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¿Es posible que Japón haya vencido al virus sin aislamientos ni pruebas masivas?

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El estado de emergencia de Japón terminó el lunes pasado, cuando los nuevos casos de coronavirus se redujeron a apenas decenas. La situación mejoró allí, a pesar de que el país ignoró en gran medida el manual predeterminado.

No se impusieron restricciones a los movimientos de los residentes, y los negocios -desde restaurantes hasta peluquerías- permanecieron abiertos. No se implementaron aplicaciones de alta tecnología para rastrear los movimientos de las personas. El país no tiene un centro para el control de enfermedades. E incluso cuando se exhortó a las naciones a efectuar “pruebas, pruebas, pruebas”, Japón evaluó sólo al 0.2% de su población, una de las tasas más bajas entre los países desarrollados.

Sin embargo, la curva se ha aplanado, las muertes están muy por debajo de 1.000 personas -con mucho la menor cifra entre el Grupo de los 7, integrado por países desarrollados-. En Tokio, su centro poblacional más denso, los casos se reducen a un sólo dígito en la mayoría de los días. Aunque la posibilidad de una segunda ola de infección más severa está siempre presente, Japón impuso su emergencia y la levantó en nada más unas semanas; las medidas ya se habían flexibilizado en la mayor parte del país, mientras que Tokio y las otras cuatro regiones restantes las dejaron atrás este lunes.

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Analizar cómo Japón desafió las probabilidades y contuvo el virus sin tener en cuenta el manual utilizado por otros países exitosos se ha convertido en una conversación nacional. Sólo hay acuerdo en algo: que no hubo un agente determinante, ningún factor que marque la diferencia.

“Con sólo mirar los números de fallecidos, se puede decir que Japón tuvo éxito”, afirmó Mikihito Tanaka, profesor de la Universidad de Waseda especializado en comunicación científica y miembro de un grupo de especialistas de asesoramiento público sobre el virus. “Pero incluso los expertos no saben la razón”.

Una lista, que fue ampliamente compartida, reúne 43 posibles razones citadas en las noticias, que van desde la cultura del uso de máscaras faciales y una baja tasa de obesidad, hasta la decisión relativamente temprana de cerrar las escuelas. Entre las sugerencias más extravagantes se incluye la idea de que los hablantes japoneses emiten menos gotas potencialmente cargadas de virus cuando hablan, en comparación con los hablantes de otros idiomas.

Expertos consultados por Bloomberg News también sugirieron innumerables factores que contribuyeron al resultado, pero ninguno pudo apuntar a un paquete de políticas singular que podría replicarse en otros países.

No obstante, estas medidas aún ofrecen lecciones a largo plazo para países en medio de una pandemia que todavía podría durar años.

Una respuesta temprana de base a las crecientes infecciones fue crucial.

Si bien el gobierno central fue criticado por sus lentos pasos en cuanto a políticas, los expertos elogian el papel de los rastreadores de contactos en Japón, que entraron en acción después de que aparecieron las primeras infecciones, en enero pasado. La respuesta rápida fue posible gracias a una de las ventajas integradas del país: sus centros de salud pública, que en 2018 empleaban a más de la mitad de los 50.000 enfermeros de ese sector, quienes tienen fuerte experiencia en el rastreo de infecciones. En tiempos normales, ese personal estaría rastreando infecciones más comunes, como la influenza y la tuberculosis.

“Es muy análogo, no es un sistema basado en aplicaciones, como el de Singapur”, afirmó Kazuto Suzuki, profesor de política pública en la Universidad de Hokkaido, quien escribió sobre la respuesta japonesa. “Sin embargo, ha sido muy útil”.

Mientras que países como Estados Unidos y Gran Bretaña recién comienzan a contratar y capacitar a rastreadores de contactos al tiempo que intentan reiniciar sus economías, Japón rastreó el movimiento de la enfermedad desde que se encontraron los primeros casos. Estos expertos locales se centraron en abordar los llamados cúmulos (en inglés clusters), o grupos de infecciones de un solo lugar, como clubes u hospitales, para contener los casos antes de que se salieran de control.

“Muchas personas dicen que no tenemos Centros para el Control de Enfermedades en Japón”, comentó Yoko Tsukamoto, profesora de control de infecciones en la Universidad de Ciencias de la Salud de Hokkaido, citando una queja frecuente sobre el manejo de enfermedades de ese tipo en Japón. “Pero el centro de salud pública es una especie de CDC local”.

La respuesta temprana también fue impulsada por un suceso improbable. La batalla de Japón con el virus primero llamó la atención internacional con su respuesta muy criticada al crucero Diamond Princess, en febrero, que provocó cientos de infecciones. Aún así, la experiencia del barco proporcionó a los expertos japoneses datos invaluables al principio de la crisis, sobre cómo se propagaba el patógeno, además de llevar el tema rápidamente a la conciencia pública.

Muchos países todavía veían el virus como el problema de otros, reflexionó Tanaka. Pero en Japón, el escrutinio internacional sobre las infecciones a bordo y el ritmo al que se propagaba dentro de la embarcación despertó la conciencia y el reconocimiento de que lo mismo podía suceder en todo el país, añadió. “Para Japón, fue como tener un auto en llamas justo en la puerta de casa”.

Aunque el liderazgo político fue criticado, eso permitió que los médicos y expertos sanitarios pasaran al primer plano, lo cual generalmente se considera como una mejor práctica en el manejo de emergencias de salud pública. “Se podría decir que Japón tuvo un enfoque dirigido por expertos, a diferencia de otros países”, destacó Tanaka.

A los expertos también se les atribuye la creación de un mensaje fácil de entender: evitar lo que se llama las “Tres E” (espacios cerrados, espacios abarrotados y entornos de contacto cercano), en lugar de mantenerse alejado de los demás por completo.

“El distanciamiento social puede funcionar, pero en realidad no ayuda a seguir con la vida social normal”, señaló Suzuki, de la Universidad de Hokkaido. “Las ‘Tres E’ son un enfoque mucho más pragmático y muy efectivo, a la vez que tienen un efecto similar”.

Los expertos en enfermedades infecciosas también señalaron otros factores determinantes; Shigeru Omi, subdirector del panel de expertos que asesora al gobierno japonés y un ex jefe de la oficina del Pacífico Occidental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), citó la conciencia de salud de los japoneses como el posible factor más importante.

También se ha planteado la posibilidad de que la propagación de la cepa del virus en Japón haya sido diferente y menos peligrosa que la que enfrentan otras naciones.

Investigadores del Laboratorio Nacional de Los Álamos, en EE.UU, estudiaron las variantes del coronavirus en una base de datos y encontraron que una cepa que se extiende por Europa tuvo varias mutaciones, lo cual la distingue de la versión asiática, según un artículo publicado a principios de mayo. Aunque el estudio no fue revisado por pares y suscitó algunas críticas, los hallazgos apuntan a la necesidad de estudiar más a fondo cómo cambia el virus.

Todavía quedan grandes preguntas sobre el verdadero alcance de la propagación del patógeno. En abril, un hospital de Tokio realizó pruebas a un puñado de pacientes sin COVID-19 y descubrió que alrededor del 7% tenía el coronavirus, lo cual muestra el peligro de perder de vista a portadores asintomáticos o leves, que pueden convertirse en la fuente de un brote.

Una prueba de anticuerpos en 500 individuos realizada en la capital sugirió que el verdadero brote podría ser casi 20 veces mayor de lo que muestran las cifras. El rastreo de contactos analógicos colapsa cuando el número de infecciones es alto, y denuncias de personas que no pueden hacerse la prueba o incluso tener tratamiento médico para los síntomas similares al COVID-19 inundan las redes sociales durante el punto álgido del brote.

El hecho es que la respuesta de Japón fue poco menos que perfecta. Si bien la población general es mucho más pequeña, vecinos asiáticos como Taiwán sólo tuvieron siete muertes confirmadas por el virus, mientras que Vietnam no tuvo ninguna. “No se puede decir que la respuesta de Japón fue sorprendente”, señaló Norio Sugaya, profesor visitante en la Facultad de Medicina de la Universidad de Keio, en Tokio, y miembro del panel de la OMS que asesora sobre la influenza pandémica. “Si nos fijamos en los otros países asiáticos, todos tuvieron una tasa de mortalidad que era aproximadamente de 1/100 en comparación con los países occidentales”.

Si bien Japón puede haber evitado el peor de los resultados de salud, las ligeras restricciones no lograron proteger al país del impacto económico. Su economía, que ya estaba lidiando con un aumento del impuesto a las ventas, establecido en octubre, cayó oficialmente en recesión en los primeros tres meses del año. Los economistas advirtieron que el segundo trimestre será el peor registrado y el espectro de la deflación, que atormentó durante décadas, se avecina una vez más. El número de turistas se desplomó un 99.9% en abril, después de que el país cerró sus fronteras, frenando así una industria en auge que había prometido ser un motor de crecimiento durante años. Al igual que en otras naciones, las bancarrotas aumentaron considerablemente.

Incluso con el estado de emergencia a punto de terminar, las autoridades advierten que la vida no volverá a la normalidad.

Cuando los números de casos disminuyeron, a principios de marzo, hubo un optimismo público de que lo peor había pasado, pero los casos volvieron a aumentar y desencadenaron la declaración de emergencia.

Si siguiera una segunda oleada más mortal, el factor de riesgo en Japón -que tiene la población más anciana del mundo- sigue siendo alto. El país ha aprobado rápidamente el Remdesivir de Gilead Sciences Inc., y ahora intenta permitir el uso del antiviral Avigan, de Fujifilm Holdings Corp., aún no comprobado. También hay pedidos para que la nación utilice el tiempo ganado para apuntalar sus pruebas y aprender más, de la misma manera que sus vecinos hicieron con el SARS y el MERS.

Las autoridades comenzaron a hablar de una fase en la que las personas “viven con el virus”, reconociendo que el enfoque de Japón no tiene posibilidad de eliminar el patógeno. “Tenemos que asumir que la segunda ola podría ser mucho peor que la primera, y prepararnos para ella”, consideró Yoshihito Niki, profesor de enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Showa. “Si la próxima explosión de casos es peor, el sistema médico colapsará”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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