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CRÍTICA. Esto es lo que puedes esperar de la nueva ‘Wonder Woman’

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Los fans de las películas de superhéroes y, más precisamente, de los personajes surgidos de las páginas de DC, han tenido que esperar ya un tiempo extremadamente largo para poder acceder a “Wonder Woman”, una cinta que se terminó de rodar hace casi dos años y cuyo estreno fue pospuesto en hasta cinco ocasiones a raíz de un cierre masivo de las salas de cine en mercados vitales que se mantiene hasta el día de hoy.

La buena noticia para ellos -y para cualquier que quiera disfrutar de una superproducción semejante- es que la cinta se podrá ver finalmente en Estados Unidos desde el 25 de diciembre no solo en las salas que permanezcan abiertas, sino también en HBO Max, lo que implica contar con una subscripción para esta plataforma pero no involucra en este caso ningún pago extra. La mala para quienes no tengan salas abiertas cerca o no quieran acudir a ellas, por supuesto, es que no la podrán ver en una pantalla gigante, lo que es una pena en vista de su espectacularidad y del modo en que fue hecha.

Sin embargo, regresando a lo positivo -que es lo que más necesitamos en estos días-, estamos en condiciones de decir que se trata de una película que, sin ser extraordinaria (es innecesariamente larga, entre otras cosas), cumple con las expectativas que se han puesto en ella y mantiene por todo lo alto el nivel de calidad logrado en la anterior entrega al retomar el efectivo dúo conformado por la actriz Gal Gadot y la directora y guionista Patty Jenkins.

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Lo hace además adoptando una postura que, sin traicionar el espíritu de la entrega del 2017, maneja de manera menos evidente el tema del feminismo y reduce las aparatosas escenas de acción en provecho de un desarrollo de personajes y de situaciones que podrá desconcertar a quienes esperen una avalancha inmediata de efectos especiales, pero que termina configurando una propuesta novedosa para el género a través de un estilo narrativo que se siente mucho más como una comedia dramática placentera e inteligente que como una aventura fantasiosa y desbocada, al menos en su primera parte.

Curiosamente, pese a que se realizó mucho antes de la actual pandemia, “Wonder Woman 1984” presenta un mensaje de empatía y de solidaridad mundial que, si lo vemos de manera cínica, es idealista e imposible (no podemos dar detalles para no caer en ‘spoilers’), pero que resulta de todos modos importante cuando se trata de probarle a las nuevas generaciones que el individualismo no es precisamente el mejor camino para mantener la convivencia en el mundo real.

Desarrollada mayormente a mediados de los ’80, la cinta nos muestra a una Diana solitaria y afectada todavía por la muerte de su amado, el piloto Steve Trevor (Chris Pine), que se echa de vez en cuando sus vinos pero no ha dejado de lado su rol como superheroína protectora ni una carrera profesional como antropóloga que la ha llevado a ocupar un puesto importante dentro del renombrado Instituto Smithsoniano de Washington DC.

Mientras se acerca el final del nefasto 2020 y aumentan vertiginosamente los casos de infecciones en el Sur de California, las autoridades de salud insisten en la necesidad de quedarse en casa todo el tiempo que sea posible, lo que coloca todavía muy lejos nuestras esperanzas de regresar a una sala de cine, aunque la llegada de la vacuna promete ya que esto no se prolongará indefinidamente.

Esto establece desde el inicio una posición destacada y ejemplar para un personaje que se diferencia desde ese simple punto con las profesiones habitualmente encomendadas a los alter egos de los superhéroes masculinos más populares, con el agregado de que la que terminará convirtiéndose en su feroz adversaria Cheetah es Barbara Minerva, una colega suya (es decir, otra mujer especialmente inteligente) marcada por la timidez que ha sido encomendada a la encantadora y divertida Kristen Wiig (recordada por su papel estelar en la hilarante “Bridesmaids”).

Diana y Barbara parecen estar destinadas a ser grandes amigas, hasta que se cruza en sus caminos Maxwell Lord, un inescrupuloso hombre de negocios y personalidad televisiva que es interpretado por un irreconocible Pedro Pascal (el actor chileno de las series “Narcos” y “The Mandalorian”) y que según Jenkis no estuvo inspirado en la figura de Donald Trump, aunque podría fácilmente haberlo hecho.

Pero, en lugar de caer en la trampa de crear villanos malévolos que son los causantes de todos los males que nos aquejan, la película explora no solo las razones que los llevan a actuar del modo en que actúan, sino que plantea de manera creativa la responsabilidad compartida por todos nosotros en esta clase de situaciones, recurriendo a una estrategia tan propia de las historietas como la aparición de una misteriosa piedra ancestral que concede los deseos de quien entra en contacto con ella.

A medida que avanza la historia, y en consonancia con los parámetros del género, la amenaza que surge de este artefacto va alcanzado dimensiones mucho más severas e internacionales, lo que nos lleva a diferentes lugares del mundo y desata finalmente las mayores escenas de acción, filmadas con brío y elegancia; pero nunca se pierde de vista la idea de que lo que cada uno hace repercute en el bienestar de los demás, lo que se convierte en un concepto particularmente acertado y coyuntural en relación a las reacciones generadas por el virus que ha cambiado nuestras existencias.

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