Comunidad garífuna: una cultura desplazada por la violencia y el desarrollo
LOS ÁNGELES — La violencia de los cárteles mexicanos está haciendo estragos en la zona donde ha vivido la comunidad garífuna por más de dos siglos en Honduras, y por otro lado, los proyectos de desarrollo turístico se han ido apoderando poco a poco de sus tierras en las costas del Atlántico. Lo cierto es que la comunidad, descendiente directa de los africanos e indios nativos, está siendo desplazada de sus aldeas y obligada a emigrar, mayormente a Estados Unidos.
Según el libro “La Guerra del Narco”, de la revista mexicana Proceso, el exministro de seguridad de Honduras, Óscar Álvarez, dijo en una conferencia del 2009 en Colombia que los cárteles de la droga se han adueñado del territorio hondureño a tal grado que en ciertas zonas del país las personas se sentían aterrorizadas y hay lugares de los que los pobladores simplemente se han marchado.
El exfuncionario advirtió en esa misma conferencia que los narcotraficantes mexicanos habían desplazado a los colombianos en su nivel de violencia, desatando una ola de asesinatos perpetrados por sicarios.
“Te raptan y luego amaneces muerto; todo está arruinado. Hace pocas semanas agarraron a dos muchachas y no se ha sabido de su paradero”, explica ahora Dixon Diego Álvarez, inmigrante garífuna radicado en Los Ángeles desde septiembre de 2013, quien vino siguiendo los pasos de dos de sus hermanos que se establecieron en Nueva York.
“Tienen marginado al pueblo garífuna; está en la oscuridad”, asegura Álvarez, de 34 años y oriundo de Tornabé, provincia de Atlántida, una villa que refleja el desplazamiento social que están viviendo las 46 comunidades de este grupo étnico en la costa caribeña.
Expertos en seguridad y narcotráfico aseguran que la costa atlántica se ha convertido en corredor obligatorio de la droga en la región. En parte por lo recóndito de la zona, y también porque el crimen organizado puede lavar el dinero con facilidad.
Entre el 2014 y el 2015 se realizaron al menos siete capturas de narcotraficantes, a quienes se les ha incautado alrededor de 600 propiedades, según el observatorio de la violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
Arabeska Sánchez, investigadora en criminología y asesora del observatorio, dice que en dicha área operan el Cártel de Sinaloa y los Zetas, así como fragmentos de algunos cárteles colombianos.
“No se ha logrado la desarticulación de las estructuras”, afirma Sánchez, detallando que desde la región de la Mosquitia se llega en lancha en sólo seis horas a Colombia.
Toda esta violencia obedece a que América Central es una de las principales zonas de reexpedición de remesas de drogas provenientes de América del Sur con destino a América del Norte y Europa, de acuerdo con un informe de 2009 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes.
Además, el estudio afirma que, debido a la impunidad, la corrupción y la debilidad de las instituciones locales, se socava la labor de la fiscalización de drogas y el estado de derecho en la región.
Honduras, al mismo tiempo, se encuentra entre los cinco países más violentos del mundo. En el 2014, de acuerdo al informe anual de la UNAH, se registraron 68 homicidios por cada 100 mil habitantes. El reporte añade que las provincias de Cortés (106.3) y Atlántida (89.1), ubicadas en la costa norte (zona garífuna), sobrepasan el índice promedio de violencia homicida nacional, en donde el 79.6% de las víctimas tenían entre 14 y 44 años.
“La comunidad garífuna está bajo amenaza; estamos confrontando enemigos poderosos y nuestras comunidades son vulnerables”, sostiene José Francisco Ávila, activista radicado en Nueva York.
Los activistas indican que en los últimos años se ha incrementado la migración hacia EE.UU., pero no hay datos exactos del número de personas que han abandonado la costa caribeña lo único que se sabe es que entre sus destinos están las ciudades de Nueva York, Los Ángeles, Houston, New Orleans, Miami, Boston y Seattle. Además, cuando son detenidos, son identificados como hondureños, no como garinagu, situación que hace más difícil contabilizarlos.
Lo que sí se sabe es que Honduras es uno de los países en Centroamérica que más personas ha expulsado en los últimos años hacia EE.UU., teniendo la pobreza y la violencia como sus principales factores, sin mencionar a los proyectos turísticos.
Un desarrollo que obliga a migrar
En el 2013, el presidente de Honduras, Porfirio Lobo, habló en la inauguración del centro vacacional Indura Beach & Golf Resort de la responsabilidad para invertir, pero no de la responsabilidad con la comunidad local. En el video promocional del centro turístico, los responsables del desarrollo dijeron que iba a impactar como nunca a la comunidad hondureña. Y no se equivocaron. A partir de esa fecha, los intentos por desplazar a la comunidad garífuna no han cesado.
El año pasado hubo varios desalojos, incluyendo el de Barra Vieja, donde primero llegó la policía (29 de septiembre); al no poder sacar a los pobladores, regresó al día guiente con el Ejército para expulsarlos de sus casas. Se estima que por lo menos 400 personas fueron afectadas como parte de los planes de desarrollo.
La comunidad garífuna es posiblemente el único grupo que logró escapar de la esclavitud de las grandes potencias de aquel tiempo; sin embargo, siempre ha vivido marginada por el gobierno, con niveles de pobreza extremos, y ahora hasta le estorba.
Según el portal hondureño ConexiHon, en su artículo “Nuevo juicio para expulsar a la comunidad garífuna de Barra Vieja de su territorio ancestral”, el Indura Resort se encuentra íntimamente ligado al Consejo Empresarial de América Latina (CEAL) capítulo Honduras, grupo que financió a Lany Davis, encargado de cabildear en Washington a favor del golpista Roberto Micheletti. Davis es uno de los hombres de confianza de Hillary Clinton, la ex Secretaria de Estado durante el golpe de estado en el 2009.
El artículo menciona que el despojo de Barra Vieja forma parte de la estrategia de expulsión del pueblo de la costa caribeña del país.
No es casualidad que tanto el gobierno como los inversionistas extranjeros hayan volteado a ver a la costa del Caribe con fines lucrativos. En esta zona hay arrecifes vírgenes, playas de arena blanca, manglares, parques nacionales protegidos, acantilados e islas paradisiacas.
Es por eso que el flujo de inversiones en este rubro parece no tener límite, mientras que el gobierno está comprometido con la expansión. Empresarios canadienses, por su parte, están construyendo residencias para turistas, y a las playas caribeñas cada vez llegan más cruceros.
Debido a esto y otras situaciones, Christopher Loperena, antropólogo de la Universidad de San Francisco, habla de una expulsión sin regreso de la población garífuna que la obliga a migrar hacia el norte.
“El pueblo garífuna está enfrentando un despojo sistemático debido a las políticas de desarrollo turístico”, enfatiza el investigador.
Por su parte, Suyapa Portillo, profesora de Estudios Transnacionales del Pitzer College, considera que si estos proyectos invirtieran en las comunidades establecidas, tendrían un impacto positivo en el turismo local y se evitaría la migración.
“Los jóvenes en este momento no tienen opciones”, afirma la académica. “Van a seguir migrando directamente a Nueva York o donde quiera que estén los familiares”.
Entretanto, la Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh), con base en el país centroamericano, no baja la guardia en la defensa del territorio, con el fin de que la comunidad garífuna no sea sacada del lugar donde ha vivido desde antes que el país existiera como nación.
“Estos proyectos dicen que están encaminados al desarrollo, pero es un desarrollo para pocos”, critica Nahun Lalín, coordinador de Ofraneh. “Nuestra lucha es por evitar el despojo territorial, porque si nos lo quitan, estarían eliminando al pueblo garífuna”.
A fin de conocer la posición del gobierno hondureño, HOY Los Ángeles pidió a la Presidencia de la República una postura sobre las políticas que se siguen, pero hasta el cierre de edición no se obtuvo respuesta.
‘Somos una cultura completa’
Cuando suenan los tambores, los movimientos de pies surgen con facilidad; y cuando de danza se trata, sin importar la edad, los herederos de la cultura garífuna comparten con propios y extraños estas expresiones a flor de piel.
El pueblo garífuna es una mezcla racial entre nativos africanos e indios arawuako, de San Vicente, isla caribeña de donde salieron en 1797 para Roatán y Puerto de Trujillo en Honduras; incluso, este pueblo vive también en las costas de Belice, Nicaragua, Guatemala y en Estados Unidos.
Debido a que la migración hacia la Unión Americana de los garinagu -como se nombra a la comunidad garífuna en plural- data de principios del siglo XX, activistas y estudiosos descendientes de dicho grupo luchan para mantener la identidad y el idioma.
“Muchos ya se han mezclado y casi no siguen las costumbres”, reflexiona Rony Figueroa, cofundador de la Fundación Herencia Garífuna.
Sara Mena, por su parte, respeta la historia y la cultura de esta etnia, como resultado de los valores que le inculcó su padre; así lo afirma la oriunda de Puerto Cortés, quien llegó en 2004 a Nueva York y que en el 2009 se mudó a Los Ángeles. Sin embargo, lamenta no haber aprendido el idioma.
“Fui a una escuela donde no había muchas personas de mi cultura, y también influyó el haberme venido de Honduras a los 16 años, por lo que ya no pude exponerme más al lenguaje”, dice la joven de 27 años.
En ese sentido, a fin de promover y documentar el legado de esta comunidad, el Museo Garífuna, fundado en el 2009 en el sur de Los Ángeles, exhibe en sus instalaciones más de 200 piezas de literatura, videos, pinturas y artesanías, entre otros objetos.
“Somos una cultura completa; tenemos un idioma, música, símbolos patrios y arte”, explica Rubén Reyes, fundador del museo y autor de un diccionario cuya investigación tardó 20 años.
Enrique Blanco, músico del grupo Punta Manía, describe a la comunidad garífuna como un grupo lleno de energía y alegría, que se transmiten a través de su música, bailes, comida y compañerismo. Se trata de un joven originario del municipio de Tela, quien en el 2005 se radicó en el Sur de California.
Entretanto, para Flavio Álvarez, ser miembro de esta cultura ancestral es motivo de orgullo. Él nació en Livingston, Guatemala, pero en 1975 se radicó en L.A. Ahora, 40 años después de haber dejado la costa caribeña, la cochera de su casa, que sus amigos llaman ‘el garaje de Paps’, se mantiene decorada al puro estilo garífuna.
“No escondo mi raíz étnica”, manifiesta Álvarez, mostrando que en su casa es fácil encontrar una botella de gifiti, bebida garífuna hecha a base de raíces, así como el tradicional casabe, una especie de tortilla delgada hecha a base de yuca.
En lo religioso, los garinagu le rinden tributo a los ancestros, respetan a las personas mayores y comparten con las demás comunidades el fervor espiritual; en el caso de la comunidad catracha, adoran a la Virgen de Suyapa.
“Todas las etnias de nuestro país la veneran; ella es parte de la cultura garífuna”, afirma Jesse Menaiza, líder del ministerio de la Iglesia Santa Cecilia, que lleva a la patrona de Honduras casa por casa desde enero de 2014.
Mientras en Centroamérica se habla del peligro y la presión que los lleva a abandonar sus tierras, en Estados Unidos la perspectiva es la lucha para preservar la cultura.
“Hemos mantenido por años el idioma y nuestra espiritualidad, y por eso estoy esperanzada en que permanezca mucho tiempo más”, asevera Anita Martínez, promotora cultural nacida en Belice, que se estableció en la Unión Americana hace 38 años.
En Estados Unidos todavía no han sido considerados en las encuestas del censo, y por tal motivo ha sido muy complicada su identificación en el país.
Respecto a Honduras, en el censo del 2001 vivían 46,448 personas de raíz garífuna, y de ellas, el 53.26% eran mujeres; pero para el 2010 ya se hablaba de 63 mil. No obstante, activistas consideran que la cifra asciende a 200 mil.
EL DATO
CLASES DE IDIOMA GARÍFUNA
* Museo Garífuna Tel. 323.864.1007
* Fundación Herencia Garífuna Tel. 323.898.6841
PERFIL GARÍFUNA
* El plural de garífuna es garinagu
* Los garinagu surgen de una mezcla de culturas entre nativos africanos e indios arawuako en la isla de San Vicente.
* El pueblo garífuna nunca fue esclavo.
* Joseph Satuye es el máximo líder garífuna que encabezó una revuelta contra el gobierno inglés en 1795.
* En 1797, los ingleses expulsaron al pueblo garífuna, que fue trasladado a Roatán y luego al Puerto de Trujillo, en Honduras.
* La UNESCO reconoció, en el 2001, la lengua, danza y música garífuna como patrimonio de la humanidad.
* Comida garífuna: machuca, judutu, casabe y tapado.
* Danzas garífuna: punta, guanaragua y chumba.
* En la actualidad, los garinagu están ubicados en los países de Honduras, Nicaragua, Guatemala, Belice y Estados Unidos.
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