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Pueblo acosado por FARC intenta curar sus heridas de guerra

En esta foto del 21 de septiembre del 2016, un carro tirado por caballos se abre paso por una calle de Puerto Rico, al sur de Colombia. La provincia de Caquetá, donde se encuentra Puerto Rico, ha sido durante mucho tiempo un bastión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El líder rebelde y jefe del equipo negociador de las FARC en el proceso de paz, Luciano Marín o “Iván Márquez”, nació en Caquetá.

En esta foto del 21 de septiembre del 2016, un carro tirado por caballos se abre paso por una calle de Puerto Rico, al sur de Colombia. La provincia de Caquetá, donde se encuentra Puerto Rico, ha sido durante mucho tiempo un bastión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. El líder rebelde y jefe del equipo negociador de las FARC en el proceso de paz, Luciano Marín o “Iván Márquez”, nació en Caquetá.

(Ricardo Mazalan / AP)
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Era una tarde calurosa y dos muchachas tomaban un refresco en una tienda pintada de verde mientras algunas mulas descansaban a la sombra. Ante esta tranquila escena típica de los pueblos colombianos, resulta difícil imaginar que aquí se produjo una de las matanzas más recordadas del sangriento conflicto civil que azota a Colombia desde hace más de medio siglo.

Alrededor de las 14.40 del 24 de mayo del 2005, miembros de una unidad guerrillera especial llegaron silenciosamente al pueblo en bote, se subieron a una pickup roja y manejaron unas pocas cuadras, atravesando un puesto policial, hasta llegar a una casa en la que se reunía el concejo municipal. Ingresaron metrallas en mano y comenzaron a disparar. En menos de diez minutos habían matado a siete personas, incluidos cuatro concejales y el secretario del cabildo.

El grupo “entró sin Dios ni ley. De la camioneta disparaban para todos lados”, recuerda María Luisa Celis, concejal que sobrevivió al ataque escondiéndose en la cocina.

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En momentos en que el presidente Juan Manuel Santos se apresta a firmar un histórico acuerdo de paz con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), quienes fueron acosados por años por esa guerrilla, que operaba en la vecindad, se sientan inquietos.

Las opiniones están divididas en este pueblo en relación con el plebiscito del 2 de octubre sobre el acuerdo, pero incluso quienes piensan votar “sí” resienten ver a comandantes guerrilleros que aterrorizaron su pueblo por años presentarse como gente de paz y ser recompensados con un futuro político.

Líderes de las FARC dieron el viernes su apoyo unánime al acuerdo de paz en su última conferencia de prensa como ejército guerrillero, la cual tuvo lugar en una sabana cercana.

“Se acabó la guerra”, afirmó el comandante guerrillero conocido como Iván Márquez.

“Díganle a Mauricio Babilonia que puede soltar las mariposas amarillas”, agregó, aludiendo a un personaje de la novela “Cien años de soledad” del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez.

Las FARC ofrecieron disculpas y se reunieron con víctimas de otras matanzas emblemáticas, pero nunca dijeron que lo lamentaban ni explicaron los motivos por el ataque a Puerto Rico. Lugareños creen que puede haber sido causado por la estrecha relación que tenían con la familia Turbay, una dinastía política local que fue diezmada por las guerrillas.

“Las FARC querían aniquilar a la familia Turbay del Partido Liberal”, expresó Wilmar Castro, empleado del concejo municipal.

El departamento de Caquetá, donde se encuentra Puerto Rico, ha sido un viejo bastión de las FARC. Márquez, el jefe del equipo negociador rebelde, nació en Caquetá. Dos de sus camaradas en el secretariado de la organización, de siete miembros, tienen también raíces en esa provincia.

Caquetá es además la base de operaciones de una de las unidades más violentas de las FARC, la columna móvil Teófilo Forero, que llevó a cabo el ataque en Puerto Rico y el secuestro de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, así como el atentado contra un club social de elite de Bogotá en el que murieron 36 personas.

La matanza del 2005 no fue la primera de Puerto Rico ni fue su último incidente de violencia política. Otros dos concejales habían sido asesinados previamente en 2005 y los otros siete, incluida Celis, huyeron con sus familias después del ataque. Unos 200 residentes se habrían exiliado en Canadá, según afirman aquí. Tres alcaldes fueron asesinados por las FARC entre el 2001 y el 2009.

La frecuencia de los ataques violentos contra el pueblo mermó en los últimos años como consecuencia de una ofensiva militar apoyada por Estados Unidos que obligó a los rebeldes a adentrarse en la selva. Los residentes dicen que ya no temen hablar libremente contra los comandantes guerrilleros. El último incidente grande, en el que la policía encontró un vehículo que transportaba casi una tonelada de explosivos cerca del pueblo, ocurrió hace un año.

Pero la presencia de las FARC todavía se siente. Castro, quien llegó al pueblo en el 2008, dice que hace pocas semanas la guerrilla les dijo a comerciantes de una zona rural que debían pagar a las FARC una “contribución para la paz”. En julio, el máximo comandante de las FARC, Rodrigo Londoño o “Timochenko”, ordenó a sus combatientes que dejaran de extorsionar a los comerciantes de las zonas que controla.

“Hasta los que venden perros calientes tienen que pagar ‘vacuna’’’, afirmó Castro. “La guerrilla se burla del estado y de la sociedad civil”.

También se percibe resentimiento hacia el gobierno. Celis dijo que no recibió ayuda alguna a pesar de que tuvo que irse con su familia. Ella y otros han demandado al estado por no cumplir con su deber de ofrecer protección a los funcionarios municipales.

El día del ataque no había presencia policial a la vista a pesar de que, por razones de seguridad, la reunión del concejo no se hizo en la sede oficial del cabildo sino a una cuadra de la comisaría, en una casa donde ahora funciona un negocio. La dependencia del gobierno que se ocupa de las necesidades de los millones de víctimas del conflicto no respondió de inmediato a pedidos de comentarios.

Al margen de si votan a favor o en contra en el plebiscito, los residentes dicen que no creen que las FARC vayan a cambiar.

Gildardo Martínez, barbero y hermano de una concejal asesinada antes del ataque del 2005, dice que todavía no sabe cómo va a votar. “Dios nos dice que hay que perdonar y yo soy muy creyente”, declaró. “(Pero) nunca olvidaremos que nuestra hermana fue asesinada”.

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