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El accidente nuclear de Nuevo México, entre los más costosos de la historia de los EE.UU.

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Cuando, hace dos años, un tambor que contenía residuos radioactivos explotó en un vertedero nuclear subterráneo en Nuevo México, el Departamento de Energía corrió para calmar las preocupaciones de la comunidad del desierto de Carlsbad y rápidamente informó sobre la reanudación de las operaciones.

Los primeros comunicados federales no daban ningún indicio de que la explosión hubiera causado un enorme daño a largo plazo al vertedero (una instalación crucial para el programa de limpieza de armas nucleares que se extiende en toda la nación), o de que pondría en peligro la credibilidad del Departamento de Energía para tratar con el complicado asunto de los desechos radioactivos.

Pero la explosión se ubica entre los accidentes nucleares más costosos de la historia de los EE.UU., según un análisis del L.A. Times. El costo a largo plazo del accidente podría superar los $2,000 millones, una suma en el mismo rango de la limpieza que se necesitó después de la fusión parcial de la planta nuclear Three Mile Island, de Pensilvania, en 1979.

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El accidente del 14 de febrero de 2014 también está complicando los programas de limpieza en casi una docena de otros sitios de armas nucleares de los EE.UU. Miles de toneladas de residuos radioactivos que se dirigían hacia el vertedero están ahora almacenados en Idaho, Washington, Nuevo México y otros sitios, según informaron funcionarios estatales.

No hay duda de que el Departamento de Energía ha minimizado la importancia del accidente”.

— Don Hancock, Southwest Research and Information Center.

En Washington, las autoridades estatales se vieron obligadas a aceptar los retrasos en el movimiento del equivalente a 24,000 barriles de desechos nucleares de Hanford hacia el vertedero de Nuevo México. El acuerdo ha crispado aún más la relación entre el estado y los reguladores federales. “El gobierno federal tiene la obligación de limpiar los desechos nucleares de Hanford”, señaló en un comunicado el gobernador demócrata, Jay Inslee. “Seguiré presionando para que cumplan con sus compromisos de proteger la salud pública de todos los ciudadanos de Washington y los recursos naturales”.

Otros estados no han sido menos insistentes. El Departamento de Energía se ha comprometido a trasladar el equivalente a cerca de 200,000 barriles del Idaho National Laboratory para 2018. “Nuestra expectativa es que sigan cumpliendo con el acuerdo de solución”, estimó Susan Burke, coordinadora de supervisión del Departamento de Calidad Ambiental del estado.

El vertedero, oficialmente conocido como la Planta Piloto de Aislamiento de Desechos, fue diseñado para colocar los residuos procedentes de la producción de armas nucleares desde la Segunda Guerra Mundial en las antiguas salinas que, según los ingenieros, colapsarán y sellarán todo el desperdicio de forma permanente. El equivalente a 277,000 bidones de residuos radioactivos se dirige a esa planta, según documentación federal.

El basurero fue excavado al igual que una mina convencional, con ejes verticales y un laberinto de desvíos. Durante 15 años funcionó sin problemas y fue promocionado por el Departamento de Energía como un gran éxito hasta la explosión, que involucró a un tambor de residuos de plutonio y americio que había sido empaquetado en el Laboratorio Nacional de Los Álamos.

El problema se remonta a los materiales -arena sanitaria para animales- que se emplean para secar líquidos en los tambores sellados. Los funcionarios de laboratorio habían decidido sustituir un material orgánico por uno mineral, pero éste causó una compleja reacción química que hizo explotar la tapa de un tambor, lo cual envió espuma radioactiva blanca hacia el aire y contaminó el 35% de la zona subterránea.

“No hay duda de que el Departamento de Energía ha minimizado la importancia del accidente”, señaló Don Hancock, que monitorea el vertedero para el grupo de vigilancia de Southwest Research and Information Center.

Aunque el error en el laboratorio de Los Alamos causó el accidente, una investigación descubrió más de dos docenas de fallas de seguridad en el vertedero. El sistema de filtración de volcado debía prevenir cualquier emisión radioactiva, pero no funcionó.

Veintiún trabajadores de la superficie recibieron dosis bajas de radiación, que los funcionarios federales aseguran se encuentran dentro de los límites de seguridad. No había personal en la mina al momento de la explosión.

Las autoridades del Departamento de Energía prefirieron no ser entrevistadas acerca del incidente, pero accedieron a responder las preguntas por escrito. El vertedero es operado por Nuclear Waste Partnership, dirigida por la firma de ingeniería con sede en Los Ángeles AECOM. La empresa también se negó a hacer comentarios.

Las autoridades federales han fijado un objetivo ambicioso para reabrir el sitio, al menos de forma limitada, para el fin de este año, pero las operaciones completas no podrán reanudarse allí hasta que se finalice la construcción de un nuevo sistema de ventilación, en 2021.

El costo directo de la limpieza es de $640 millones, según una modificación del contrato realizada el mes pasado con Nuclear Waste Partnership, que incrementó el costo de $1,000 millones a cerca de $2,000 millones. El contrato de coste más beneficio deja abierta la posibilidad de que surjan mayores costos si las reparaciones continúan. Y esto no incluye el reemplazo total del sistema de ventilación contaminado ni ningún gasto futuro de operación de la mina más de los previstos originalmente.

Una vocera del Departamento de Energía se negó a abordar la cuestión de los costos, pero reconoció que el vertedero tendrá que permanecer abierto por más tiempo o hallar una forma de manejar más residuos cada año para compensar el cierre. También señaló que la modificación del contrato dio al gobierno la opción de interrumpir el acuerdo con Nuclear Waste Partnership.

Cuesta alrededor de $200 millones por año operar el vertedero, por lo tanto mantenerlo abierto siete años más podría costar $1.4 mil millones. Un científico experto en el tema concordó con esa evaluación.

Sumado a ello, el gobierno federal enfrenta gastos -conocidos habitualmente como ‘de hotelería’- por almacenar temporalmente los residuos antes de que éstos sean enviados a Nuevo México, señaló Ellis Eberlein, del Departamento de Ecología de Washington. El sitio de Hanford almacena el equivalente a 24,000 bidones de basura que deben ser inspeccionados cada año. “Hay que asegurarse de que no haya fugas”, dijo.

La limpieza de la planta Three Mile Island tomó 12 años y, en 1993, se estimaba que costaría $1,000 millones, algo así como $1.7 mil millones ajustado a la inflación de hoy. El estimado no incluyó los costos de reemplazar la energía que la planta cerrada ya no generaba.

Otra contaminación radioactiva en los sitios de armas nucleares cuesta decenas de miles de dólares en limpieza, pero generalmente es el resultado de prácticas deliberadas, como volcar los residuos radioactivos en el suelo.

James Conca, un consultor que ha asesorado al Departamento de Energía en temas de residuos nucleares, describió el accidente como una comedia de errores, y dijo que las autoridades federales están siendo “excesivamente prudentes” sobre la limpieza. “Está contaminado, pero un nuevo tubo de escape es ridículo”, afirmó.or ahora, los trabajadores que ingresan en áreas contaminadas deben usar equipo de protección con respiradores, detalló la vocera del Departamento de Energía, quien también observó que el tamaño del área restringida se había reducido considerablemente a principios de este año.

Hancock sugirió que el vertedero no podrá funcionar a pleno. “La instalación nunca fue diseñada para operar en un estado de contaminación”, sostuvo. “Se suponía que permanecería limpia, pero ahora debe funcionar contaminada. Nadie en el Departamento de Energía quiere considerar la posibilidad de que no puede repararse”.

Renunciar al vertedero de Nuevo México tendría enormes impactos ambientales, legales y políticos. Este año, el Departamento de Energía decidió diluir seis toneladas métricas de plutonio excedente en Carolina del Sur y enviarlas al basurero, estableciendo un potencial precedente para la eliminación allí de materiales de bombas. Los EE.UU. tienen acuerdos con Rusia para reducir de forma mutua el plutonio.

La decisión significa que las operaciones en el vertedero deben reanudarse, sostuvo Edwin Lyman, un físico y experto nuclear de la organización Union of Concerned Scientists. “No tienen otra opción”, señaló. “No importa lo que cueste”.

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