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Los Ángeles (EEUU) — Mexicanos deportados de EE.UU. ven las políticas migratorias del presidente de EE.UU., Donald Trump, como una oportunidad para “alzar la voz” y exigir atención al Gobierno mexicano, al haberse mediatizado un problema que no es nuevo, pero que fue invisible durante el mandato de Barack Obama.
Maggie Loredo, fundadora de la organización Otros Dreams en Acción, dice a Efe que es el momento de aprovechar la coyuntura no solo “porque los movimientos están despertando con más fuerza”, sino porque ahora el Gobierno de México “tiene que responder”.
La joven explica que antes de Trump, el Gobierno mexicano no ofrecía soluciones para los repatriados, “no se hablaba de quién era deportado o retornado”.
“Deberíamos agradecer que ahora tanto los medios de comunicación como la sociedad se está enterando de quién es ‘dreamer’, de cuáles son las familias indocumentadas y cómo viven”, señala.
Y es que el presidente Barack Obama (2009-2017) deportó durante sus dos mandatos a 2,8 millones de mexicanos, quienes tuvieron que reintegrarse de manera silenciosa a su país, estableciendo un récord en este terreno.
Loredo apunta que “el racismo y el odio” han existido siempre, pero antes “estaba más controlado porque había un presidente de color” en Estados Unidos, lo que también supuso “que el movimiento dreamer se debilitara”.
Con la puesta en marcha de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés), un plan migratorio que benefició a 800.000 jóvenes indocumentados -entre ellos 618.000 mexicanos-, “todo se empezó a calmar”, recuerda.
Sin embargo, con la llegada de Trump al poder y el endurecimiento de sus políticas migratorias, incluida la reciente cancelación de DACA, la joven comenta que las “familias tienen miedo” otra vez.
Rossy Antúnez, repatriada de origen indígena, explica a Efe que la migración debe entenderse como “un tema que existe más allá de la campaña de Trump”.
“Ahora mismo se está hablando de los jóvenes dreamers y de DACA”, pero en Estados Unidos hay millones de indocumentados y solo 800.000 estaban protegidos por el programa migratorio, “el resto no”, apunta.
En esta línea, asegura que “los chicos dreamers no son la norma del fenómeno de la migración” y que existen otras realidades que deben también deben hacerse visibles.
Antúnez cuenta que los jóvenes deportados antes de 2016 “no están siendo considerados en el discurso de ahora del Gobierno mexicano”, quien “solo está tomando medidas paliativas”.
“Nosotros vamos a las instancias gubernamentales, pedimos información como personas deportadas, pero ellos dicen: ‘si ustedes no fueron deportados de 2016 para acá, no caben dentro de este programa”, detalla.
Tras la decisión de Trump de cancelar DACA y otorgar seis meses al Congreso para buscar una alternativa, el Gobierno mexicano aseguró que recibiría con los brazos abiertos a los “soñadores” y anunció una serie de medidas para su reinserción.
Loredo explica que su regreso a México supuso “un sinfín de dificultades” en “el acceso a empleo, a educación” y, sobre todo, “el acceso a una identidad”.
Además, hay estereotipos y discriminación en su propio país de origen, algo que en su día afectó a su salud mental y emocional. “Es un México que no conocíamos”, afirma la joven, quien dice tener un sentimiento de pertenencia hacia los dos países.
Adán Jacomé, repatriado que arribó a México en diciembre de 2016 tras 16 años en Las Vegas, dice a Efe que cuando llegó “no quería salir a la calle”.
“En nuestro mismo país hay más racismo que en Estados Unidos”, asegura el hombre, quien dejó a su mujer y a sus hijas allí.
Con respecto a la abolición del DACA, advierte que Trump “no sabe lo que está perdiendo” al obstaculizar la vida de muchos migrantes.
Por su parte, Gustavo Lavariega, quien vivió en el estado de Washington durante 17 años trabajando en el campo, coincide en que es difícil readaptarse a la sociedad mexicana, pero mantiene la esperanza.
“Si alcanzamos el sueño americano, también podremos luchar por alcanzar el sueño mexicano”, concluye con optimismo.