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Un paseo por la historia del jazz en Harlem

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En las calles del bullicioso barrio neoyorquino de Harlem aún reverbera la historia de la comunidad que transformó el jazz en una filosofía de vida.

Con motivo de la exposición que dedica al legado artístico de la era del jazz, el museo del diseño Cooper Hewitt acaba de organizar un recorrido a pie por 15 de los escenarios más emblemáticos de Harlem.

John Reddick, arquitecto e historiador, fue el encargado de guiar a los asistentes a través del pasado musical de un barrio al que pertenecen inseparables las figuras de Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Bessie Smith y Billie Holiday.

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La reivindicación de la identidad cultural de la comunidad afroamericana, que se instaló al norte de la isla de Manhattan en 1920, fue el motor de la revitalización de Harlem y el origen de su explosión sociocultural.

Las tensiones raciales que experimentaba Estados Unidos configuraron la identidad racial que ha caracterizado al barrio desde entonces.

El 62 % de los vecinos que hoy integran el barrio son afroamericanos, según datos demográficos de la ciudad de Nueva York.

Músicos, escritores, artistas y pensadores contribuyeron durante las primeras décadas del siglo XX a construir un imaginario cultural propio de la comunidad negra conocido como “El Renacimiento de Harlem”.

Pese a padecer hoy los efectos de la gentrificación, el popular barrio conserva en su arquitectura y sus locales nocturnos gran parte de esa historia reciente.

Los murales que decoran la fachada principal y las salas interiores del hospital de Harlem, en la calle 135, son una muestra de ello.

La colección de pinturas, comisionada por la primera Administración para el Progreso del Trabajo (WPA, por sus siglas en inglés) en manos de afroamericanos, retratan la esencia de la actividad social de la época.

A la misma altura se encuentra el centro Schomburg. El que fuera escenario del agitado debate político y cultural del momento es hoy un activo centro de investigación de la cultura negra.

Apenas lo separan unos metros de la sede que la asociación YMCA mantiene abierta en Harlem. En ella residieron reconocidos escritores como Claude McKay y Langston Hughes.

La vibrante actividad nocturna que se desarrollaba en los clubes de jazz se sigue pudiendo experimentar hoy en locales como el Alhambra Ballroom o el célebre Cotton Club, al oeste de la calle 125.

Las estrellas ya no son las mismas pero el legendario Teatro Apolo, en el corazón de Harlem, sigue acogiendo infinidad de conciertos y actuaciones que ya no están limitadas a un selecto público blanco.

Las imposiciones de la Ley Seca y el deseo de los afroamericanos de gestionar sus propios espacios de ocio hizo proliferar los locales clandestinos conocidos como”speakeasies”.

Aún son numerosos los curiosos que se acercan hasta el denominado “callejón de la jungla”, en la calle 133, para rastrear la huella de esos locales.

Como epicentro de la actividad musical de la comunidad negra, Harlem fue el territorio preferido de las discográficas para establecerse.

La residencia de Harry Pace, fundador de la discográfica “Black Swan Records” que alardeaba de ser un sello que solo publicaba a genuinos artistas de color, conserva a día de hoy su fachada original en la calle 138.

A la altura de la calle 129 con el Bulevar Malcom X tiene su sede el Museo Nacional del Jazz, que desde 1995 se esfuerza por estrechar los lazos entre el género musical de ritmos sincopados y el gran público.

El director del museo, Ryan Murphy, aseguró en la visita organizada por el Cooper Hewitt que “el 95 % de la gente siente el deseo de justificar su ignorancia respecto al Jazz”.

“Claro que hay muchas cosas que aprender acerca del jazz, pero también hay que disfrutarlo y ese es el objetivo de nuestro museo: acercar el jazz a la gente.” afirmó Ryan Murphy.

La historia de Harlem es la historia del nacimiento del jazz. Transitar hoy la que fuera considerada “la capital cultural de la América Negra” supone viajar a las raíces de un género musical sin precedentes.

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