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La nueva norma de asilo de Trump deja a migrantes centroamericanos varados en Tijuana

Milsa García dejó su hogar en Guatemala junto con su hijo, Fabian García, después de que su esposo amenazó con matarla. Ambos esperan en el refugio del Movimiento Juventud 2000, en Tijuana, mientras se sirve la cena (Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune.
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El lunes había confusión entre los migrantes que se dirigían al norte en Tijuana, luego del último intento de la administración Trump de prohibir que prácticamente todos los extranjeros soliciten asilo en Estados Unidos.

Muchos de ellos, como Milsa García, ni siquiera sabían del plan. La mujer guatemalteca de 33 años lleva en esta creciente ciudad fronteriza 15 días; fue deportada a México por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, después de cruzar el Río Grande con su hijo, de cuatro años, en una balsa.

“No sé nada de eso”, afirmó sobre los cambios anunciados por el gobierno estadounidense. “Solo quiero ir a Estados Unidos para encontrar una vida mejor para mis hijos. El padre de ellos amenazó con matarme, así que tuve que irme”.

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García estaba parada frente a docenas de carpas que hacían las veces de casas improvisadas, sobre el suelo de concreto del refugio en Tijuana. Niños pequeños jugaban con autitos, muñecas y otras baratijas en los rincones, mientras sus padres miraban con atención. Mientras García hablaba, su hijo, Fabián, tiraba de su pierna. “¡Mamá!”, se quejaba, suplicando atención.

Después de ser detenida por la Patrulla Fronteriza en Texas, a García le dieron para firmar una hoja escrita en inglés, comentó. No comprendió de qué se trataba el texto, pero más tarde descubrió que había presentado una solicitud de asilo. Ahora espera una fecha en la corte, en agosto próximo.

García dejó a otros tres niños en casa, bajo el cuidado de su madre. Ella espera poder cruzar a Estados Unidos y enviarles dinero desde allí, pero quiere quedarse en México. “Es muy peligroso aquí, y no hay trabajo”, dice.

(Gustavo Loza y su esposa, Leidy Rivas, llegaron a Tijuana después de viajar más de un mes desde El Salvador. La pareja arribó con sus dos hijos, Katerine, de cuatro, y Hamilton, de cinco, y aguardan para quedarse en el refugio del Movimiento Juventud (Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune))

Según la nueva regla, que entrará en vigor este martes, los migrantes que lleguen al territorio estadounidense en la frontera suroeste serán considerados no elegibles para solicitar asilo si no hubieran solicitado refugio en otro país en ruta a EE.UU. Eso prácticamente anularía la antigua ley de asilo del país, que otorga un derecho legal a cualquier persona que llegue a la frontera a reclamar protección al declarar que el regreso a su hogar la sometería a tortura, persecución o algo peor.

Miles de migrantes, en su mayoría centroamericanos, como García, pero también un gran número de personas de Cuba, Haití, Congo, Camerún, Eritrea y otros sitios, esperan en Tijuana para ingresar al territorio de Estados Unidos y presentar solicitudes de asilo. Algunos han esperado en fila durante meses. La nueva regla pondría en peligro sus ya escasas posibilidades de obtener ese beneficio.

Numerosos grupos de derechos de los inmigrantes y funcionarios electos han denunciado el accionar. Los grupos de defensa, incluida la American Civil Liberties Union (ACLU), prometieron desafiar la nueva regla, pero no estaba claro si alguna acción judicial impediría que entrara en vigencia este martes, según lo programado.

Varios inmigrantes entrevistados en Tijuana el lunes no vieron ninguna lógica en pedir asilo en México, Guatemala o cualquiera de los otros países por los que viajaron antes de llegar a la frontera.

Algunos sugirieron que preferían confiar su destino a los agentes de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. que a las bandas criminales del narcotráfico y otros depredadores que devastaron grandes franjas de América Central, lo que cual motivó que muchas personas abandonen sus países de origen y se dirijan al norte.

“Prefiero que alguien de inmigración me detenga a que lo haga alguien de un cártel”, afirmó Gabriella Ortega, de 29 años, quien viajó desde su país de origen, Honduras, y cruzó el Río Grande en Texas con sus dos hijos pequeños, pero fue detenida por las autoridades inmigratorias estadounidenses y enviada de regreso a México.

La mujer lleva alojada en un refugio de Tijuana, llamado Movimiento Juventud 2000, unos cinco días. El albergue cobija a unos 150 inmigrantes, informó el personal. Pero Ortega no se siente segura en esa ciudad.

Gustavo Loza y su familia esperan para obtener un espacio asignado y una tienda para dormir en el refugio Movimiento Juventud 2000 (Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune).
Leidy Rivas, junto con su esposo, Gustavo Loza, y sus dos hijos, espera en el refugio del Movimiento Juventud 2000 con la esperanza de conseguir una carpa para pasar la noche (Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune).

Leidy Rivas, junto con su esposo, Gustavo Loza, y sus dos hijos, espera en el refugio del Movimiento Juventud 2000 con la esperanza de conseguir una carpa para pasar la noche (Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune).
“México es un país enorme, tan peligroso como el nuestro”, aseveró Ortega.

Su amiga, Teresa Santos, sentada a su lado asentía con la cabeza mientras sus dos hijos, de dos y nueve años, jugaban en el suelo frente a ella. La mayoría de las personas que se alojan en el refugio son mujeres y niños, cuyas tiendas están abarrotadas y ubicadas una al lado de otra. “Tratamos de rentar una casa en las cercanías, pero nos amenazaron con secuestrarnos”, narró Santos. Por ello se mudó al refugio, donde se siente más segura. Desde que fueron enviadas a México, ambas mujeres han estado esperando las fechas de la corte.

El director del refugio, José María García Lara, de 52 años, precisó que el espacio está destinado principalmente para migrantes centroamericanos, desde mediados de 2017. Pero también está confundido acerca de los próximos cambios en las solicitudes de asilo. “No tenemos idea de lo que va a pasar”, expuso. “Es posible que todos tengan que permanecer en los países en los que se encuentran ahora”.

Los refugios en Tijuana ya están superpoblados, consideró García Lara, y no sabe si alguno de ellos tiene capacidad para seguir acogiendo personas, especialmente si todas las solicitudes de asilo serán rechazadas bajo la nueva normativa.

Tampoco comprende por qué los migrantes decidirían haber solicitado asilo en los países que atravesaron antes de llegar a Estados Unidos. “No hay incentivo económico en los sitios que atraviesan”, dijo. “Y son peligrosos”.

Gustavo Loza y su esposa, Leidy Rivas, llegaron a Tijuana después de viajar más de un mes desde El Salvador. Ambos revisan la ropa donada para reemplazar algunas de sus prendas (Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune).

Una pareja acababa de llegar al refugio esa mañana. Leidy Rivas y Gustavo Loza viajaron a Tijuana desde El Salvador con solo dos bolsas pequeñas, llenas hasta el borde con ropa. Sus dos hijos, Katerine, de cuatro, y Hamilton, de cinco, estaban felices de estar allí. Katerine sostenía una muñeca de plástico vestida de rosa, a la cual ‘alimentaba’ con una botella de leche de juguete. “Algunos de mis parientes han sido asesinados”, afirmó Loza, de 42 años. “No nos sentimos seguros en casa”.

La pareja no estaba al tanto de los posibles cambios en las solicitudes de asilo, y planea esperar en Tijuana hasta que se les asigne una fecha de corte para su caso. Piensan

poner sus nombres en la lista de espera informal para las peticiones de asilo en Estados Unidos, y no quieren intentar cruzar la frontera, han oído que es demasiado peligroso. “El viaje ha sido un sacrificio para toda la familia”, comentó Loza. “Pero tenemos fe y esperamos poder salir de aquí lo antes posible”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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