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Migrante que exige pago de 50 mil dólares a cada migrante hondureño, planea un movimiento para la liberación de su país

Alfonso Guerrero Ulloa, originally from Honduras, was granted political asylum status in 1987 and has lived in Mexico for the past 30 years. Standing at the El Barretal shelter, Guerrero joined the migrants caravan in Cordoba, just south of Mexico City, on November 4th.
Alfonso Guerrero Ulloa, originally from Honduras, was granted political asylum status in 1987 and has lived in Mexico for the past 30 years. Standing at the El Barretal shelter, Guerrero joined the migrants caravan in Cordoba, just south of Mexico City, on November 4th.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)
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Alfonso Guerrero Ulloa, el portavoz no oficial de un grupo dentro de los migrantes hondureños que causó revuelo cuando pidió que Estados Unidos le pague $50 mil a cada persona para que regresen a su país, no ha pisado Honduras en más de tres décadas.

Su historia se remonta a 1987, cuando abandonó su lugar de nacimiento, luego de ser acusado de colocar una bomba en un restaurante chino que hirió a seis soldados estadounidenses allá en Honduras. Guerrero alegó que los cargos eran falsos y, a pesar de las protestas del gobierno de Estados Unidos, México le ofreció asilo político.

Guerrero ha pasado los últimos 31 años de sus 54, viviendo una vida tranquila en la Ciudad de México. Hasta hace poco se ganaba la vida vendiendo brazaletes, pendientes y collares.

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Pero no ha logrado mucho. Guerrero dice que solo cuenta con 10 dólares y que no tiene cuenta bancaria.

Esa vida tranquila cambió el 4 de noviembre cuando decidió unirse a la caravana de migrantes centroamericanos que se dirigía hacia Estados Unidos. Se encontró con el grupo migrante en la ciudad de Córdoba, que se localiza a unas 180 millas al sureste de la Ciudad de México.

Seated in his sleeping area of the shelter, Alfonso Guerrero Ulloa joined the migrants caravan in Cordoba, just south of Mexico City on November 4th and has been with since, to include at the new shelter in Matamoros, Tijuana.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

“Es una alegría poder servir a mi país nuevamente”, expresó Guerrero desde el refugio para migrantes El Barretal, en Tijuana. “Dormir aquí en el frío, comer lo que todos los demás comen es algo que me alegra”.

Guerrero comenta que se unió a la caravana después de verla en las noticias. Quería ayudar y difundir su mensaje político de oposición al presidente hondureño Juan Orlando Hernández.

Tan pronto como estuvo en la la caravana, Guerrero se enfrentó con los organizadores que querían mantener la política fuera de lo que describían como un movimiento humanitario. Pero Guerrero persistió. Dice que un pequeño grupo de migrantes se unió a su causa y que este grupo creció lentamente con el tiempo.

Guerrero percibe este éxodo de Honduras como parte de un movimiento más grande. Afirma que el crimen desenfrenado, la pobreza y la corrupción están vinculados a la política. En una entrevista reciente, dijo repetidamente que el objetivo de los migrantes es “liberar a Honduras”.

En 1987 al explotar la bomba en Honduras en el China Palace, cerca de la base militar más grande de Estados Unidos, que hirió a seis soldados estadounidenses y a un civil hondureño, se iniciaron investigaciones que condujeron al hombre que confesó haber participado en el atentado, quien luego implicó a Guerrero, aunque después dijo que había sido torturado por los militares para hacer una confesión falsa, este evento generó un escrutinio acerca de los derechos humanos en Honduras. Fue entonces que Guerrero provocó una tensión entre los gobiernos de México y Estados Unidos, ya que los diplomáticos mexicanos lo llamaron “luchador por la libertad” y le concedieron asilo permanente, en tanto para Estados Unidos quedó calificado de “terrorista”.

Hace unos 10 meses, Guerrero comenzó una petición en línea solicitando a Estados Unidos ser exonerado.

Este mismo hombre dirigió a un grupo de 100 migrantes al Consulado de Estados Unidos, en Tijuana, el pasado 11 de diciembre, pidiéndole al presidente Donald Trump a través de una carta que les permitiera a los migrantes ingresar a Estados Unidos o expulsar al presidente Hernández del cargo y pagarle a cada migrante 50 mil dólares para regresar a Honduras. Esa cifra la basó en lo que él considera reparaciones de Estados Unidos por su intervención en Centroamérica.

“Estados Unidos es directamente responsable de esta crisis humanitaria”, señaló. “Honduras está prácticamente colonizada por Estados Unidos”.

El grupo decidió esa cantidad durante una asamblea general realizada hace días. Comenzó cuando alguien le preguntó al grupo qué es lo que haría que las personas dieran la vuelta y retornaran a su país.

Alguien gritó que se irían por 10 mil dólares, otra persona gritó 20 mil. La gente seguía arrojando cifras: 50 mil y 60 mil. Algunos dijeron que no se regresarían por ningún precio. Finalmente acordaron que fueran 50 mil dólares.

Seated in his sleeping area of the shelter, Alfonso Guerrero Ulloa joined the migrants caravan in Cordoba, just south of Mexico City on November 4th and has been with since, to include at the new shelter in Matamoros, Tijuana.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Guerrero duerme en una pequeña habitación de concreto dentro de El Barretal, rodeado por un pequeño grupo de simpatizantes, todos ellos hombres jóvenes. Dentro de la habitación hay un pequeño montículo de papel higiénico, cojines, botellas de agua y una extensión eléctrica donde las personas cargan los teléfonos.

Cada dos minutos, algunos migrantes asoman la cabeza en la habitación y piden provisiones. Muchos llaman a Guerrero por su apodo: “Comandante”.

Guerrero dice que su motivación no es el dinero y rechaza las acusaciones de que esté utilizando la caravana de migrantes para su propio beneficio.

“Si en los últimos 30 años no me he aprovechado de otro movimiento, ¿crees que lo haré ahora cuando luchamos por la liberación de Honduras?”, preguntó. “Para mí, la libertad y el bienestar de mis compatriotas son más importantes que cualquier cantidad de dinero”.

La carta que el grupo dirigió a Estados Unidos el 11 de diciembre a través de su Consulado en Tijuana, le da un plazo de 72 horas para responder.

Nadie en el refugio de migrantes sabe de ninguna respuesta. Pero el 12 de diciembre el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), criticó fuertemente la propuesta.

“En caso de que usted no lo haya visto, algunos de los llamados solicitantes de asilo en nuestra frontera sur, ahora exigen que Estados Unidos les pague 50 mil dólares para que regresen a sus países de origen”, leyó Katie Waldman, secretaria de prensa del DHS. “Como hemos dicho todo el tiempo, con base en datos históricos y reportes del dominio público, la gran mayoría de los miembros de las caravanas no son legítimos solicitantes de asilo, si lo fueran, habrían buscado refugio en el primer país seguro al que ingresaron”.

La declaración agregó que ser miembro de la caravana no les otorga derechos especiales a los migrantes para ingresar a Estados Unidos.

El 12 de diciembre los migrantes tuvieron diversas reacciones frente a la demanda de los 50 mil dólares. Muchos ni siquiera lo sabían. Algunos la apoyaron y otros pensaron que era absurdo.

Al momento no se sabe cuántos realmente apoyan a Guerrero. Cerca de 100 migrantes marcharon con él al Consulado de Estados Unidos el martes 11, pero hay casi 3 mil migrantes durmiendo en el refugio; sin embargo, Guerrero afirma que son miles los que apoyan la carta.

Lourdes Castillo, hondureña de 50 años dijo que el grupo no habla por todos los migrantes, aunque estuvo de acuerdo con algunas de las demandas.

“No tomaría el dinero, pero creo que es una buena idea deshacerse de Juan Orlando Hernández”, indicó.

Castillo tiene planes de pedir asilo en Estados Unidos. Dice que su esposo abusaba repetidamente de ella allá en su país. Aunque lo denunció a la policía seis o siete veces, las palizas nunca cesaron.

Otros pensaron que la demanda haría más daño que bien al pintar a los migrantes de manera negativa.

“Eso parece una extorsión”, dijo Nery Pineda, de 39 años. “Pero si lo ofrecieran, todos aquí aceptarían el dinero”.

Solís escribe para el U-T. Fry es periodista independiente.

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