“Lo importante es que estamos vivos”, dice cubano acostumbrado a los ciclones
Miami — Días después del paso del potente huracán Irma por los cayos de la Florida, el cubanoestadounidense Juan Barquín desconoce si va a encontrar la casa familiar que tiene en Cayo Marathon, azotado el domingo por los vientos de 215 kilómetros por hora del ciclón, aunque tiene claro que lo importante es que sigue vivo.
“Intenté ir pero no me dejaron pasar. Solo se puede acceder a Cayo Largo si vives allí permanentemente o tienes algún negocio”, indica a Efe Barquín acodado en el buzón de su casa de Miami, que en ese momento no contaba con corriente eléctrica.
Con la preocupación marcada en el rostro y rodeado de árboles caídos en su condominio de la zona de West Kendall, al sur de Miami, confiesa que está en manos de la suerte por segunda vez.
En 1992, cuando inesperadamente el huracán Andrew arrasó con el área de Homestead y parte de Kendall, incluyendo el zoológico de Miami, Barquín se encontraba en una típica casa de techo de madera y tejas que, si bien son ideales para mantener una temperatura fresca, el efecto demoledor de los vientos puede llevarse la cubierta.
Encerrado en una habitación él y su antigua esposa, vio cómo la fuerza de Andrew reventaba los cristales y algunas esquirlas se clavaban en los muebles “como lanzas”, recuerda.
Ahora su enfoque está en la residencia de veraneo en Marathon (en el condado de Monroe) que su padre, un cubano exiliado en los años 60, compró hace años.
“Es sólida, tiene paredes de concreto (mampostería). Hace poco le pusimos un techo de metal, que es lo mejor contra huracanes. Lo único malo es que está cerca de la playa”, indica Barquín, un promotor turístico de 50 años.
Resignado, no duda ni un segundo cuando se le pregunta sobre qué habrá podido pasar con sus propiedades en este islote turístico en medio del mar, por donde pasa la carretera nacional US1 que llega hasta Key West, el último de los cayos.
“Puede que ya no estén ni la casa ni los dos tráilers (remolques) que tenemos allí. Todo puede pasar. Lo importante es que estamos vivos”, lo dice como consuelo.
Las expectativas no son positivas, pues. según, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por su sigla en inglés), el 90 % de los edificios de los Cayos de Florida resultaron dañados y el 25 % quedaron totalmente destruidos.
A manera de paliativo, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), agencia científica estadounidense encargada de examinar las condiciones del océano y la atmósfera, está ayudando a los residentes de algunos cayos de la Florida a verificar el estado de sus propiedades, gracias a las imágenes satelitales.
Barquín no ha podido conectarse a internet y se dedica a localizar un “techero” para reparar tejas que Irma se llevó en su vivienda principal, en West Kendall.
Sobre el paso de este potente huracán por los cayos de la Florida, uno de los vídeos caseros más reproducidos en internet está grabado en Cayo Marathon. En la grabación se observa cómo un fuerte remolino de agua termina con una vivienda, tragándosela.
Al mismo condominio de Barquín en Kendall ha ido a parar la colombiana-estadounidense Ángela Vanegas, luego de ser evacuada el viernes precisamente de Cayo Marathon. Su rostro, mientras pasea a un perro peludo, lo dice todo.
“He perdido todas mis cosas en Marathon. Ahora tengo que empezar otra vez”, expresa compungida como quien no sabe para dónde enfilar el futuro.
Vanegas, que vive hace 40 años en Estados Unidos y desde hace dos se mudó a ese islote de 42 kilómetros cuadrados para trabajar en el hotel Hyatt Place, apenas puede articular palabras y de las pocas que dice repite constantemente: “Esto se acabó”.
Estará unos días en casa de una pariente de Kendall hasta que pueda organizar su vida.
Cree que se dirigirá hacia el norte del estado, donde un amigo le ha ofrecido ayuda.
Del sur, Vanegas ya no quiere saber, luego de que ese paraje de veraneo amarrado al larguísimo puente de la carretera US1, se tragara todas sus pertenencias.
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