Un naufragio español de pesadilla en Florida es recordado tres siglos después
Melbourne Beach (FL) — Un huracán provocó una de las peores pesadillas de la navegación española en julio de 1715, cuando el mar devoró a once buques y a más de mil personas en las costas del centro de Florida, un hecho que se rememora al cabo de más de 300 años y en el lugar de los hechos.
“Estamos aquí para conmemorar la que en aquél momento fue la mayor pérdida financiera de España”, dijo a Efe el arqueólogo John De Bry, director del Centro de Arqueología Histórica (Center for Historical Archaeology), en Melbourne Beach, poco antes de dar una charla sobre el naufragio ante decenas de amantes de la historia que acudieron a esta localidad costera.
Llegados desde distintos puntos de Florida a lo que ahora es el parque estatal Sebastian Inlet, los visitantes a este centro se encontraron con una Cruz de Borgoña y una enseña de Castilla, junto a una pequeña recreación de los materiales y especias que se perdieron en aquel desastre natural.
La madrugada del 31 de julio, once barcos de la llamada Flota de Plata de España que regresaban a Cádiz sucumbieron a la fuerza de un huracán que dejó un panorama trágico: 1.000 cuerpos extendidos en la playa, otros 1.500 supervivientes dejados a su suerte y una carga de oro, plata, joyas y especias bajo del mar.
En total, el imperio español, que por esos años comenzaba su decadencia económica, perdió un tesoro estimado en 15 millones de pesos, del que “solo consiguió recuperar alrededor del 50%”, según el presidente de la organización Florida Living History, Davis Walker.
El especialista indicó que entre lo que nunca se pudo recuperar habían 40 joyas para la esposa del rey Felipe V de Borbón, Isabel de Farnesio.
Walker es una de las personas que año tras año se suma a este centro para recordar una hecho histórico que él considera “digno de película”, y lo hace además vestido con prendas del siglo XVIII.
Para la charla que se realizó en este centro de estudios históricos, Walker vistió como uno de los contables que España mandó después del naufragio para que lo que se recuperase del tesoro “fuera a parar a las arcas españolas” y no a otras manos.
“Pero aún han estado recuperándose cosas hasta hoy, siglos después”, afirmó Walker, delante de la playa en la que se produjo la desgracia naval, para luego revelar que hace tres semanas una mujer encontró en el agua “parte de una moneda de plata” que con “toda probabilidad pertenece al tesoro”.
Las aguas de este enclave, un bonito paraje natural en la costa este de Florida, lucían bravas durante el evento de conmemoración realizado este sábado y, a pesar de ser un día soleado, el fuerte oleaje y el viento impedían a los bañistas entrar al mar.
Pocos de ellos saben, sin embargo, que la situación fue mucho peor 302 años atrás y que frente a ellos, en las profundidades del mar, descansan restos de barcos españoles y de un botín que ha sido objeto de piratas.
El presidente de Florida Living History contó que el pirata inglés Henry Jennings atacó el campamento de recuperación del tesoro, establecido por los españoles en 1718, y consiguió llevarse “una buena cantidad de plata”, un anhelo que 300 años después sigue siendo el motor de buscadores de tesoros.
De Bry lamentó que en el pasado reciente tuvieron problemas con cazatesoros, que “van a por objetos que pueden venderse en el mercado” y en desmedro de la labor que desarrollan las organizaciones de preservación histórica.
Pero siglos atrás, la posesión del tesoro se convirtió en una carrera entre el Imperio británico, desde el estado de Virginia, y los españoles desde La Habana, en Cuba.
La lucha la ganaron los soldados ibéricos, quienes establecieron un campamento en este paraje y utilizaron indios nativos americanos que buceaban entre los restos visibles del naufragio.
“La primera semana de recuperación murieron tres indios, el primero de ellos comido por un tiburón, y después perecieron muchos más”, relató Walker, acompañado por un compañero caracterizado como un marino español de la época.
El especialista recuerda que este enclave estaba alejado de las ciudades más cercanas en ese entonces, como lo eran San Agustín, en Florida y unos kilómetros al norte, y La Habana.
Hasta la capital cubana ha viajado en muchas ocasiones De Bry, que en su afán de preservar el patrimonio tradujo allí “millares de documentos” que encontró relativos a la historia de Florida y que no están en Sevilla, España.
Este arqueólogo, con 47 años de carrera, afirmó que actividades como la que han desarrollado este fin de semana “no benefician sólo a la ciencia, sino al pueblo en conjunto”.
Los responsables del Parque Estatal Sebastian Inlet disponen de un museo, situado un par de millas al sur de donde se produjo el naufragio y en el que se conservan piezas originales recuperadas.
Su particular joya es un cañón en perfecto estado que perteneció a una de las once naves hundidas, pero también hay trabucos, espadas y bolas de cañón que trasladan al visitante a una época en la que Florida era aun una posesión del Imperio español.
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