Debería ser catalogado como un crimen haber colocado a “El Malo” a la mitad del concierto y haberlo dejado interpretar solo dos canciones. Pero eso es lo que pasó durante el Festival de la Salsa de Los Ángeles del sábado pasado, que se realizó en una Crypto.com Arena que lucía completamente llena y cuyos carteles anunciaban al artista como acto principal.
Nos referimos, por supuesto, a Willie Colón, el trombonista, vocalista y compositor ‘nuyorican’ que impresionó a lo largo de los ‘70 con el uso de una estética de gangster empleada con intenciones humorísticas, pero que ha pasado a la historia no solo como autor o coautor de algunos de los himnos más grandes de la música latina, sino también como pieza fundamental en la creación de la salsa tal y como se la conoce en estos días.
“El Malo” -o sea, Colón- tiene 75 años y, hace solo dos, sufrió un serio accidente automovilístico del que todavía se está recuperando, lo que podría llevar a pensar que fue él mismo quien solicitó una presencia breve en el escenario. Pero hace solo unos días, el legendario maestro nos ofreció una entrevista en la que reveló haber ofrecido ya varios conciertos largos, lo que lleva a pensar que la decisión dependió directamente de los organizadores del evento, sobre todo porque pasó exactamente lo mismo con los tres artistas que lo antecedieron.
Colón tuvo solo tiempo para entonar sus dos éxitos mayores como solista, es decir, “Idilio” y “El gran varón”. El primero lo vio no solo cantando, sino también a cargo del trombón, un instrumento que requiere de mucha fortaleza física y que retumbó con la potencia de siempre, pese al paso del tiempo y a los problemas de salud que el artista ha tenido. El segundo, que cuenta la historia de un transexual y fue por ello revolucionario en el ambiente latino, logró imponerse gracias a las virtudes de una voz que sigue siendo de lo más convincente. La aclamación del público fue total.
El pionero de la salsa brava Willie Colón llega este sábado con sus éxitos al evento masivo de Crypto.com Arena
Debido a sus credenciales y a la posibilidad que tiene todavía de ofrecer sets completos, lo de Colón se sintió tan fugaz como injusto, y reveló las intenciones comerciales de un espectáculo que, poco después, le dio un periodo de tiempo mucho mayor a Jerry Rivera, un representante boricua de la salsa romántica de los ‘80 que tiene sin duda varios ‘hits’, pero que no es ni por asomo una figura de la trascendencia del viejo compinche de Héctor Lavoe. A fin de cuentas, debido a su accesibilidad, la rama más complaciente de este género es probablemente la más celebrada a nivel masivo.
Pero había aparentemente otras consideraciones de por medio, porque el cierre de fiesta, un par de horas después, se dio con El Gran Combo de Puerto Rico, una institución incuestionable de la salsa que contó con un segmento generoso en la tarima y que, además, fue el único acto que se presentó con su formación completa, a diferencia de los otros, que recurrieron únicamente a sus vocalistas y fueron respaldados por una orquesta estable.
Hay otras cosas que lamentar, más allá de que un evento de cuatro horas (que fue lo que duró esto) no debería ser definido como un festival. Si no lo sabes ya, la salsa es un género eminentemente bailable que incita constantemente el movimiento, y eso es algo que no se podía hacer realmente en Crypto.com Arena, el inmenso auditorio cerrado que se ubica en el centro de nuestra ciudad.
Ni siquiera en el área del piso, que se encontraba llena de sillas e impedía con ello la realización de cualquier despliegue pronunciado por parte de los asistentes, mucho más si se trataba de los infaltables bailes de pareja que requieren de mucho espacio.
Pero basta de quejas. Para el asistente casual, y tambien para el fanático, este show fue una oportunidad ideal para apreciar en vivo una enorme lista de temas musicales que, más allá de los gustos personales y de las discusiones originadas por sus estilos particulares, se encuentran en la cabeza de todos los que crecieron con ellos o los han escuchado debido a la huella imborrable que han dejado en el imaginario colectivo.
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Además de que casi todos los participantes demostraron estar en buena forma, la orquesta de casa hizo lo suyo de manera brillante, dándole oportunidad de lucimiento a unos instrumentistas que nunca nos decepcionaron.
Yo mismo, sin ser precisamente admirador de la salsa romántica -que sus detractores califican como ‘salsa boba’-, disfruté una buena parte del set de Rivera, sobre todo cuando le tocó cantar las pegajosas y conocidas melodías de “Amores como el nuestro” y “Qué hay de malo”.
Y supe apreciar el buen oficio del neoyorquino de ascendencia puertorriqueña Víctor Manuelle, que lleva en esto más de tres décadas y tiene más de una pieza decente (“Tengo ganas” y “He tratado” están entre sus logros), pese a que no estoy muy familiarizado con sus canciones y a que lo que hace, inclinado hacia el espectro del pop, no me vuela la cabeza.
No me pasó lo mismo con el vocalista y director Wilfrido Vargas, quien, para empezar, andaba de ‘colado’ en un espectáculo que no le pertenecía por el simple hecho de que lo que él practica es el merengue. Pese a ser anunciado como “invitado especial”, Vargas tuvo un set relativamente largo en el que no faltaron “El africano” y “El baile del perrito”, pero que dio también cuenta de las serias limitaciones actuales de una voz que en sus mejores momentos contaba con una tesitura impresionante.
La frustración de no haber podido ver a Colón interpretando algunas de las canciones monumentales que creó al lado de Lavoe (es decir, algo que suele hacer en sus conciertos) fue subsanada de algún modo por El Gran Combo, que ha estado visitando con frecuencia el Sur de California en los últimos años, pero que merece siempre ser visto, sobre todo porque pertenece al ámbito de la salsa dura y porque mantiene todavía en su alineación a muchos de los instrumentistas que han integrado sus filas en las décadas recientes.
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Para ser claro, EGC se fundó hace 60 años, por lo que no debe esperarse que presente actualmente en vivo a ninguno de sus miembros originales, empezando por Rafael Ithier, que sigue siendo el propietario del grupo pero tiene ya 96 años y no sale más de gira. Pero darle un simple vistazo a los artistas en escena implicaba darse cuenta de la veteranía de varios de ellos, lo que, en ciertos momentos, hacía que la orquesta en general no tuviera la contundencia que había tenido la de casa, pero que compensaba esta carencia con su inapelable autenticidad.
El que se mantiene sorprendentemente activo para su edad es Jerry Rivas, de 68 años, quien lleva más de cuatro décadas en el grupo y que, además de seguir cantando de manera espectacular, participó plenamente en las coreografías habituales de EGC que involucran a sus tres vocalistas (los otros dos, en estos días, son Anthony García y Joselito Hernández). Escucharlo entonar con picardía “Me liberé” y “Y no hago mas ‘na”, dos piezas tan vibrantes como divertidas, es toda una experiencia.
Escribe artículos de entretenimiento en Los Angeles Times en Español y lo hizo anteriormente en todas las ediciones impresas de HOY Los Ángeles. Previamente, trabajó como colaborador con el diario La Opinión. Inició su carrera periodística como redactor y luego editor del suplemento de entretenimiento “Visto & Bueno”, publicado por el diario El Comercio de Lima, donde hacía también críticas de cine.