La bandoneonista Carla Algeri da pruebas de que el tango ha sabido esperar
Miami — La bandoneonista, compositora, directora y arregladora argentina Carla Algeri ha construido un camino con tropiezos y grandes recompensas, como la fundación de una escuela y una orquesta juveniles en Buenos Aires, siempre con el lema “el tango sabe esperar” como bandera.
Cuando tenía 28 años, divorciada y con dos hijos, decidió que en lo adelante se dedicaría a tocar el bandoneón, un instrumento para el que escasean las mujeres, en lugar de ser una ejecutiva del ramo textil, que fue para lo que estudió en la universidad.
“Mi mayor logro ha sido la creación del Centro Cultural Polo Bandoneón, en las comunas más necesitadas de la ciudad”, señala Algeri en entrevista con Efe, horas antes de ofrecer un concierto en Miami (Florida) en honor al compositor y pianista Mariano Mores (1918-2016).
Rescató de los baúles de un abuelo un bandoneón fabricado en Alemania en 1929, un ejemplar tipo doble A con incrustaciones de nácar y con el que actualmente da conciertos por el planeta como el que ofrecerá esta noche en el teatro Olympia de Miami, en el marco de la primera “Semana de la Cultura Argentina en Miami”.
“El tango es mi lengua madre”, afirma y no cuesta creerle cuando se palpa el sentimiento que trasmite al verla ejecutar el bandoneón, descalza y la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados.
“De pequeño, uno de mis hijos me preguntó por qué cierro los ojos y le dije que así veo la música por dentro. Lo invité a que lo hiciera y me lo confirmó”, explica esta mujer de grandes ojos azules.
Ya más afianzada en el terreno de la música, en el año 2001 participó en un trabajo para recopilar la labor de los “arregladores”, como se denomina en el ámbito del tango a los arreglistas y a los orquestadores.
“Hicimos la Orquesta de los Estilos Tangueros para recopilar la historia y poner otra vez en escena la figura del arreglador, que estaba en el anonimato”, recuerda la bandoneonista, nacida en el municipio Almirante Brown.
“La palabra arreglador no está legislada. Piazzolla fue arreglador de Aníbal Troilo. Antiguamente, no era necesaria esa palabra porque los maestros daban a los músicos su obra con una carta de puño y letra”, asegura.
Después de varios intentos de los argentinos por conseguir que el tango fuera salvaguardado por la UNESCO como Patrimonio Intangible de la Humanidad, Algeri fue convocada por el Ministerio de Cultura de su país para una redacción final del texto.
Cuenta que el reto era convencer a 400 expertos que estudian cientos de candidaturas y debía hacerlo en inglés o en francés, no en el lenguaje porteño que es el más exacto, indica.
“Léelo, mamá. El tango fue declarado Patrimonio de la Humanidad”, rememora Carla el día del año 2009 en que su hijo mayor, Sebastián, le extendió un recorte de periódico con la noticia.
Detrás quedaban años que recuerda con profundo sentimiento, porque el tango estaba mal visto, no solo en los tiempos de la dictadura militar, sino también años después, según afirma.
“Hemos formado un público y ya la gente no le teme al tango”, señala con orgullo esta bandoneonista, merecedora en 2015 de una distinción que otorgan en Argentina a personalidades de la Cultura.
Carla Algeri llega a Miami para ofrecer un homenaje al compositor de tangos y pianista Mariano Mores (1918-2016), acompañada de integrantes de la orquesta del Teatro Colón de Buenos Aires, y en el que se espera participe el nieto del homenajeado, Gabriel Mores.
La bandoneonista y compositora, que escribe sus bocetos a lápiz, trae su más reciente trabajo discográfico, el álbum doble “Memorias de un bandoneón”, editado en 2016.
El álbum consta de dos homenajes, el primero a Aníbal Troilo (1914-1975), bandoneonista, compositor y director de orquesta, y a quien ella atribuye la frase y la certeza de que “el tango sabe esperar”, y en el segundo disco Algeri interpreta ocho temas cenitales de Carlos Gardel.
“El bandoneón no pesa, es parte de mí. Es la prolongación de mi cuerpo, me pesa después de los conciertos”, señala la artista, quien en algún momento de su vida, incluso con hijos a su cargo, debía escaparse de casa para aprender a tocar el instrumento.
“Solo con verlos, una sabe qué instrumento tocan los músicos. Mis manos, por ejemplo, están torcidas, siguiendo la disposición del teclado del bandoneón”, relata.
“Tengo la parte izquierda de mi cuerpo más adelantada. Descanso el bandoneón en la pierna izquierda porque es el lado del corazón, y eso me lo enseñó mi maestro, Rodolfo Mederos”, agrega Algeri, con estilo y sabiduría.