Tras sismo, capitalinos permanecen con duda de si podrán regresar a su hogar
México — Mariela solo tenía unos minutos para decidir qué sacar de su casa, así que optó por ser pragmática; nada de recuerdos, solo el pasaporte, los papeles y algo de ropa. Con unas maletas, esta capitalina se aleja de la calle Ámsterdam, donde el terremoto ha causado estragos, sin saber si podrá regresar.
Su caso es uno de los muchos que estos días se repiten en las colonias Roma y Condesa de la Ciudad de México, donde el sismo de magnitud 7,1 en la escala de Richter registrado el martes ha derruido edificios enteros y también ha causado severos daños estructurales en otros que no podrán ser habitados.
La zona, conocida por su ambiente bohemio y por acoger los locales de ocio de moda, permanece con una inusual calma, motivada, en gran parte, por la falta del habitual ruido de los coches, a los que resulta prácticamente imposible transitar con normalidad por los numerosos cortes de tráfico existentes.
En las calles se pueden ver grupos de vecinos con maletas o simplemente conversando y observando al fachada, a la espera de noticias.
Desde que ocurrió el terremoto, a las 13.14 hora local (18.14 GMT) del martes y que hasta ahora ha causado 273 muertos y un centenar de desaparecidos, Mariela solo entró a su casa una vez, a los pocos minutos, para recoger a sus gatos.
Ni ella ni su hija, con la que vive, se habían asomado al departamento, en el que hoy ha encontrado sus pertenencias tiradas y los cristales rotos.
El edificio, según los exámenes, “no está tan dañado”, pero el de al lado está recargado sobre él, por lo que existe el peligro de que se acabe fracturando.
Ella pudo subir, durante un corto periodo de tiempo, acompañada de una persona, y con la guía de un efectivo de seguridad.
“Ya sé que son cosas, a final de cuentas, pero es nuestro hogar, queríamos ver cómo está, si teníamos posibilidad en algún momento de regresar”, afirma.
El bloque “se hundió un poco” y los coches quedaron dentro. “No podemos sacarlos, pero no importa, estamos bien”, remarca Mariela, quien está alojándose en casa de su hermano, en el norte de la urbe, donde permanece a la espera para saber qué ocurrirá.
El edificio vecino de Mariela es en el que vive Beatriz, quien hoy se encontró con una sorpresa: la noticia de que el bloque, “con mucha probabilidad”, lo van a derribar.
En un primer momento, a ella y a su pareja -explica- les habían comentado que no había daños estructurales, “simplemente una serie de grietas”, y les permitieron subir, aunque estaba “inclinado”.
“De ayer para hoy nos acaban de indicar que el edificio ha cedido hacia delante 20 centímetros, eso implica un riesgo de colapso”, señala esta española, que lleva seis años viviendo en México.
En estos momentos no les permiten entrar a recoger nada por su seguridad: “Gracias a Dios estamos bien y son cosas materiales”, dice al respecto.
La primera noche, Beatriz durmió en un hotel. Entonces, toda la atención estaba puesta en el edificio del lado opuesto de la calle, que había caído por completo.
Siendo española, no tiene en “familia directa” que pueda ayudarla, aunque asegura que “la familia que encuentras aquí hace más”.
El gobierno de la capital mexicana, donde 38 edificios colapsaron por el sismo, estima que hará unos 2.900 dictámenes de inmuebles para determinar si están o no en condiciones de ser habitados.
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