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Javier Sicilia: El aparato está podrido, está al servicio del crimen organizado y del crimen legal

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Se siente traicionado, burlado por los gobiernos, por los partidos, hasta por las ONG, Javier Sicilia considera que el asesinato de su hijo, y los de otras 200 mil personas, exhiben la podredumbre del sistema político en México.

Lamenta que cinco años después de iniciar el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, de haber hecho visibles a las víctimas de la violencia, de recorrer el país, de sentar a Felipe Calderón frente a los familiares de desaparecidos y asesinados y de llevar su denuncia a Estados Unidos, nada haya cambiado.

Desencanto

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Cuando caminaba en la primera caravana por las calles de Cuernavaca, en 2011, Sicilia interrumpía sus pasos para abrazar a algún conocido. Lloraba en su hombro. Ahora, al entrar a la cafetería de una librería en la que se le entrevista, sigue interrumpiendo sus pasos por desconocidos que lo saludan y abrazan. Hay reconocimiento a su activismo, pero ya no hay lágrimas.

Su apariencia también cambió. No usa chaleco, ni porta rosarios o escapularios en el cuello, tampoco usa sombrero, pero mantiene su estilo: viste pantalones de mezclilla, una camisa arremangada y botas de motociclista, como las que le regaló su hijo Juan Francisco antes de ser asesinado. Esas botas las desgastó al recorrer el país, a una de ellas se le rompió el tacón, ese par lo tiene guardado en casa, pero usa unas similares. Los anclajes familiares, dice, le ayudan a recordar su dimensión finita.

El contexto para hablar con Javier Sicilia también es diferente: lo común era alcanzarlo en alguna marcha, esperar que atendiera medios o que terminara de emitir un mensaje ante miles de seguidores, esperar que bajara de un templete.

Ahora, no viaja arropado por decenas de seguidores, ni de madres o padres de familia con retratos de sus hijos o familiares desaparecidos, tampoco es flanqueado por jóvenes activistas que antes subían sus discursos, comunicados y actividades a la página del Movimiento. Sólo lo acompaña Francisco Rebolledo, director de Difusión Cultural en la Universidad del Estado de Morelos (UAEM), quien también es narrador y ensayista.

El poeta que hizo a un lado la poesía por la muerte de su hijo, pero no sus raíces cristianas, explica que el Movimiento por la Paz -que tuvo un momento de crecimiento y ahora ya no convoca a masas- está activo y sigue siendo un referente moral.

“¿Qué fue lo importante del movimiento? Visibilizó el horror del país; visibilizó la ausencia de justicia de las víctimas y les dio dignidad”, afirma.

Sicilia reconoce que tras el Movimiento se aprobó una Ley General de Víctimas y se modificó la operación de instituciones encargadas de apoyarlas, pero la violencia sigue en aumento, aunque ya no se hable de ella.

Tras el asesinato de su hijo Juan Francisco y de seis personas más, Sicilia salió a la calle a denunciar que había otros 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos producto de la guerra del gobierno panista de Felipe Calderón contra los cárteles del narcotráfico.

El sexenio de Calderón terminó con 120 mil 219 asesinados, según el propio Sicilia. Y en lo que va de la actual administración se suman otros 65 mil. Cierra la cifra en 200 mil muertos, entre asesinados y desaparecidos, y resalta que la cantidad es aproximada porque los registros oficiales no son confiables.

Argumenta que el asesinato de su hijo es un ejemplo de la podredumbre. A pesar de que recibió la atención de los medios, no ha sido solucionado. No se explica por qué no se ha dictado sentencia contra los detenidos y, en contraste, él tiene que viajar a Tamaulipas, arriesgarse; solicitar acompañamiento de la PGR para dar seguimiento a las diligencias.

“El caso mismo de mi hijo y de los muchachos, no sé por qué chingaos. No sé si fue perversidad de Calderón o fue el azar, pero está en Tamaulipas, en Matamoros... Ahí está el caso y parte de los presos más peligrosos de los que asesinaron a mi hijo. Tengo que ir cada seis meses porque no hay sentencias. Y ése es un caso emblemático, imagínese la condición de las miles de otras víctimas”, ejemplifica.

En el primer año del Movimiento por la Paz, Sicilia y quienes lo acompañaron en esa protesta realizaron tres caravanas en México, hasta reunirse con Calderón, a quien le demandaron seis puntos para lograr la paz:

1) Verdad y justicia; 2) Fin a la estrategia de guerra; 3) Combatir la corrupción y la impunidad; 4) Combatir la raíz económica del crimen organizado; 5) Atención de emergencia a la juventud y acciones efectivas de recuperación del tejido social, y 6) Democracia participativa y democratización en los medios de comunicación.

El panista les ofreció actuar: emitir nuevas leyes y poner en funcionamiento un sistema nacional de atención a víctimas.

Al siguiente año, Sicilia y el Movimiento por la Paz se dieron cuenta de que Calderón no concluiría con lo prometido. Entonces, se reunieron con los cuatro candidatos a la Presidencia.

A Enrique Peña Nieto, Sicilia le dijo que representaba el regreso al origen de la corrupción. “Representa también el voto corrompido, el voto comprado, el voto no ciudadano, el de la miseria moral y el de la arrogancia y los intereses de los monopolios de la comunicación”.

Peña Nieto, como parte de su estrategia de campaña, ofreció un cambio y dijo que, como prueba, en caso de que la Ley General de Víctimas no hubiera sido promulgada por Calderón, él la publicaría cuando fuera Presidente.

La nueva Ley de General de Víctimas había sido aprobada por el Congreso el 30 de abril de 2012. El titular del Ejecutivo tenía 30 días para emitir observaciones, pero si no las enviaba debía promulgar la ley en 10 días, el plazo venció el 19 de junio. Hasta el 1 de julio, Calderón mandó sus observaciones, por lo que la ley quedó pendiente. Fue hasta el 9 de enero de 2013 cuando la promulgó Enrique Peña Nieto, quien cumplía dos meses en Los Pinos.

La Ley establecía crear una Comisión Especializada de Atención a Víctimas (CEAV); sin embargo, el dictamen que dio vida a la CEAV tuvo que esperar un año más; fue publicado en el Diario Oficial el 8 de enero de 2014. Y hasta el 28 de noviembre, tras otra demora de 11 meses, se publicó el Reglamento de la Ley General de Víctimas.

A pesar de que la Ley de Víctimas y la CEAV están operando desde hace años, hasta el momento no responden a lo que demandaba Sicilia.

“No están sirviendo más que como parapeto y para lavarle la cara al gobierno. Todo lo pudren. Pudrieron la Ley de Víctimas; van a podrir el día que pase la Ley de Desaparición Forzada. ¿Por qué?, porque son parte del crimen organizado, por colusión, por incapacidad o por omisión. El aparato está podrido, está al servicio del crimen organizado y del crimen legal, que son las grandes empresas. El sistema ya se pudrió y no alcanzan a reformarlo”, asegura.

Nueva estrategia

Cinco años después, la Universidad del Estado de Morelos se convirtió en su base de operaciones. Sicilia fue nombrado secretario de Comunicación Universitaria el 4 de abril de 2014. Luego de 13 meses, se sintió obligado a presentar su renuncia cuando el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, formó la Comisión de Atención a Víctimas en el estado. Sicilia descalificó esa comisión y consideró que era una burla, pues se diseñó su operación bajo las directrices del gobernador.

El rector Alejandro Vera Jiménez no aceptó su renuncia. Entonces, el trabajo en favor de las víctimas se formalizó desde la universidad morelense. En septiembre, presentó un programa de atención a víctimas coordinado desde la universidad.

En ese contexto, el activismo de Sicilia ya no se da en las plazas ni en las marchas, ya no es arropado por centenas o miles, pero su demanda es la misma: justicia para las víctimas y participación social para que cambie el país.

Sicilia sigue los pasos del pensador austriaco Iván Illich, quien se estableció en Cuernavaca en los 60 y creó el Centro Intercultural de Documentación. Considerado un “humanista revolucionario”, Ilich había sido sacerdote católico, había estudiado filosofía y teología. La espiritualidad determinó sus investigaciones.

Como Ilich, a quien conoció y de quien es promotor de su pensamiento, Sicilia se apoya ahora en su espiritualidad. Plantea que la tarea de la universidad debe ser “civilizar a un mundo bárbaro, desorientado y desconcertado”. Y remarca que su trabajo es por la paz.

“No tenemos la fuerza movilizadora, por desgracia. No tenemos la capacidad de convocar otra vez a esta unidad que hace falta para hacer cambios fundamentales a nivel del Estado para que podamos encontrar la justicia y la paz y la memoria”, añade.

Son momentos distintos, por eso cambió la forma de trabajar.

“Hicimos lo que teníamos que hacer (en 2011); le dimos dignidad a las víctimas. Mostramos que este país es un país podrido y asqueroso, que su sistema político es parte de la delincuencia.

“Hablamos con los poderes, marcamos rumbos, porque no fue una mera protesta. Hubo seis puntos muy específicos como suelo mínimo para una transformación y uno de éstos fue: ‘limpien las filas de sus partidos’. Y ahí está Ayotzinapa para decirnos que no hicieron absolutamente caso de nada”, acusa.

Molesto porque el número de víctimas por la violencia en el país continúa incrementándose, al igual que se incrementa la injusticia para sus familias, Sicilia habla de esperanza.

Una revolución pacífica es la alternativa que plantea. Reunir en ella a quienes forman parte de la reserva moral.

“¿Qué pasaría si la Iglesia deja sus prejuicios, si los padres de los normalistas de Ayotzinapa dejan sus prejuicios, si Cuauhtémoc Cárdenas deja sus prejuicios, si el obispo Vera deja sus prejuicios, y nos sentamos en la mesa y decimos: ‘Vamos a sacar este país’. Y todas las fuerzas políticas y la reserva moral del país salimos a las calles?; entonces sí cambia la cosa”.

-¿Con esta clase política se puede?, se le pregunta.

-No, con ellos no; es contra ellos -asegura.

El Katejon

Además de su activismo, Sicilia trabaja en su siguiente libro. Anuncia que será su última novela.

Al terminar la caminata de 33 días por el norte de México y recorrer Estados Unidos, luego de salir de Tijuana y llegar a Washington, Sicilia habló de permanecer con su familia para regresar a su dimensión. La demanda de justicia lo había multiplicado. Él sabe que no pudo regresar a su estado anterior, aunque su esencia, creencias, filosofía y simbolismos son los mismos.

Por eso diagnostica en términos religiosos el momento del país.

“Vivimos lo que en tradición cristiana se llama “El tiempo del fin”. No el Apocalipsis. Antes del Apocalipsis hay una cosa que se llama “El tiempo del fin”, una cosa escatológica, y se caracteriza por una exacerbación del mal”.

En los mismos términos explica las razones de su activismo.

“Y ahí está ese pequeño resto que mantiene retrasando la catástrofe. Lo que en la carta de San Pablo le llaman el Katejon, el que retiene. El que impide que se establezca absolutamente la oscuridad. Bueno, los que nos resistimos somos katejones. Somos los que por lo menos encendemos una vela y hacemos que haya zonas iluminadas, aunque no podamos iluminar la noche”.

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