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Los Fabulosos Cadillacs ofrecieron fiesta, protesta y experimentación

A la izq., Vicentico, y a su lado, Flavio Cianciarulo
A la izq., Vicentico, y a su lado, Flavio Cianciarulo, de Los Fabulosos Cadillacs, durante el concierto del 24 de septiembre de 2023 en el Hollywood Bowl.
(Ringo Chiu/For Los Angeles Times en Espanol)
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Antes de llegar a la mitad del concierto que ofrecían el domingo pasado en el Hollywood Bowl de Los Ángeles, Los Fabulosos Cadillacs bajaron considerablemente la intensidad con la que habían iniciado su set para interpretar “Calaveras y diablitos”, un reggae lento y cadencioso.

Tras ese momento, era de esperar que cambiaran completamente de ritmo y recurrieran a alguna de las piezas aceleradas y festivas que no faltan en su repertorio. Pero estamos hablando de Los Fabulosos Cadillacs, por lo que eso no fue lo que sucedió.

En lugar de apurar los trámites, los argentinos ofrecieron a continuación una larga versión de “Los condenaditos”, una inspirada pieza de medio tiempo que no se caracteriza precisamente por su tendencia bailable pese al uso que hace de unas percusiones con influencia de la samba. De hecho, la composición adquirió una dimensión hipnótica al meterse en los terrenos del dub, mientras le daba al vocalista Vicentico la oportunidad de hacer unas improvisaciones indudablemente creativas.

Es probable que los que conocen a la banda de manera superficial hayan quedado desconcertados ante la decisión, que se prolongó de algún modo a la elección siguiente, “Saco azul”, una canción que maneja casi por completo un estilo de rock clásico y que se aleja de las incursiones tropicales que tanto distinguen al grupo en términos generales.

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Esto no quiere decir que los Cadillacs hayan optado por transformar su debut en el afamado recinto angelino en una sesión de composiciones oscuras. De hecho, la mayor parte del repertorio se inclinó hacia los temas más conocidos desde el inicio del espectáculo.

Luego del instrumental “Cadillacs”, que fue el corte de apertura, se le dio paso a “Manuel Santillán, El León”, uno de los títulos más aclamados de la banda, así como uno que acude al reggae rápido y a la salsa -las influencias de Rubén Blades son bastante claras- para ofrecer un vibrante homenaje a los luchadores sociales de América Latina.

La influencia afroantillana se mantuvo en “Demasiada presión”, seguida por la furiosa combinación de cumbia, flamenco y ska de “Carmela”. Poco después, el ska puro y duro de “Estoy harto de verte con otros” desembocó en “El genio del dub”, otro hito definitivo en la carrera del conjunto, pletórico en las secciones de percusión y de vientos. El entusiasmo que generó esta pieza se vio incrementado por lo que hizo Vicentico al lanzar fraseos igualmente improvisados, muy en plan raggamuffin’.

El repertorio de la noche no dejó tampoco de lado a “Siguiendo la luna”, una suerte de balada romántica plasmada en un reggae lento; “V Centenario”, una de las creaciones más revoltosas de los Cadillacs, con toques de son jarocho, ska y hardcore, y “Carnaval toda la vida”, una mezcla de rock y de samba con intenciones celebratorias.

La banda en pleno.
(Ringo Chiu/For Los Angeles Times en Espano)

Los argentinos reservaron para la recta final sus hits más ilustres: “Mal bicho” y “Matador”, dos piezas de energía desbordada que se encuentran hermanadas no solo por la fusión de salsa y ritmos folklóricos latinoamericanos que ambas practican, sino también por las letras de protesta social que comparten, escritas por el bajista y corista Flavio Cianciarulo.

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El ‘bis’ apuntó más hacia el lado celebratorio, al ser coronado por “El satánico Dr. Cadillac” -que sumó influencias del funk- y “Yo no me sentaría en tu mesa” -un ska despreocupado y marcado por uno de esos coros que parecen provenir de los estadios de fútbol-.

Como es habitual, Vicentico no presentó ninguna de las canciones ni aludió a cualquiera de las cuestiones sociales que forman parte de las letras, compuestas mayormente por él mismo y Cianciarulo. En realidad, no dijo casi nada, más allá del momento en que agradeció a la audiencia de manera sumamente formal por su presencia y regañó de paso a una integrante de la audiencia que se estaba comportando aparentemente de manera incorrecta (“señora, deje la copa, porque está trayendo problemas”, señaló).

Pero el cantante se paseó a lo largo y ancho del vasto escenario mientras interpretaba las canciones con su voz áspera, emotiva y, sobre todo, completamente distintiva; y, una vez que calentó el cuerpo, se despojó temporalmente del abrigo largo que llevaba para lucir una informal camiseta sin mangas.

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El que se movió mucho más en la tarima, como ocurre también siempre, fue Ciancirulo, quien lucía con orgullo una camiseta de la selección argentina de fútbol, que usó el micrófono en más de una ocasión para cantar y cuyo sonido de bajo, sumado a veces por efectos como el del wah wah, tuvo una presencia contundente.

Ciancirulo, Vicentico y el saxofonista Sergio Rotman, que hizo también de las suyas en la tarima, son los miembros originales de los Cadillacs que permanecen en la formación actual, y siguen cumpliendo un papel esencial en la creación del poderoso sonido que caracteriza a la agrupación. En el Bowl, sonaron estupendamente. Hay que precisar además que la alienación de ocho músicos incluye desde hace casi una década al baterista Astor Cianciarulo y al guitarrista Florián Fernández Capello, hijos de Flavio y de Vicentico, respectivamente.

La actuación de los Cadillacs estuvo antecedida por la de Los Auténticos Decadentes, una agrupación que procede del mismo lugar -la ciudad de Buenos Aires-, que surgió en la misma época -sólo un año después, en 1986- y que tiene más de una similitud musical con los protagonistas de la velada -también le entra al ska, al reggae y los ritmos sudamericanos-, pero que se orienta hacia terrenos mucho más comerciales y evita hacer comentarios políticos en sus letras.

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A causa de esta misma tendencia, se trata de un combo más accesible y, por lo tanto, más popular en ciertos sectores de la audiencia, como lo demostró el hecho de que vimos a un gran número de mujeres en la platea que bailaron y rieron durante su acto y que parecieron desvanecerse ante la llegada de los Cadillacs.

Un momento de la presentación de Los Auténticos Decadentes.
Un momento de la presentación de Los Auténticos Decadentes.
(Ringo Chiu/For Los Angeles Times en Espanol)

Y es que si hablamos de fiesta y de baile, la propuesta de los Decadentes es irresistible, incluso cuando, en este caso, la calidad de su sonido fue claramente inferior a la de sus compatriotas estelares, lo que suele suceder en casos semejantes.

Gracias al empleo de tres vocalistas (Gustavo “Cucho” Parisi, Jorge “Perro Viejo” Serrano y Diego “Cebolla” Demarco) que tocan a veces instrumentos (el segundo y el tercero son también guitarristas), esta banda logra darle diversidad a un repertorio que, sí, se orienta frecuentemente hacia un estilo alegre y relajado (como lo prueban sus canciones “Los piratas”, “Loco” y “La guitarra”, que no faltaron en el Bowl), pero que prueba también suerte con composiciones más arriesgadas (como es el caso de “Amor” y “El pájaro vio el cielo y se voló”, que son excelentes).

No los perjudicó, por supuesto, tocar un ‘cover’ de “Golpes en el corazón”, la pieza original de Los Tigres del Norte, ni gritar después de hacerlo “¡Viva México, cabrones!” A fin de cuentas, la mayoría del público tenía raíces aztecas, como lo comprobamos al escuchar las voces que nos rodeaban tanto a la salida como a la entrada del show. Y esa es una clase de arenga que los Cadillacs jamás harían.

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