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“Estos resultados son alarmantes”: por qué se está frenando el progreso social del mundo

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Basta leer las noticias de un día cualquiera para quedarse con la impresión de que el mundo es un lugar cada vez más hostil e intolerante. Pero, ¿qué tan cierta es esta percepción?

El Índice de Progreso Social (SPI, por sus siglas en inglés) de 2017, publicado esta semana por la organización estadounidense Social Progress Imperative, la traduce en cifras concretas: la erosión de derechos personales y oportunidades está frenando el progreso social global.

El SPI se ocupa de analizar tendencias con datos que, sumados, reflejan la realidad de casi 98% de la población mundial. Y es, por ello, un buen mapa de hacia dónde avanza el planeta.

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Los resultados más recientes indican que, desde 2014, son más los países en donde los derechos personales se han deteriorado que aquellos donde han mostrado alguna mejoría.

Para el índice -que fue concebido por académicos de la Escuela de Negocios de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts-, en la categoría de derechos personales se incluyen mediciones sobre libre expresión, acceso a la propiedad privada, libertad de reunión y derechos políticos.

Y es en este rubro que el mundo da la principal señal de alarma, con 46 países en retroceso respecto de donde estaban hace tres años.

El declive ha sido “rápido y grande” en 14 estados en particular, señalan los expertos, entre los que se cuentan Tailandia, Turquía, Hungría, Tayikistán, Lesoto y Burundi.

También Libia, Yemen, Rusia, Azerbaiyán y Angola. Y dos latinoamericanos: Nicaragua y El Salvador.

Sólo 18 naciones alrededor del globo han dado signos de mejoría en la protección de los derechos individuales, en una lista que encabeza Túnez seguido de Madagascar, Sri Lanka, Guinea-Bisáu y Cuba.

El SPI también cuantifica el nivel de tolerancia e inclusión, al que considera un indicador clave de la salud social.

Y aquí también el reporte concluye que el panorama global se ha deteriorado, particularmente en un buen número de países europeos.

Sólo en los dos últimos años, Dinamarca, España, Francia, Croacia, Grecia, Lituania, Macedonia y Rusia han registrado incidentes de intolerancia creciente y un declive en el fomento de la integración.

En muchas partes del mundo, señalan los autores del índice, las minorías se enfrentan a una “volatilidad extrema”, con episodios de discriminación y violencia contra inmigrantes, homosexuales y grupos religiosos.

El declive se percibe en 44 países: entre ellos, Mozambique, República Centroafricana, El Salvador, Hungría, Camerún, Ucrania, Letonia, Eslovaquia y Estados Unidos.

“Algunos de estos resultados son alarmantes, porque muestran que estamos retrocediendo en los logros que antes celebramos”, le dice a la BBC Michael Green, director ejecutivo de Social Progress Imperative, la organización sin fines de lucro que está detrás del índice.

“Y está ocurriendo en países donde parecía impensado”, agrega.

Particularmente llamativo es el caso de Estados Unidos, señala, donde el progreso se ha estancado y parece haber alcanzado el “punto muerto” en los últimos tres años.

“Los datos muestran claramente que el país ha estado teniendo bajos rendimientos en términos de su progreso social general, pero con un particular deterioro en la categoría de tolerancia e inclusión”, señala Green.

“Los ciudadanos bien pueden sentir que el país no está cubriendo sus necesidades, incluso cuando no le está yendo mal en términos de la economía y el Producto Interno Bruto”.

Algunas buenas señales

Pero no son todas malas noticias: el SPI también revela algunas tendencias alentadoras.

Para empezar, el hecho de que -pese a los escollos y los retrocesos- el mundo como un todo continúa progresando.

La medición del progreso social global muestra una mejoría de los 63,19 puntos (sobre 100) que tenía en 2014 a los 64,85 de 2017. Modesto, pero avance al fin.

La tendencia positiva está alimentada por algunas variables en particular: el acceso a telecomunicaciones y a la educación superior, las dos variables -entre 12- que dan tracción al índice.

El número de usuarios de internet en el mundo, que aumentó alrededor de 8% desde 2014, ha crecido hasta representar el 43% de la población total.

La expansión de la telefonía móvil ha sido aún más “dramática”, dicen los académicos, y hoy 95% de los habitantes del planeta vive en un área con cobertura de redes celulares.

Por su parte, el acceso a la educación superior (terciaria y universitaria) es la categoría que más ha mejorado de todas las que evalúa el índice.

La medición la hacen considerando las “universidades de nivel internacional”: el SPI indica que en 2014 unos 75 países tenían al menos una institución de esa categoría, mientras que ahora el número ha crecido a 89.

Si el mundo fuera un país...

Entonces, ¿cómo le va a mundo como una todo si lo medimos según las variables del SPI?

“El puntaje que ha conseguido, de 64,85, es el mejor jamás logrado, desde que comenzamos a medir en 2004 las variables básicas de nutrición, acceso a la salud y al conocimiento elemental”, confirma Green.

“Pero lo cierto es que el mundo tiene los recursos para tener un desempeño mucho mejor”.

Si el mundo fuera un país, su puntaje lo colocaría en la mitad inferior del ranking del SPI. Más precisamente, en el número 80 entre 128 países medidos, justo entre Indonesia (puesto 79) y Botsuana (puesto 80).

Lo que el número dice, en realidad, es que aunque hay signos de progreso social reales y dispersos por el mundo, los resultados negativos están incidiendo en el resultado general y poniendo un freno a las perspectivas de progreso global.

SPI ¿cómo se construye el índice?

El Índice de Progreso Social es una agregación de múltiples indicadores que miden el estado de un país mediante resultados sociales y ambientales, más que mediante los más habituales indicadores económicos, como PIB o el ingreso per cápita.

Concebido por los académicos Michael Porter, de la Escuela de Negocios de Harvard, y Scott Stern, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el índice sigue los lineamientos trazados por el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz sobre cómo medir mejor el bienestar de una sociedad.

Así, el SPI agrupa las variables a observar en tres áreas: necesidades básicas (nutrición, agua, vivienda), bienestar (donde se incluye el acceso al conocimiento básico, telecomunicaciones, calidad del medioambiente, etcétera) y oportunidades (derechos personales, libertad de expresión y elección, tolerancia e inclusión, acceso a educación avanzada).

Con datos de una multitud de fuentes -desde las distintas oficinas de Naciones Unidas al Banco Mundial, pasando por encuestas Gallup y publicaciones académicas- , evalúa 128 países según 50 indicadores (y otros 61 países más con información parcial para algunas categorías).

La principal crítica a la metodología del SPI es que otorga a todos los indicadores el mismo peso en el índice: vale lo mismo tener acceso a agua potable que poder acceder a la propiedad privada.

Sin embargo, sus autores y otros académicos defienden que esa mirada forma parte de las nuevas corrientes de investigación sociológica, que consideran que el progreso bien entendido debe cubrir aspectos que van más allá de las necesidades básicas.

“Medir por igual todas las cosas que importan para una buena vida es la menos controvertida de las opciones”, señala Michael Green.

Más rico no siempre es mejor

Si se observa el listado general del SPI de 2017, el número uno es Dinamarca, que consigue resultados sólidos en todos los componentes del índice. De los cinco primeros de la lista, cuatro son países escandinavos.

Pero aunque este cuadro es casi predecible -los países que llevan una curva de progreso social sostenido van a acumular buenos resultados y blindar su ubicación al tope de la tabla-, lo cierto es que el SPI destaca los logros de naciones que han logrado una mayor mejoría relativa, aun cuando les falte mucha distancia para alcanzar a los líderes del mundo desarrollado.

Así, entre los primeros cinco en términos de progreso social se cuentan países como Myanmar, Nigeria, Nepal, Costa de Marfil o Bangladesh.

Y si el puntaje de un país en el SPI se correlaciona con su Producto Interno Bruto (PIB), queda en evidencia que rico no siempre quiere decir mejor a la hora de conseguir progreso social.

“Rusia, Kuwait o Arabia Saudita, donde el índice de saneamiento es muy bajo, no han tomado decisiones inteligentes sobre cómo beneficiarse de un elevado PIB nacional para impulsar el progreso para sus ciudadanos”, compara Green.

En realidad, el SPI muestra que las naciones más ricas -del Grupo de los 7, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)- van más lentos en la carrera por un mayor progreso, con excepción de Noruega, Japón y España, mientras que países con un PIB relativo mucho más pequeño van a la cabeza de los que ofrecen mejoría.

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