A mediados de 2020, los televidentes de distintos países que se encontraban más pegados que nunca a sus televisores, tratando esta vez de sobrellevar del mejor modo posible los periodos de cuarentena forzados por la pandemia, quedaron ingratamente sorprendidos al enterarse de que todos los programas vinculados a Roberto Gómez Bolaños, más conocido como “Chespirito”, habían dejado de transmitirse de manera indefinida a lo largo y ancho del planeta.
En teoría, la insólita ausencia, adjudicada al resultado de unas negociaciones fallidas entre el Grupo Televisa -quien produjo y distribuyó la mayoría de estos shows- y los representantes legales de “Chespirito” -que murió en noviembre de 2014-, no tendría que haber causado mayor alboroto, ya que estamos hablando de producciones que se estrenaron hace cerca de cinco décadas y cuyos episodios habían sido repetidos hasta el hartazgo en ese lapso; pero lo cierto es que lo que ha sucedido con estos títulos en términos de popularidad rebasa cualquier posibilidad razonable de análisis.
Pese a que trabajó en varias series, el legendario comediante que nombramos es recordado principalmente por una de ellas, “El Chavo del 8”, que se produjo entre 1973 y 1980 y que, además de tenerlo en el papel principal -interpretando a un niño huérfano y pobre que vivía en un barril-, nos presentó a una serie de personajes que terminaron siendo memorables, entre los que se encontraba Quico, el hijo mimado de una de las inquilinas más adineradas de una vecindad de clase baja que se encontraba supuestamente en México, pero que podría haber estado en cualquier nación subdesarrollada.
Quico fue interpretado por Carlos Villagrán, un actor que se inició como fotógrafo periodístico -se dice incluso que capturó las únicas imágenes disponibles del concierto ofrecido por The Doors en tierras aztecas- pero que, a inicios de los ’70, empezó a participar en las diversas series que surgieron de la imaginación de Gómez Bolaños. En ellas, Villagrán tuvo muchos papeles diferentes, pero ninguno alcanzó la impresionante popularidad obtenida por el rol que lo encontraba luciendo un traje de marinerito e inflando los cachetes con la finalidad de darle vida al inconfundible hijo de la caprichosa Doña Florinda.
Un aniversario sin grandes homenajes ni transmisiones es el que vivirá “El Chavo del 8”.
Presencia permanente
“El Chavo del 8” empezó a transmitirse pocos años después de que yo llegara a este mundo, y en ese sentido, siento que mis experiencias televisivas estuvieron marcadas desde el inicio por las aventuras de estos niños que no eran niños, primero en blanco y negro y luego en color (aunque el programa se hizo siempre en la segunda modalidad).
De ese modo, no recuerdo haberme sentido nunca extrañado por el hecho de que los personajes que tenían supuestamente menos de una década de vida fueran representados por actores que tenían en realidad más de treinta años. Entiendo lo extraño que puede ser todo esto para los demás; hace muchos años, cuando traté de ver el show con mi hija, ella me dijo que el asunto le parecía de lo más ‘creepy’.
Pese a la generosa licencia de tiempo que le había dado la audiencia, “Chespirito” era consciente de que no podía seguir interpretando a El Chavo eternamente; y aunque se negaba a abandonar su entrañable creación, cerró definitivamente el larguísimo capítulo en 1992, cuando no existía más el programa individual, pero la mayoría de los personajes aparecían todavía en ‘sketches’ que formaban parte de otro show. Ya para entonces, la versión original de Quico formaba parte de un pasado remoto, porque Villarán se retiró de “El Chavo del 8” en 1978, como resultado de una larga serie de desacuerdos con Gómez Bolaños.
Sin embargo, el mismo Villagrán, quien creía tener derechos de autoría que “Chespirito” negaba, se negó a dejar atrás a Quico, al que transformó en Kiko para involucrarse en varias series independientes -algunas de ellas hechas en Venezuela- que nunca alcanzaron la fama ni la calidad de las anteriores, pero que le permitieron seguir ganándose la vida con el infante ficticio que le había dado la inmortalidad artística.
En las carpas
Lo que ha venido sucediendo desde esos años es motivo de una controversia distinta. Al igual que María Antonieta de Las Nieves, quien siguió interpretando a La Chilindrina -otro personaje surgido de “El Chavo del 8”- y se ganó también por ello problemas legales con Gómez Bolaños, Villarán ha estado colaborando con compañías circenses que recorren diferentes países y en cuyas funciones ofrece un breve acto que lo muestra encarnando a su personaje más célebre.
Ser parte de un circo en el que se presenta un segmento de esta clase no es necesariamente la manera más digna de rendirle tributo a una creación tan importante, sobre todo cuando se sabe que, actualmente, tanto Villagrán como De Las Nieves son personas de la tercera edad (él tiene 79 y ella 72). Por ello mismo, los dos se han visto sometidos a críticas de todo tipo, aunque estas han venido acompañadas por muestras de respeto y comprensión que resultan inevitables ante actores que han sido tan queridos y que han estado tan atados a las vidas de tantas personas.
Por ese lado, tener ahora a Villagrán como parte de los shows del Circo de los Hermanos Caballero en Plaza México de Los Ángeles, supuestamente hasta el 6 de marzo (porque se habla de una posible extensión), no debería ser una novedad. Lo único que parece distinto en esta ocasión es que el artista ha asegurado que esta es su gira final representando a Kiko.
Debido a la edad del actor, es completamente natural que suceda algo así, aunque hay que tomar sus declaraciones con pinzas, porque lo del retiro se anunció inicialmente en 2010 y se repitió en 2018. Y más allá de que su aspecto físico lo faculte cada vez menos a ofrecer una interpretación mínimamente creíble de un personaje tan joven, Villagrán no está todavía imposibilitado de hacerlo.
Para probarlo, podríamos aludir a un video de Tik Tok del año pasado, en el que él aparecía bailando con el disfraz de Kiko durante una función circense. Los comentarios de los usuarios de las redes, que no se hicieron esperar, iban desde las burlas más sonoras hasta las muestras más sinceras de aprecio ante los esfuerzos que hacía el aludido para seguir dándole felicidad a sus admiradores pese al inclemente paso del tiempo.
Cachetes y rumores
Para ser sincero, no fui nunca fan de ese ‘chiquillo’ arrogante que, sin ser realmente malo -era un niño, ¿verdad?-, adoraba refregar sus aparentes privilegios en los rostros de los que menos tenían. Mi ‘héroe’ era Don Ramón, el adulto que se las ingeniaba para sobrevivir sin tener un trabajo estable, que no toleraba al niño con ínfulas de rico y que era interpretado magistralmente por Ramón Valdés, quien nos dejó en agosto de 1988. Curiosamente, Valdés era muy amigo de Villagrán; de hecho, abandonó las filas de “El Chavo del 8” poco después de que lo hiciera el segundo, supuestamente en solidaridad con su compañero.
Sea como sea, y le depare lo que le depare el futuro, Quico -sí, el de la serie original- es un personaje memorable que no será fácil de olvidar. Además, si lo que Villagrán ha dicho en numerosas ocasiones es cierto -es decir, que fue él quien sugirió lo de los cachetes inflados; que fue él quien creó las expresiones que lo caracterizaron; y que fue él quien llegó al set con la idea del traje de marinerito-, poder verlo todavía al mando de Kiko -como tiene que llamarlo ahora- no deja de tener interés.
Adicionalmente, como resultaba inevitable, cada reaparición suya llega marcada por la reactivación de unos chismes ya desgastados que remarcan la supuesta relación íntima que tuvo con Florinda Meza -sí, la que hacía de su mamá en “El Chavo del 8”- antes de que esta se hiciera novia de “Chespirito”.
Villagrán ha dicho varias veces que hubo algo, pero asegura que el interés venía de ella y no de él; y como quien no quiere la cosa, la viuda de Gómez Bolaños, quien ha negado siempre el asunto, respondió nuevamente una interrogante sobre el tema hace unos cuantos días, lanzando una frase de lo más elocuente -e hiriente-: “¿Tú conociste a Roberto? Un hombre muy inteligente. ¿Me imaginas a mí con un pend..?”
Por ese lado, la reconciliación parece imposible, y es una muestra más de que no todo era amor en la bonita vecindad.
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