El cambio climático reduce la nieve acumulada en muchos lugares, dice estudio
DENVER — Las cuencas fluviales de todo el mundo que solían estar cubiertas de nieve con regularidad están sufriendo una reducción de esa capa y el culpable es el cambio climático, de acuerdo con un nuevo estudio.
“Muchas de las cuencas más pobladas del mundo están al borde del abismo de la rápida reducción en la cantidad de nieve”, fue la conclusión del estudio sobre nieve acumulada desde 1981, el cual fue publicado el miércoles en la revista Nature.
Esto se debe a que la investigación halló un umbral clave para el futuro de las capas de nieve en el hemisferio norte: 8 grados Celsius bajo cero (17,6 grados Fahrenheit). En los lugares donde la temperatura invernal promedio es menor que eso, la nieve acumulada suele sobrevivir debido a que la temperatura es lo suficientemente baja. Pero en las áreas donde la temperatura invernal promedio es más alta que 8º C bajo cero, sus paisajes invernales de ensueño tienden a derretirse. Y esto está ocurriendo con rapidez.
“Se está potencialmente en este régimen de pérdidas realmente rápidas y aceleradas con el calentamiento”, señaló Alexander Gottlieb, científico especializado en los sistemas terrestres del Dartmouth College y autor principal del estudio.
En la mayoría de las investigaciones anteriores se había estudiado la cubierta de nieve, que es una medida simple para indicar si hay nieve sobre la tierra o no. En el reciente estudio se analizó la nieve acumulada, una medida más exhaustiva que incluye la profundidad y la cantidad, y que en general se encuentra a su mayor nivel en marzo. El nivel de la acumulación en la primavera es crucial para proporcionar una cantidad constante de agua potable y de irrigación a miles de millones de personas, por lo que los derretimientos anticipados y de mayor tamaño provocan problemas.
Elizabeth Burakowski, científica especializada en los sistemas de la Tierra de la Universidad de New Hampshire, quien no participó en el estudio, dijo que este último muestra “más allá de una duda razonable que los seres humanos son responsables de la reducción de la acumulación de nieve en decenas de cuencas pluviales en todo el hemisferio norte”, y el derretimiento “aumentará con cada grado” de temperatura.
“El estudio demuestra que el futuro de nuestra nieve depende del camino que tomemos para actuar con respecto al clima”, escribió Burakowski en un correo electrónico.
Gottlieb y Justin Mankin, climatólogo de Dartmouth, analizaron 169 cuencas pluviales del hemisferio norte y encontraron una tendencia descendente significativa en un lapso de 40 años en 70 de ellas, una tendencia ascendente en una docena, y ninguna tendencia en el resto.
En 23 de esas acumulaciones de nieve decrecientes, Mankin y Gottlieb —valiéndose de variaciones de técnicas científicas convencionales— pudieron mostrar que el cambio climático contribuyó claramente al derretimiento. En ocho cuencas fluviales, todas ellas situadas en el helado oriente de Siberia, encontraron que el calentamiento global contribuyó a la acumulación de nieve a medida que la precipitación aumentó, pero las temperaturas se mantuvieron lo suficientemente frías para preservarla.
Los científicos hallaron que Europa y América del Norte tienen algunas de las mayores pérdidas de nieve acumulada ocurridas en primavera, incluidas las cuencas del Gran Lago Salado y de los ríos Merrimack, Connecticut, Susquehanna, Hudson, Delaware, Neva, Vístula, Dniéper, Don y Danubio.
Un buen ejemplo de la reducción de la capa de nieve lo constituyen las partes altas de la cuenca del río Colorado en Colorado y partes de Wyoming, señaló Gottlieb. En esos lugares, la temperatura invernal es de alrededor de 5º C bajo cero (23º F), que en apariencia es lo suficientemente baja para la nieve porque está debajo del punto de congelación, pero realmente no es así, dijo.
“Este es un sitio en el que hemos comenzado a ver cómo surgen ese tipo de pérdidas aceleradas”, señaló Gottlieb. “Vemos esta imagen realmente clara de pérdida antropogénica de nieve del bosque durante los últimos 40 años, aproximadamente”.
Gottlieb y Mankin documentaron huellas de calentamiento provocado por los seres humanos mediante el uso del método estándar de atribución climática, que consiste en comparar lo que ha ocurrido en los últimos 40 años en un mundo real que se calienta con miles de modelos computarizados que muestran lo que les ocurriría a esas cuencas pluviales en un planeta ficticio sin cambio climático.
Lugares con una temperatura por debajo de 8º C bajo cero (17,6º F) concentran el 81% de la acumulación de nieve del hemisferio norte, pero en ellos no habitan muchas personas, tan sólo 570 millones, de acuerdo con Mankin. Más de 2.000 millones de personas viven en áreas donde la temperatura invernal tiene un promedio de entre 8º bajo cero y 0º Celsius (17,6º y 32º F), indicó.
Lo que es crucial, en especial para el suministro de agua, es que “a medida que se acelera el calentamiento, el cambio en la nieve acumulada se acelerará mucho más rápido de lo que lo ha hecho”, dijo Daniel Scott, científico de la Universidad de Waterloo, quien no participó en el estudio.
Esto se debe a que lo que está ocurriendo no es gradual. Por encima de cierta temperatura, el derretimiento se acelera. Por debajo de la marca de 8º C bajo cero (17,6º F), el frío es suficiente para que la humedad adicional del aire derivada del cambio climático pudiera resultar en que haya más nieve y se incremente la acumulación de la misma, algo que Gottlieb y Mankin dicen haber observado en Siberia oriental.
Ese umbral de 8º C bajo cero “nos indica más claramente cuánto riesgo hay y dónde se encuentra”, hizo notar Waleed Abdalati, científico especializado en el hielo de la Universidad de Colorado y ex científico en jefe de la NASA, quien no participó en el estudio.
El sector del esquí —que en ocasiones presenta crudas imágenes de nieve artificial en medio de un paisaje marrón para el disfrute de los que practican deportes de invierno— ha sido desde hace tiempo un ejemplo fácil de entender de una economía que sufrirá debido a la falta de nieve.
Muchas áreas de esquí esperan ansiosamente cada año a que la Madre Naturaleza les proporcione nieve suficiente para comenzar a operar sus telesillas. Otras han cerrado definitivamente después de que sus temporadas se volvieron demasiado cortas.
Las montañas de mayor tamaño dirigidas por corporaciones, como Aspen Snowmass de Colorado, pueden operar con regularidad a pesar de que hay menos nieve y los inviernos son más cortos.
“Los días de apertura y cierre se mantienen constantes gracias a la nieve artificial, lo que muestra lo importante que es eso”, dijo Auden Schendler, vicepresidente sénior de sustentabilidad de Aspen One, la empresa matriz de Aspen Skiing Company.
Además invirtieron en la construcción de nuevas pistas de esquí a mayores alturas, donde hay mayores probabilidades de que haya nieve cada año que en la base de las montañas, lo que los protege de pérdidas económicas sustanciales... al menos por ahora.
“Esto de ninguna manera reduce la urgencia de la necesidad de actuar con fuerza y a gran escala”, manifestó Schendler. Aspen Snowmass forma parte de un creciente puñado de áreas de esquí que están adoptando el activismo climático como el nuevo estándar del sector, al reconocer una necesidad urgente de cabildear a favor de políticas favorables para el clima si es que desean existir ya bien entrado un futuro cada vez más cálido.
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Peterson informó desde Denver, Borenstein desde Kensington, Maryland.
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Seth Borensteinen está en X como: @borenbears
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