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Chavela Vargas, José Alfredo y tequila, protagonistas de capote para Sabina

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Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez y, por supuesto, una buena botella de tequila; esto es lo que pasa por la mente del artista Bernardo Rodríguez cuando piensa en “el México” de Joaquín Sabina, por lo que dichos motivos protagonizan el capote que piensa regalar al cantante.

El pintor de Aguascalientes (centro de México) dice en entrevista con Efe que cuando comenzó a realizar el diseño se estaba dejando llevar por las letras de los temas de Sabina, que remiten a imágenes como la luna, pero finalmente se inclinó “hacia el gusto de él por lo mexicano”.

Con un papel predominante en el capote, decidió pintar imágenes de Chavela y José Alfredo, dado que, “al final de cuentas, es lo que para Joaquín Sabina viene siendo México”.

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Una botella de tequila y el característico bombín del cantante complementan la composición, que estará rodeada por dibujos de agaves, la planta del tequila.

Rodríguez planea entregar el capote, con unas medidas de 120 x 60 centímetros, durante la gira de conciertos que Sabina realizará en México este mes.

Recibió el encargo de su mecenas con entusiasmo, ya que desde que en los ochenta escuchara “Pacto entre caballeros” es seguidor del cantautor, de quien es conocida su afición por los toros: “Puedo nombrar infinidad de canciones de él y no acabo”.

El pintor recuerda que cuando estudiaba diseño en Barcelona recorría la ciudad buscando los discos de Sabina. Cuando regresó a México, pudo presumir que tenía toda la colección del artista, al que solo ha visto una vez, aunque con mucha distancia, en un concierto en el centro del país.

Mientras pinta el capote, se anima pensando en la expresión que tendrá el cantante cuando lo reciba: “Como decimos aquí en México vulgarmente, se le van a caer los calzones cuando lo vea”, bromea.

“¿Tú crees que Sabina no se lo va a llevar a su casa, lo va a enmarcar y lo va a poner en un sitio que lo vea a diario?”, plantea.

También piensa que se va a “conmover” cuando Sabina vea a Chavela, ya que “eran íntimos de parranda”.

Rodríguez reconoce que normalmente no se pone nervioso antes de entregar sus capotes, pero que el pánico llega después de hacerlo.

Por ejemplo, en el caso de José Tomás, estuvo charlando y bromeando con él y solo cuando se despidió y subió al coche con su hijo interiorizó lo sucedido y exclamó: “¡Madre mía!, ¿qué hice?”.

A sus 51 años, con más de tres décadas de experiencia a sus espaldas, además de una “soltura en la mano” y una rapidez para trabajar que no acaba de creer, ha aprendido que aquellos sueños que se ven como “inalcanzables” pueden llegar a realizarse.

“La vida misma se ha ido encargando de irme poniendo los medios y las personas en el camino para que los vaya cumpliendo”, defiende.

Después de haber entregado sus capotes a figuras como Julián López “el Juli” o Enrique Ponce, opina que “sería increíble, lo máximo, darle uno al rey de España”.

“Más que nada porque su esposa, la reina, hasta donde yo tengo entendido, conoce y lleva mucho de México”, porque vivió aquí durante un tiempo, comenta.

Para el pintor, la meta a alcanzar en el corto plazo es hacer una exposición que incluya réplicas de tamaño mediano de todos los capotes que ha elaborado para personalidades, y recorrer con ella diferentes ciudades.

“Es el único sueño que todavía me queda por cumplir”, asegura el artista.

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