar eventualmente, pero la pérdida de los trabajos confiables en el pico de la temporada de bodas fue repentina y pasmosa.

Los fanáticos no sólo se pierden del espectáculo. Pierden la música que acompaña uno de los días más importantes de sus existencias. “El mariachi vincula a las personas con su familia y sus valores; ese círculo de la vida”, consideró García. “Cuando eso se corta, tiene un gran impacto”.

La industria de las bodas no es el sector más observado cuando se indaga en las consecuencias del COVID-19 en el negocio de la música. No obstante, se trata es un área enorme, que es un medio de vida para muchos artistas de estudio y en vivo.

Alrededor de 250.000 parejas se casaron en California el año pasado, a un costo promedio de $30.000 por cada celebración, según la firma analista de la industria The Wedding Report. Los precios de la música en vivo varían ampliamente, desde un solo DJ con una computadora portátil hasta una banda con una docena de músicos, instrumentos de vientos y vocalistas de apoyo, pero las tarifas pueden ascender a miles de dólares, incluso por un grupo pequeño.

En comparación con la apuesta financiera y la infinidad de incertidumbres de salir de gira con material original, tocar clásicos de Motown en el salón de baile de un hotel suele ser un trabajo constante. El COVID-19, desafortunadamente, llegó a tiempo para dar por tierra con esos ingresos.

“Hemos sobrevivido a incendios y deslizamientos de tierra en nuestras ubicaciones, pero que se cancelen los eventos por unos seis meses consecutivos, eso realmente nos altera”, expresó Jesse Kivel, músico y cofundador de Dart Collective, una firma de música para eventos de Los Ángeles que es clave para muchos músicos independientes y DJ que quieren ganar dinero fijo entre sus giras. La firma de Kivel contrata a docenas de artistas e instrumentistas, y tenía reservas para alrededor de 200 bodas y eventos durante la temporada alta de primavera.

Muchas de esas parejas reprogramarán eventualmente sus eventos, cuando el COVID-19 esté controlado. Jen Nordine, de 28 años, se casó con Keith Kniland, de 37 años, en marzo, en el club de campo Hideaway en el Valle de Coachella, donde los padres de Nordine tenían un hogar cuando ella era más joven. “Es nuestro lugar feliz. Durante el fin de semana de Pascua del año pasado, Keith y yo fuimos al campo de golf, y en el penúltimo hoyo, él se arrodilló y me dijo que no podía vivir sin mí”, recordó.

La pareja, que trabaja en la industria de la tecnología en San Francisco, reservó el conjunto de cuerdas de Dart para la ceremonia y a un DJ de Dart para la fiesta posterior, después de descubrir a la empresa en los sitios de bodas e Instagram. Dart nos parecía “divertido y con clase”, justo lo que querían para su música, comentó Nordine. Aunque tuvieron que retrasar su boda casi un año debido a l COVID-19, se mantienen optimistas. “Era egoísta y trivial estar triste por eso”, confesó Nordine. “Postergar algo que has soñado siempre es una píldora difícil de tragar, pero no hay nada como esta pandemia global para poner las cosas en perspectiva. Si podemos sobrevivir al aislamiento juntos, podemos sobrevivir a cualquier cosa”.

Otras parejas debieron improvisar un poco. “Ante una boda, hay un sentimiento de ‘el espectáculo debe continuar’, pero no íbamos a arriesgar la vida de las personas”, señaló Terry Case, de 41 años, un ingeniero en Silicon Valley que había reservado un espacio para su casamiento a finales de marzo en el área de Santa Cruz. Después de que California emitió sus órdenes de quedarse en casa, él y su prometida organizaron una ceremonia donde se respetó la distancia social, con apenas seis amigos como invitados, en un parque cercano. La banda que originalmente habían reservado, Coffee Zombie Collective, tocó de igual manera para su baile final como recién casados.

“Soy de Virginia Occidental, y la última canción de cada boda allí es ‘Take Me Home, Country Roads’, de John Denver. Todos gritan y bailan en círculo”, comentó Case. “La banda grabó una versión y nos envió un enlace para que pudiéramos reproducirla. Fue muy dulce; nos alegramos de poder hacerlo a nuestra manera”.

En este momento, todos en la industria están sufriendo de manera similar. Kivel, quien comenzó en el grupo de rock Kisses, de Los Ángeles, sabe que es tumultuoso cuando los conciertos se cancelan. “Muchos de nuestros músicos obtienen un ingreso estable por el trabajo que realizamos en eventos, y luego hacen una gira en la que tal vez salen actos. En última instancia, sólo cubrimos los gastos”, indicó.

Cuando ese trabajo termina también, es un gran desafío mantenerse a flote.

“Incluso si obtienes un buen ingreso [tocando en bodas], cuando lo desglosas todo, se convierte en una entrada muy básica”, expuso. “¿Cómo nos arreglaremos frente a 12 o 18 meses a partir de ahora, como artistas, si no tenemos otras fuentes de ingresos?”.

Los músicos populares están acostumbrados a los ciclos intermitentes de giras y saben qué esperar en cuanto a ahorrar para los meses de escasez. Algunos artistas de hip-hop o de pop pueden depender de los ingresos por la reproducción de su música. Otros adoptan enfoques creativos para transmitir en vivo, que sirven para mantener el interés de los fanáticos hasta que se reanuden los shows.

Los músicos de eventos a menudo no tienen esas opciones. Algunos pueden recurrir a dar lecciones de composición o de instrumentos en línea, para complementar sus ingresos por ahora. Pero si confiaban en tocar para multitudes, esta es la primera vez desde antes de la Era del Jazz en que todas las reuniones, incluso eventos como fiestas empresariales, están fuera de juego debido a una pandemia.

“Es algo único. Ha habido otras crisis económicas o situaciones socioeconómicas difíciles, como guerras, disturbios y huelgas, pero ninguna de ellas requirió específicamente la prohibición de reunirse”, consideró Brian Pincus, músico y director de banda cuyo negocio familiar, Bob Gail Music, con sede en Culver City, ha reservado grupos de baile y soul para bodas y otros eventos en Los Ángeles durante 40 años.

“Intentamos prepararnos para esta situación, y habrá problemas de flujo de efectivo”, dijo, “pero si acaso podemos volver a la normalidad suficiente como para tener fiestas, será un último trimestre espectacular”, expuso.

El cofundador de Dart DJ, Jesse Kivel, a la izquierda, habla con sus colegas mientras los DJ Aaron Castle, en el centro, y Dan Terndrup tocan durante un concierto en el Ace Hotel, en el centro de Los Ángeles.
(Michael Robinson Chavez / Los Angeles Times)

Mientras tanto, sin embargo, esos músicos tienen que descubrir cómo llegar a fin de mes. Bruce Garnitz, un cantante y guitarrista que ha actuado con bandas en bodas y eventos en Los Ángeles desde los años 90, a menudo se convierte en parte de la vida de sus clientes. A veces ha tocado en el bat mitzvah y la boda de la misma persona, con décadas de diferencia.

En este momento, debería tener un par de bodas cada fin de semana, y cuatro o cinco conciertos en días laborables. Cuando lo contratan, él le paga a músicos de apoyo, técnicos de iluminación y asistentes, algo que ayuda a muchos, en los márgenes de la industria de la música, a sobrevivir.

Durante la crisis, imparte clases de rock y lecciones de instrumentos en línea. Pero para él y muchos músicos con los que trabaja, los salarios de reemplazo son difíciles de lograr ahora. “Sé cuántos ingresos generamos para la gente”, comentó Garnitz. “Este es un momento realmente difícil para los músicos y artistas”.

Y es aún más complejo para los músicos inmigrantes en todo Los Ángeles, que enfrentan las múltiples amenazas de la pérdida de sus medios de vida ante el COVID-19, la increíble dificultad de percibir beneficios de desempleo y una actitud hostil sobre la inmigración por parte del gobierno.

“Entre los inmigrantes en Los Ángeles hay muchos mariachis”, comentó García. “Aquellos que no tienen nada más a lo que recurrir, ¿cómo se espera que den vuelta a esta situación y reingresen en la fuerza laboral? ¿Deben arriesgarse e ir a México, donde tampoco trabaja nadie? Los músicos tendrán que encontrar otras formas de mantenerse”.

Quién sabe cuánto durará el cierre de actividades por la pandemia de COVID-19, o qué tipo de conciertos esperan al otro lado. Tal vez las parejas reduzcan los gastos de sus bodas si la recesión posterior resulta muy severa. Pero incluso en medio de una pandemia, las personas se enamoran, los niños nacen y los seres queridos mueren. La gente necesitará reunirse para conmemorar todo eso. Cuando llegue ese día, precisarán una banda.

“En el último concierto que hicimos, en marzo, pensé: ‘¿Deberíamos realmente estar aquí? Pensando en la salud, ¿deberíamos haber venido?’”, recordó García. “Me sentí desgarrada por dentro. Pero la música es un elemento básico de nuestra cultura. Y esa pareja merecía su momento de felicidad”.

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