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Familias de rehenes israelíes se aprestan a marcar 100 días de su cautiverio

Rachel Goldberg-Polin posa para la foto en el día 98 desde que su hijo, Hersh Goldberg-Polin,
Rachel Goldberg-Polin posa para la foto en el día 98 desde que su hijo, Hersh Goldberg-Polin, fue secuestrado por Hamás, en Jerusalén, 12 de enero de 2024. Cada mañana, antes de quitarse el pijama, arranca un trozo de cinta adhesiva del rollo, escribe con un grueso marcador negro el número de días que su hijo Hersh ha permanecido cautivo de los milicianos de Hamás y lo pega sobre su pecho.
(Maya Alleruzzo / Associated Press)
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Se ha convertido en un rito cotidiano.

Cada mañana, antes de quitarse el pijama, Rachel Goldberg-Polin arranca un trozo de cinta adhesiva del rollo, escribe con un grueso marcador negro el número de días que su hijo Hersh ha permanecido cautivo de los milicianos de Hamás y lo pega sobre su pecho.

“Me llama la atención la náusea que me provoca cada vez”, dice. “Y eso está bien. No quiero acostumbrarme. No quiero que nadie se acostumbre a la ausencia de esta gente”.

Hersh Goldberg-Polin, de 23 años, fue visto por última vez el 7 de octubre, cuando los milicianos lo obligaron a subir a la parte trasera de una camioneta junto con otras personas secuestradas en un festival musical israelí en el que mataron a más de 300 asistentes. El nativo de Berkeley, California, perdió parte de un brazo cuando los agresores lanzaron granadas a un refugio donde se habían encerrado varios jóvenes.

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El domingo se cumplirán 100 días desde que él y otras 250 personas fueron tomadas como rehenes por los milicianos que irrumpieron desde Gaza y provocaron la guerra actual entre Israel y Hamás. Decenas de mujeres, niños y extranjeros fueron liberados durante un cese de fuego de una semana en noviembre y se ha confirmado la muerte de otros, pero 132 siguen en cautiverio. No se han permitido visitas de la Cruz Roja y se sabe casi nada sobre su estado.

Rachel Goldberg-Polin, de 54 años, dedica sus días a traer de regreso a Hersh y los demás rehenes.

La madre de tres hijos ha pasado los últimos tres meses en movimiento incesante, recorriendo el globo, recordando a quien quiera escucharla que su hijo es algo más que una estadística molesta: es su único hijo varón, un amante de la música, un joven que merece la oportunidad de realizar su sueño de recorrer el mundo.

Goldberg-Polin y su familia, que se mudaron a Israel cuando Hersh tenía 7 años, se han reunido con el presidente estadounidense Joe Biden, el papa Francisco, el empresario Elon Musk y decenas de periodistas. Ella ha hablado en las Naciones Unidas, marchado en manifestaciones y cargado pancartas.

El destino de los rehenes ha atrapado la atención de Israel, y la campaña incansable de las familias ha generado apoyo y simpatía generalizados, elevando la presión sobre el gobierno israelí para que haga las concesiones necesarias para obtener su libertad.

La familia Goldberg-Polin planeaba asistir al inicio de una concentración de 24 horas en Tel Aviv el sábado y otra el domingo en el Paseo Jerusalén, una serie de parques y pasarelas en la parte alta de la ciudad. Se ha convocado a eventos similares en Londres, Nueva York, París y otras ciudades fuera de Israel.

Pero hasta ahora, nada ha impedido que crezca el número escrito en la cinta adhesiva.

El rito comenzó el día 26, cuando Goldberg-Polin pegó la insignia improvisada sobre su pecho para mostrar a todos que la cuenta progresiva, insoportablemente dolorosa, era el centro de su vida, no solo un dato secundario dentro de las historias periodísticas.

“Es lo que me define”, dijo a The Associated Press el miércoles, cuando la insignia llevaba el número 96. La comparó con una etiqueta con el nombre: “Hola, me llamo”.

“Esto es quien soy”, dijo. “Mi identidad es el número de días que le han robado”.

En la víspera del hito de 100 días, Goldberg-Polin pidió a la gente en todo el mundo que se sume a su rutina, con la esperanza de que la muestra de solidaridad ayude a las familias a soportar el dolor y la angustia de un día más sin sus seres queridos.

La insignia de Goldberg-Polin hecha de cinta adhesiva se inspira en sus recuerdos de infancia en 1979, cuando Estados Unidos no podía apartar la vista de su embajada en Irán, donde se retenían como rehenes a 52 personas. La cadena ABC iniciaba su noticiero nocturno con un recuento de los días de cautiverio. Los rehenes fueron liberados al cabo de 444 días.

“Esto incomoda a la gente porque, sabes, a los seres humanos nos gusta una cuenta regresiva”, dijo Goldberg-Polin. “Nos gusta hacer cuenta regresiva hasta las vacaciones. Nos gusta hacer cuenta regresiva en Times Square (Nueva York) en la víspera de Año Nuevo”.

“No nos gusta una cuenta progresiva. Una cuenta progresiva de la incapacidad de la humanidad para poner fin al cautiverio de estos seres humanos incomoda mucho a la gente. ¿Y sabes qué? Bienvenida al club. Hace 96 días que me siento incómoda”.

Con todo, el hito de los 100 días ha permitido llamar la atención del mundo nuevamente sobre los rehenes. Goldberg-Polin espera que alguien, en alguna parte, cuide a su hijo herido.

Envía un mensaje a Hersh, con la leve esperanza de que le llegue.

“Yo diría: No ha pasado un solo día desde que te llevaron en que no hemos trabajado, no hemos dejado piedra sobre piedra en la Tierra y sin correr a los confines de la Tierra para traerte de regreso”, dijo. “Por eso necesitamos que seas fuerte. Y que sobrevivas y sigas vivo. Y vamos por ti”.

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