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“Ana de las tejas verdes”: por qué una niña pelirroja canadiense se convirtió en una heroína adorada en Japón

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Con dos trenzas rojas colgando de su gorro de paja, “Ana de las tejas verdes” (“Anne of Green Gables” por su nombre original en inglés) es quizás la niña pelirroja más reconocible, al menos en algunas partes del mundo.

Pero en Japón, la huérfana de la Isla del Príncipe Eduardo -protagonista de varias novelas y películas-, es más que una pintoresca importación: es una heroína nacional.

A medida que se acercaba a la granja con las contraventanas verdes y abría la vieja puerta de madera, Terry Dawes se preparó para lo que iba a ver dentro.

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Nacida en la Isla de Eduardo, Dawes ha visitado muchas veces el sitio histórico de la granja de Green Gables, escenario de la famosa saga de Lucy Maud Montgomery, la creadora de “Ana de las tejas verdes”.

Pero este edificio en el que Dawes iba a entrar no era la casa original, sino una réplica exacta construida a 9.700 kilómetros de distancia en Hokkaido, Japón.

En su momento de auge, la granja -una de las principales atracciones del parque temático Canadá World- recibía 40.000 visitantes al día.

Ahora el parque está en en su mayoría abandonado. Es un fantasma del apogeo de Japón en la década de 1990.

“Lo he vinculado con un sueño, un sueño asombroso, en el que caminas por una calle conocida pero hay algo que falta”, le comenta Dawes a la BBC.

La propia existencia de la réplica de Green Gables, y del parque Canadian World, es testimonio del profundo amor que hay en Japón hacia Ana de las tejas verdes, dice Dawes, que visitó el país asiático en 2014 para hacer un documental sobre el tema.

Este amor empezó justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando un misionero canadiense le dijo a su estudiante Hanako Muraoka una copia del libro.

Hasta el día de hoy hay series de animé, cómics manga y varias películas japonesas inspiradas por esta historia.

La atracción del “kawaii”

De esta forma Ana se convirtió no sólo en una importación cultural de Occidente, sino también en parte de la propia cultura japonesa, interpretada y reinterpretada por artistas y escritores japoneses para una audiencia fundamentalmente japonesa.

“Hablando en general, somos buenos imitando”, dice Yukari Yoshihara, profesora de literatura en la Universidad de Tsukuba, que incluye a Ana en sus asignaturas del primer año.

Ana es especialmente popular entre las mujeres japonesas, afirma Yoshihara, porque el mundo de Green Gables está lleno de “kawaii”,en japonés la cualidad de lo que es hermoso, romántico y bello.

“Adoran la historia porque está llena de escenarios hermosos, blusas de grandes mangas abombadas y cosas hermosas como fiestas de té”, dice.

Pero no todo el mundo que adora a Ana es una mujer. Go Takahashi, estudiante de Yoshihara, también es un seguidor devoto y está escribiendo su tesis universitaria sobre los libros.

“Me gusta el personaje de Ana. Me siento atraído por una persona que habla mucho, se busca pocos problemas y es considerada con los sentimientos de los demás. Así que Ana es perfecta para mí”, dice él.

Como muchos otros lectores japoneses de las historias de Ana, Takahashi ha peregrinado a la Isla del Príncipe Eduardo, donde visitó muchos de los lugares que aparecen en los libros: la casa original de Green Gables, Lovers Lane y el Bosque Encantado.

Unos 3.500 turistas japoneses visitan cada año la Isla del Príncipe Eduardo, lo que los convierte en una de las principales fuentes de turismo extranjero en la isla, que tiene una población de 150.000 personas.

“Vienen a casarse, a ver las flores silvestres, a ver las ofertas teatrales y musicales”, explica el primer ministro de la provincia, Wade MacLauchlan.

El turismo desde Japón tiende a aumentar cuando se lanza una nueva producción relacionada con Ana.

MacLauchlan espera que la nueva serie que va a lanzar Netflix, “Anne”, atraiga a muchos espectadores cuando se lance el 12 de mayo.

La coproducción con la Canadian Broadcasting Corporation está dirigida por Moira Walley-Beckett, productora y guionista de la famosa serie Breaking Bad, y utiliza ampliamente el subtexto feminista del libro, describiendo a Ana más como una sobreviviente que como una santa.

Este subtexto es también esencial en Japón, dice Yoshihara.

A ella le gusta enseñar Ana porque el libro es una puerta para que los alumnos hablen del tema del género, algo que se suele considerar tabú en la sociedad japonesa.

“No enseñamos a los niños normalmente cómo el género está relacionado con la vida cotidiana, por ejemplo en la educación, la moda o nuestra forma de comportarnos”, explica.

Es probablemente por esta razón que Ana se publicó en Japón.

Romántica y radical

Citando al estudioso japonés Hiromi Ochi, Yoshihara explica que Ana puede haber formado parte de un plan de Estados Unidos para democratizar rápidamente a Japón después de la guerra.

Publicado en 1952 por Muraoka, quien tradujo la historia en secreto durante el conflicto bélico, el libro se distribuyó ampliamente en bibliotecas dirigidas por el Departamento de Estado de Estados Unidos en el Japón ocupado por los aliados.

Su historia central, sobre una niña huérfana que prueba que su corazón y su mente son tan buenos como los de un niño, sirvió como una forma benigna de propaganda destinada a liberar a las mujeres de los roles de género tradicionales en Japón, explica ella.

Al parecer, la interpretación central de Ana todavía prevalece hoy en día.

En sus entrevistas con seguidores de Ana en Japón, Dawes escuchó muchas veces cómo la gente, en especial las mujeres, se identificaba con ella.

“Creo que Ana ilustra una forma de portarse mal, hasta un punto, incluso de transgredir completamente”, dice Dawes.

“Al final hace lo que es bueno para su familia, su familia adoptiva”.

Ana es al mismo tiempo conformista y revolucionaria, romántica y radical.

“De cierta forma nos engañan para creer que Ana de las tejas verdes es una historia de liberación de ensueño”, comenta Yoshihara, riendo.

Pero esto no implica que a Ana se la quiera menos.

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