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El ocaso de la artesanía en Chiapas ante la falta de pupilos

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EFE

Artesanos del suroriental estado mexicano de Chiapas mantienen su identidad en pleno siglo XXI pero ven amenazados sus conocimientos ancestrales, y su oficio, ante la falta de alumnos y el auge del turismo.

En el municipio de San Cristóbal de las Casas, a 2.200 metros de altitud, centenares de artesanos impregnan en sus obras sus saberes, artes y oficios, y para evitar que se pierda su tradición han replanteado su actividad desde una perspectiva académica y divulgativa.

Con talleres de formación, enseñanza e implementación de mercadillos temáticos.

Pero esta alternativa no resulta satisfactoria para todos ellos, quienes lamentan que el interés de los jóvenes por aprender un oficio es nula, poniendo en crisis un conocimiento ancestral, expresó este miércoles a Efe el artesano de juguetería de madera Mario Jacinto Hernández López, con 48 años de experiencia.

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Desde que Mario tiene memoria recuerda que su abuelo y su padre se dedicaron a la elaboración de juguetería de madera.

Por varias décadas regentaron un taller amplio donde decenas de trabajadores hacían por millares los juguetes para niños y niñas. Pero con el tiempo los trabajadores, y las ventas, se fueron desvaneciendo.

A los 12 años, el propio Mario comenzó su aprendizaje.

“Mi papá únicamente me dejó en herencia el oficio. La elaboración de carritos, palomas pericos, carruseles y carretones. Antes se cepillaba a mano la madera, todo era con cuchillo. Se rebajaba y pintaba la madera”, indicó.

Además, el árbol llamado “jabanil”, típico de la región y que se usa para la fabricación de estos juguetes, se está acabando.

Desde su fundación hace 491 años, San Cristóbal de las Casas ha sido sede de muchos oficios y gremios.

Cada barrio tenía un oficio que lo identificaba y le daba identidad. Por ejemplo, el barrio de Guadalupe era el de la juguetería.

Pero ahora, en esta popular colonia, solo Mario y sus hijos continúan dedicándose a la juguetería.

“Entró en juego esto del libre comercio y poco a poco se fue perdiendo esa tradición de la juguetería. La venta es muy poca, porque ya compran más juguetes de plástico, de esos que vienen de China. Y es así que está tradición se va perdiendo poco a poco”, opinó con humildad el artesano.

Los tiempos modernos han llevado a muchos a estudiar carreras científicas o sociales, acción que ha puesto en crisis a los exponentes y creadores artesanales, ya que no tienen pupilos para transmitir estos conocimientos ancestrales.

Una situación parecida vive Francisco Álvarez Montoya, un artesano textil de 68 años.

“Mis hijos no quisieron aprender porque ellos se dedicaron a estudiar. Ya ve que por la misma pobreza (antes) teníamos que aprender el oficio de los papás, porque no había dinero para el estudio”, señaló el señor.

La llegada de prácticas modernas ha ocasionado que muchos jóvenes pierdan la pasión por buscar un oficio, afirma Francisco, experto en el arte de teñir hilos para las “naguas”, vestimenta que portan las mujeres indígenas tzeltales y tzotziles de la región, una de las más pobres del país.

“En aquellos tiempos míos, cuando era yo muchacho, había mucho aprendiz porque era muy grande el oficio aquí. Una señora tenía 20 telares, y su hermana 15, y podemos decir que todo el barrio se componía de textileros”, apuntó el hombre.

Para Francisco, el problema radica en los hijos de todos los artesanos de antaño, que no quisieron seguir el oficio. “No es por presumir, pero soy el único que queda”, remarcó.

La mezcla con otras culturas y el arribo de turistas impacta en las artesanías, pero también en la identidad de los habitantes de San Cristóbal de las Casas.

Los jóvenes ya no visten con sus ropas tradicionales. “Ahora visten tipo vaqueros con su pantalón y falda de mezclilla (tejano), solo vendemos (naguas y otra ropa autóctona) a las personas mayores que conservan las tradiciones”, agregó.

Desde 2015, la ciudad colonial de San Cristóbal de Las Casas obtuvo el reconocimiento como una de las seis ciudades más creativas por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en la categoría de artesanía y arte popular.

Pero en pleno siglo XXI tiene el reto de mantener y mostrar al mundo las diversas culturas que cada día conviven en esta ciudad, una de las más turísticas de México.

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