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¿Quiénes son y qué hacen los doctores que ayudan a las mujeres a tener orgasmos?

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Es más probable que hayas escuchado acerca del orgasmo femenino en revistas y no en artículos científicos.

Pero los investigadores están empezando a estudiar el tema, y en muchos casos, las recomendaciones contradicen los consejos de las publicaciones.

Según ellos, parte del problema es que el cuerpo femenino se ha analizado mucho menos que el masculino. Por esa razón, no se entiende adecuadamente.

“Lo llamo el anillo de fuego. Sentía que entre mis piernas había un círculo que me quemaba y me picaba, era una sensación permanente. El coito era doloroso, incluso tratar de usar un tampón, tenía la sensación de que me cortaban con un cuchillo de sierra”.

Callista Wilson, una estilista de San Francisco, Estados Unidos, tuvo por primera vez esa experiencia a los 12 años, tratando de utilizar un tampón. Tenía más de 20 años cuando, finalmente, consultó a una doctora.

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“Ella no podía entender que algo estuviera mal. Me decía que me veía normal y me sugería que visitara a un terapista para hablar de lo que me estuviera causando el dolor. La doctora estaba convencida de que era algo que estaba en mi cabeza”, recuerda Wilson.

Tuvo que esperar 10 años más para recibir un diagnóstico.

La dolorosa vulvodinia

Sus problemas sexuales afectaban todos los aspectos de su vida. Sufrió de depresión y su relación de pareja colapsó.

Finalmente, después de visitar a unos 20 médicos, Wilson llegó a la sala de espera del doctor Andrew Goldstein, director del Centro para Desórdenes Vulvovaginales en Washington, EE.UU.

Él le explicó que había nacido con una cantidad de terminaciones nerviosas en la entrada de la vagina 30 veces mayor que lo normal.

Por esto, al toque, se generaba una sensación de quemazón en la zona.

La solución era remover un círculo de piel en esa parte de la vagina. Cuando el procedimiento se hizo, pudo tener relaciones sexuales sin dolor por primera vez en su vida.

El problema de Wilson, conocido como vulvodinia neuroproliferativa congénita, no es frecuente. Pero un aspecto que apenas empieza a comprenderse es que el sistema nervioso pélvico varía mucho entre una mujer y otra.

La clave, el nervio pudendo

Cuando la ginecóloga Deborah Coady, en Nueva York, empezó a analizar el tema, descubrió que los nervios en la región genital masculina estaban totalmente mapeados. Pero en el mismo aspecto, no había información con respecto a las mujeres.

Así que organizó un equipo de cirujanos y empezó a investigar el tema, obteniendo resultados interesantes.

“Aprendimos que, probablemente, no hay dos personas similares en lo que respecta a las ramificaciones del nervio pudendo. Y la forma en la que éste se presenta, marca la sexualidad, lo que quiere decir que áreas sensibles para algunas mujeres, no lo son para otras”, explica Coady.

El nervio pudendo es el más importante en la generación del orgasmo. Es el que conecta los genitales con los mensajes que le llegan al cerebro de toque, presión y actividad sexual.

Coady también descubrió que cada mujer tiene diferentes cantidades de terminaciones nerviosas en cada una de las cinco zonas erógenas que hay en el área genital: clítoris, cérvix, ano, perineo y entrada de la vagina.

“Esto explica por qué para algunas mujeres el área de mayor sensibilidad es el clítoris y para otras es la apertura de la vagina”.

Y esta es una de las razones por las que los consejos genéricos acerca del sexo no son muy útiles.

“Para 50% de las mujeres, puede funcionar, pero no para el resto porque su anatomía y terminaciones nerviosas son diferentes”, señala Coday.

El laboratorio orgásmico

Otro gran mito ha sido expuesto por la doctora Cindy Meston en el centro del orgasmo de la Universidad de Texas, en Austin, EE.UU.

Al pensar en un laboratorio, cualquiera se imagina microscopios, superficies duras, luces intensas y blanco, mucho blanco. Pero no es el caso en el laboratorio del centro educativo en Texas.

Quienes participan en los experimentos de Meston se sientan en un sofá reclinable de cuero púrpura, frente a una televisión pantalla ancha, y ven videos de gente teniendo sexo.

En el salón contiguo, Meston registra el ritmo cardíaco y el flujo sanguíneo que llega a los genitales utilizando un aparato que mide el volumen de la vagina. Se inserta en la misma y es del tamaño de un tampón.

Cuando el dispositivo se enciende, emite una luz, y la cuantificación de la intensidad de su reflejo permite saber cuánta sangre está fluyendo en el tejido vaginal, lo que indica cuan excitada está la mujer.

Los resultados de los estudios de Meston difieren de la sabiduría popular.

Diferente para los hombres

“Durante años nos han dicho que nos relajemos antes de iniciar el contacto sexual, que escuchemos música, que hagamos respiraciones profundas. Pero mi investigación muestra lo contrario, que es más efectivo para las mujeres estar en un estado de actividad”, señala Meston.

Y añade: “Pueden correr, ver una película de terror, subirse a una montaña rusa o ver una buena comedia. Si se ríen, se activará el sistema nervioso simpático”.

La doctora se refiere a ese sistema porque es el responsable de la contracción muscular involuntaria y el aumento del ritmo cardíaco y el flujo sanguíneo. Y cuando esto pasa, las mujeres responden con más rapidez e intensidad a la actividad sexual.

En los hombres ocurre lo contrario.

Durante años se ha asumido que las mujeres, en el aspecto sexual, funcionan de la misma forma que los hombres, pero según Meston, es un error.

Andrew Goldstein también está consciente de la falta de comprensión que hay acerca del cuerpo y la sexualidad femenina. Y lo ha estado desde sus tiempos de estudiante.

“Mi etapa de médico residente en ginecología y obstetricia estuvo compuesta por 20.000 horas. Apenas tuve una sesión de 45 minutos acerca de la función sexual femenina y puedo asegurar que casi todo lo que se dijo, está errado”, afirma Goldstein.

A los problemas sexuales femeninos -prosigue el médico- se les da menos importancia que a los masculinos. Hay una doble moral. Cuando el hombre tiene alguna disfunción sexual es obvio, pero si le ocurre a las mujeres, se estigmatiza. Se les dice que todo está en su cabeza”.

Prejuicios

Cindy Meston dice que es difícil encontrar financiamiento para hacer investigaciones acerca del placer sexual femenino porque el orgasmo en la mujer no se considera un problema social. Además, hay una visión puritana que desaprueba el tema en la comunidad médica.

“Hay muchos críticos conservadores que no quieren que fondos federales se destinen a investigaciones sexuales, por lo que tenemos que ser creativos. Me dijeron que podía hablar de bienestar o satisfacción marital, pero no de sexo, de excitación o de orgasmo como objetivo final de investigación”.

Cuenta que en una ocasión la invitaron a una charla para académicos retirados, pero cuando se mencionó el tema de discusión, la sexualidad femenina, le retiraron la invitación.

Hay mucha resistencia a hablar al respecto. Me ofendió. La verdad es que me deprimió, creí que ya era un asunto superado”, comenta Meston.

¿Y cómo se siente Callista Wilson al saber de las dificultades que hay para investigar casos como el de ella?

Todos nacemos de una vagina, entonces, ¿cómo es que no sabemos más de ella? Sería beneficioso tanto para hombres como para mujeres”, concluye.

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