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Si los desamparados no pueden tener ni sus pequeñas casas, ¿entonces qué pueden tener?

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Cuando personal del Departamento de Limpia de la ciudad de Los Ángeles retiró tres de las llamadas casas diminutas de una banqueta del sur de L.A., la acción causó mucho malestar.

A pesar de su tamaño y la ausencia de servicios básicos como plomería y calefacción, las casas, alimentadas con energía solar, rápidamente habían sido aceptadas por la gente sin hogar como una alternativa de dormir en un refugio o sobre la calle.

Otras ocho estructuras se las llevó el constructor, que había recaudado el dinero para el proyecto de donantes que pensaban como él, que debía haber una solución para las personas desamparadas de la ciudad. El esfuerzo no tuvo ningún costo directo para una ciudad que lucha por darle vivienda a más de 25,000 desamparados, en un condado donde por lo menos hay 44,000 personas viviendo en las calles.

Por supuesto que no era así de simple. Curren Price, el concejero de la ciudad cuyo distrito albergaba estas diminutas casas, afirmó que éstas bloqueaban la vía pública, dejaban basura en las calles, fomentaban el tráfico de drogas y en general su presencia provocaban inseguridad. “No necesitamos soluciones temporales e improvisadas, necesitamos una solución permanente”, escribió en el Sentinel de Los Ángeles.

Eso es exactamente lo que la ciudad y el condado necesitan: una solución a la crisis de los desamparados que proporcione alojamiento permanente y servicios de apoyo. Nadie discreparía con eso. Y la ciudad y el condado tienen proyectos ambiciosos para darles vivienda a 44,000 personas sin hogar. Pero esos proyectos, aprobados apenas el mes pasado, costarán cientos de millones de dólares, años de estudio, y revisiones para implementarse. (El plan de la ciudad estima que Los Ángeles necesita $1,850 millones de dólares para la construcción de nuevos alojamientos y subsidios de alquiler durante 10 años para darles casa todos sus residentes sin hogar).

Y aunque las diminutas casas sobre la acera tal vez no eran la opción más segura, ni un verdadero substituto del alojamiento permanente, al menos ofrecían una solución intermedia. Y soluciones intermedias son cruciales. No es correcto menospreciar la existencia de la gente que vive en las calles y parques de toda el área, que se amontonan en las banquetas de Skid Row como refugiados de guerra, mientras la ciudad y el condado trabajan en sus proyectos a largo plazo.

L os funcionarios están dándole prioridad a la gente sin hogar cuando entregan vales de alojamiento subvencionados. Sin embargo, esos esfuerzos dependen de encontrar las unidades de vivienda con un subsidio limitado, en una ciudad que carece de alojamiento económico.

Considerando esos problemas, los funcionarios deberían estar abiertos a soluciones creativas intermedias. Por ejemplo, en vez de simplemente decir “No” a las pequeñas casas, la ciudad debería tratar de considerar dónde y cómo podrían funcionar. Hay verdaderas barreras por vencer, como proporcionar cuartos de baño y agua, y cómo impedir que la gente se quede en las casas indefinidamente. Sin embargo, otras ciudades han encontrado un modo de acomodar casas diminutas, incluyendo Portland, que desde la década pasada ha regulado una comunidad de pequeñas casas sobre un terreno propiedad de la ciudad.

Esas no son soluciones permanentes de vivienda. Pero el gobierno municipal ya ha estado de acuerdo con establecer un programa de estacionamiento seguro que designaría áreas donde la gente que vive en sus vehículos pueda estacionarse legal y seguramente durante la noche. Nadie quiere gente viviendo en sus coches para siempre; esto simplemente es una alternativa a corto plazo a dormir en una tienda o un pedazo de cartón. Y es poco realista esperar que la mayoría de las personas sin hogar vayan a refugios de una noche con reglas rígidas que no permiten a la gente traer todas sus pertenencias o una mascota.

Es fácil para los funcionarios locales desechar soluciones experimentales intermedias al problema de los desamparados, porque no son ideales. Pero mientras lo hagan, el condado de Los Ángeles conservará la poca grata distinción de tener la población indigente más grande del país.

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