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Fantasma de una hambruna en Sudán del Sur; ayuda bloqueada

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La madre tuvo que tomar una decisión angustiosa: elegir a cuál de sus dos hijos salvar.

Elizabeth Athiel vive en una remota región de Sudán del Sur que padece una hambruna y tuvo que decidir entre buscar atención médica para su bebé de ocho meses, Anger, o asegurarse de que sus otros cinco hijos tuviesen qué comer.

La bebé era extremadamente flaca y la clínica más cercana estaba a medio día a pie. Allí hubiese tenido que esperar varios días que Anger se recuperase, dijo Athiel, sosteniendo al bebé en sus brazos.

Anger es otra víctima de la guerra civil de Sudán del Sur pese a encontrarse en una zona en la que no ha habido combates.

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En este bastión del gobierno de Bar el Gazal del Norte hay indicios de una hambruna. Se cree que un tercio de los niños de la región están extremadamente malnutridos. Si los recursos siguen tan limitados, más niños morirán, de acuerdo con Mahimbo Mdow, representante de la UNICEF en Sudán del Sur.

La crisis alimenticia refleja hasta qué punto el conflicto impide que Sudán del Sur funcione. Desde diciembre del 2013 han muerto decenas de miles de personas y más de un millón de refugiados se han ido. Las Naciones Unidas dice que Sudán del Sur vive una de las peores crisis humanitarias del mundo.

Si bien el presidente Salva Kiir y su gobierno han prometido pleno acceso a esta y otras regiones, las autoridades restringen la ayuda humanitaria y se muestran hostiles hacia la comunidad internacional por sus esfuerzos por contener los combates y proteger a los civiles.

Durante una visita de la Associated Press a Aweil a mediados de septiembre, se suspendieron los envíos de ayuda del Programa Alimenticio Mundial. Después fueron reanudados y suspendidos nuevamente esta semana.

El ministro de información Michael Makuei declaró recientemente a la prensa que el PAM había sido “intransigente” con el gobierno.

“¿Vinieron a ofrecer servicios humanitarios? Vinieron con otros objetivos”, afirmó Makuei, reflejando la creencia de muchos de que la ONU, con sus misiones de paz y sus organismos de asistencia, tiene demasiada autoridad.

El gobierno de Sudán del Sur destina el 44% de su presupuesto al aparato militar y solo el 11% a la salud, la educación y otras cuestiones humanitarias, según el ministerio de economía.

“El gobierno sabe que no tiene que gastar dinero en la salud y la educación porque la comunidad internacional siempre va a ocuparse de eso. Entonces gastan en armas”, afirmó un diplomático que habló a condición de no ser identificado porque no estaba autorizado a hacer declaraciones en público.

Sudán del Sur ha sufrido en el pasado períodos de hambruna y la guerra solo empeora las cosas.

Entre 4 y 5 millones de personas corren peligro de morir si no reciben ayuda alimenticia, según el Programa Alimenticio Mundial, y Bar el Gazal del Norte ha sido particularmente afectada. Aproximadamente el 60% de la población enfrenta niveles de hambruna descritos como una “crisis”, “emergencia” y “catástrofe” por organismos de la ONU.

“Antes comía tres veces por día. Ahora una”, dijo Nyibol Dut, una madre que relató que hoy debe pagar 350 libras sudanesas por dos libras de granos, cuando hace dos años pagaba solo 20.

En las polvorientas calles de Aweil abundan los tomates, cebollas y sandías, pero nadie puede pagar los precios, que son hoy diez veces superiores a los del año pasado, de acuerdo con el propio gobierno.

Ello en parte porque la guerra civil “ha afectado mucho el comercio”, indicó el gobernador de Aweil Ronald Ruay Deng.

Las organizaciones de ayuda dicen que a veces no saben a quiénes pedir permiso para operar, pues hay una cantidad de intermediarios del gobierno, la oposición y milicias regionales.

Irónicamente, en medio de la guerra civil, muchos sursudaneses han hecho algo impensable hace poco: huyeron a la vecina Sudán, con la que libraron una guerra de años hasta que se independizaron en el 2011.

La ONU calcula que al menos 50.000 sursudaneses se fueron a Sudán este año.

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