Si los latinos del este de L.A. hablaran por el país, a Trump le iría muy mal
Una cosa acerca de Donald Trump: digan su nombre y alguien reaccionará.
En el este de Los Ángeles, mientras la estrella de Trump se levanta, la mayoría de esas reacciones no son agradables.
La primera palabra que salió de la boca de Juan Gris, por ejemplo, no se puede publicar, y lo que vino después de eso fue igual de malo.
“Es un racista”, dice Gris, un músico que la estaba pasando bien en Jim’s Burgers, en Boyle Heights, preparándose para entretener a los comensales de la hora del alumerzo en la 1st Street.
Por meses, Trump fue considerado por muchos como un egocéntrico sin oportunidad de ganar la nominación republicana a la presidencia. Pero ahora lidera la carrera.
Su popularidad tiene que ver en parte con el fenómeno de ir contra el sistema, pero es principalmente porque Trump todavía está subido en el caballo que lo llevó a la punta de la competencia: hablar duro contra la inmigración.
Trump ha ido desde pelear con el Papa, hasta envolverse en una guerra de insultos con el ex presidente mexicano Vicente Fox, quien utilizó un lenguaje inapropiado cuando Trump prometió no solo construir un muro hasta el cielo en la frontera, sino que además quiere que México lo pague.
“Por favor, ustedes los hispanos, latinos en Estados Unidos, abran sus ojos”, dijo Fox la semana pasada en CNN, advirtiendo que Estados Unidos “va a fallar si cae en las manos de un tipo loco”.
Orlando Calderón, de 19 años, dice que sus ojos están bien abiertos.
“Es una broma que Trump esté buscando la presidencia”, dice el estudiante de Los Ángeles Valley College, quien quiere ser médico. Él predice un colapso en la industria agrícola si la promesa de Trump de la “deportación forzada” se convierte en realidad.
Pero no cree que los senadores Marco Rubio o Ted Cruz podrían ser mejores.
Calderón estará votando por primera vez este otoño, y espera que el nombre de Bernie Sanders siga en la carrera.
Mientras caminaba por el Eastside, deteniéndome en restaurantes y tiendas, encontré más decepción que sorpresa entre los latinos que han estado siguiendo la campaña presidencial y el espectáculo de la candidatura de Trump.
“No he escuchado nada positivo”, dice Sally Zhu en un BJ’s Party Rentals de Monterey Park, donde ella y Verónica Lozano me dijeron que el negocio de la piñata de Donald Trump sigue funcionando. “Escuché a alguien decir ‘Tal vez deberíamos comprar una para que le demos en su m...’”.
Trump se ha estado regodeando sobre su dominante triunfo entre los votantes latinos, la semana pasada en Nevada, que habría sido notable de no ser porque está malinterpretado.
Él obtuvo la mayoría del voto latino en el caucus de Nevada, pero eso fue solo una pequeña muestra de los republicanos registrados en un estado en el que la gran mayoría de los latinos son demócratas.
Los latinos demócratas superan a los latinos republicanos por un margen de 2-1 en EE.UU.
No todos los latinos apoyan la inmigración indocumentada, de ningún modo, y la gente razonable tiene legítimas preocupaciones sobre los costos e implicaciones de tener aquí a 11 millones de personas sin papeles. Pero en el lado este de Los Ángeles, casi todos tienen una conexión personal con el tema y entienden las matices y complejidades ignoradas por Trump.
Ellos saben que la gente hambrienta, empobrecida, viviendo lejos de sus seres queridos y con el miedo por sus vidas debido a la violencia, está dispuesta a tomar grandes riesgos por la seguridad y por una oportunidad.
Y saben, casi siempre de primera mano, que los titanes de la industria estadounidense —muchos de ellos republicanos— son felices haciéndose ‘de la vista gorda’ cuando contratan a amas de llaves, recolectores de fresas y desplumadores de pollos, sin mayor preocupación de su documentación.
Desháganse de ellos, dice Trump, como si nada.
Construir un muro y mandarle la cuenta a México es su idea. Y cada vez que un ex presidente de México dice “métetelo Trump”, el candidato tiene una respuesta constante: “El muro acaba de crecer otros 10 pies”.
Para cuando sean las elecciones, el muro de Trump podría ser más alto que la Torre Trump.
“En realidad no puedo culparlo por decirlo porque a la gente le está gustando”, dice Chris Ortega, voluntario de la biblioteca Libros Schmibros en Boyle Heights. “Del otro lado, mis padres vinieron aquí ilegalmente por las oportunidades, y pienso que todos merecen al menos la oportunidad de triunfar”.
Ortega, un egresado de 22 años del Amherst College, dice que sus padres vinieron hace décadas y ahora ambos tienen papeles, su madre habiendo recibido una amnistía como refugiada de El Salvador.
“Trump ha encontrado un ángulo dentro del Partido Republicano —la inmigración—. Y él lo ha puesto al frente, tratando de ser tan extremista como le es posible”, dice Alberto Sahagún, quien enseña historia en Cal Poly Pomona y es cliente de Libros Schmibros.
La campaña se ha convertido en un tema ‘caliente’ ahí.
“Es triste que hayamos llegado hasta este punto”, dice Sahagún. “Y pienso que mucha de la gente americana blanca, en pobreza, de la clase trabajadora, está erróneamente culpando a los inmigrantes por los problemas económicos y sociales”.
El recepcionista de Libros Schmibros, Cuauhtémoc Hernández, de 25 años, dice que el objetivo de uno u otro grupo ha sido una fuerza poderosa durante la historia política estadounidense. Si las cosas no son de la forma que tú crees, debe haber un villano por ahí.
Afroemericanos, comunistas, musulmanes.
“Si no tienes un entendimiento claro del sistema, y estás buscando ‘chivos expiatorios’, es más fácil cuando un candidato le apunta a un enemigo y todos se esconden detrás de eso. Los latinos han sido objeto de ataques debido al cambio en la demografía”, dice Hernández.
“Cuando ves parte de la retórica que Trump usa, hacer a América grande otra vez, bueno, solo fue grande alguna vez para la gente blanca. Y cuando dices, recuperémosla, hay esta mentalidad de hacerlo retrocediendo. Le es atractivo a cierta gente”.
Cierto, que es la razón por la que mucha gente cree que Trump es un genio de mercadeo que sabe como promocionarse.
Pero si su retórica manda a una estampida de latinos a las urnas del país para darle fuerte a la piñata, puede terminar siendo el idiota más grande de esta campaña.
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